Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 5 de agosto de 2012

El tontaina y las cornejas

Había una vez dos hermanos. El menor era un tontaina, se casó y fue a vivir por su cuenta en una humilde casita, mientras que el mayor y más avispado se quedó viviendo en la casa de sus pa­dres. Muerto el padre, se repartieron la herencia.
La mujer le dijo al tontaina:
-Ve a ver a tu hermano y dile que te dé tu parte.
El tontaina fue a ver a su hermano y le dijo:
-He venido para que hagamos el reparto.
-De acuerdo -dijo el mayor. Hemos heredado siete vacas y un ternero. Llevémoslos al prado y dejémoslos libres. Los que entren en tu establo serán tuyos; los que entren en mi establo se­rán míos.
El tontaina dijo que le parecía bien.
Llevaron los animales al prado y, naturalmente, todas las va­cas volvieron al establo del hermano mayor, como solían hacer. Sólo el ternero, después de haber correteado de aquí para allá, se metió en el establo del tontaina.
El tontaina cogió el ternero y se fue con él a arar. Pero ¿aca­so puede un ternero tirar del arado? El tontaina se enfadó tanto que cogió una garrota y lo golpeó hasta darle muerte. Le quito la piel y colgó su carne de las ramas de un peral que crecía junto al seto.
-Un momento, un momento -gritó el tontaina. Esta carne no es vuestra. Pero, si la queréis comprar, os la vendo.
-Craa, craa -graznaron los cuervos.
-He comprendido, estáis de acuerdo. Pero ¿cómo me la pa­garéis? Seguro que no tenéis dinero.
-Craa, craa -graznaron de nuevo los cuervos.
-Ah, no, estimados amigos, no puedo venderos la carne. Sal­vo que el compadre peral os sirva de aval.
En ese momento, el viento sopló y el peral se inclinó con to­das sus ramas.
-De acuerdo, ya que el peral os avala, coged la carne y comé­osla -dijo el tontaina, y volvió a su casa, donde contó a su mu­jer que había vendido la carne del ternero a los cuervos y que el peral los había avalado.
-Eres francamente un tontaina -se enfureció su mujer. Querría que me explicases cómo hará el peral para pagar por los cuervos.
-Ése es asunto suyo, yo no me quiero romper la cabeza pen­sando en ello -dijo el tontaina, y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, fue a ver el peral. Del ternero pa sólo quedaba el esqueleto y quién sabe adónde se habían ido los cuer­vos volando.
-¿Dónde está el dinero? -le gritó el tontaina al peral. La car­ne se la han comido. Sabe Dios adónde han ido. Tú les has ser­vido de aval. Ahora paga.
El peral movió unas pocas ramas, pero no mostraba la menor intención de pagar.
-¡Eres un embustero! -gritó el tontaina y, aferrando el hacha, comenzó a asestarle golpes al peral para cortarlo.
Bastaron unos pocos golpes para hacerlo caer, porque el pe­ral era viejo y estaba vacío por dentro. ¿Y qué encontró el tontaina en su cavidad? Una olla llena de monedas de oro.
-Lo que siempre he pensado -concluyó el tontaina: hoy no se consigue nada por las buenas.
Cogió la olla llena de oro y se la llevó a su casa.

167. anonimo (macedonia)

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