Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

El ratoncito que salvó la casa de la vieja


Había una vez una vieja que un día, mientras barría la iglesia, encontró una moneda.
-¿Qué me podré comprar con este dinero? -murmuró. Si me compro una zanahoria, tendré que quitarle las hojas; si me compro castañas, tendré qué tirar las cáscaras. Lo mejor es que compre harina y prepare una buena tarta.
Así fue como compró harina y preparó una tarta deliciosa. La puso en la mesa para que se enfriase un poco, dejó la ventana abierta y volvió a la iglesia. Cuando estaba fuera, su cabra comenzó a rondar la casa, olió aquel rico aroma, saltó por la ventana y se comió la tarta.
Poco después, la vieja volvió a casa a comer, pero no podía entrar. La cabra se había colocado detrás de la puerta y no quería dejarla pasar. ¿Qué podía hacer la pobre vieja? Se sentó en el umbral y allí lloraba y se lamentaba de tal modo que era capaz de partirle el corazón a cualquiera que la oyese. Pasó un asno, la vio y le preguntó:
-Viejecita, viejecita, ¿por qué lloras como para partirle el corazón a cualquiera que te oiga?
-Porque la cabra no me deja entrar en mi casa.
-No llores, yo la echaré -dijo el asno y fue a golpear la puerta: toc, toc.
-¿Quién es? -preguntó la cabra detrás de la puerta.
-Soy el asno.

Soy la cabra y tengo cuernos,
cuernos hay en mi cabeza:
te haré sentir su dureza.

El asno se asustó y salió pitando.
¿Qué podía hacer la pobre vieja? Seguía sentada en el umbral y allí lloraba y se lamentaba de tal modo que era capaz de partirle el corazón a cualquiera que la oyese.
Pasó por allí un perro. Vio a la vieja y le preguntó:
-Viejecita, viejecita, ¿por qué lloras como para partirle el corazón a cualquiera que te oiga?
-Porque mi cabra no me deja entrar en casa.
-No llores, yo la echaré -dijo el perro y fue a golpear la puerta: toc, toc.
-¿Quién es?
-Soy el perro.

Soy la cabra y tengo cuernos,
cuernos hay en mi cabeza:
te haré sentir su dureza.

El perro se asustó y salió pitando.
¿Qué podía hacer la pobre vieja? Seguía sentada en el umbral y allí lloraba y se lamentaba de tal modo que era capaz de partirle el corazón a cualquiera que la oyese.
Pasó un carnero, vio a la vieja y le preguntó:
-Viejecita, viejecita, ¿por qué lloras como para partirle el corazón a quien te oiga?
-Porque mi cabra no me deja entrar en casa.
-No llores, la echaré yo -dijo el carnero y fue a golpear la puerta: toc, toc.
-¿Quién es?
-Soy el carnero.

Soy la cabra y tengo cuernos,
cuernos hay en mi cabeza:
te haré sentir su dureza.

El carnero se asustó y salió pitando.
¿Qué podía hacer la pobre vieja? Seguía sentada en el umbral y allí lloraba y se lamentaba de tal modo que era capaz de partirle el corazón a cualquiera que la oyese.
Y, mientras lloraba y se lamentaba de ese modo, pasó un ratoncito, vio a la vieja y le preguntó:
-Viejecita, viejecita, ¿por qué lloras como para partirle el corazón a quien te oiga?
-Porque mi cabra no me quiere dejar entrar en casa.
-No llores, la echaré yo.
-El asno quería echarla, pero no la echó. El perro quería echarla, pero no la echó. El carnero quería echarla, pero no la echó. ¿Cómo vas a echarla tú, que eres el más pequeño de todos ellos?
Pero el ratoncito no le hizo caso y fue a golpear la puerta: toc, toc.
-¿Quién es? -preguntó la cabra detrás de la puerta.
-Soy el ratoncito.

Soy la cabra y tengo cuernos,
cuernos hay en mi cabeza:
te haré sentir su dureza.

Así dijo la cabra, pero el ratoncito no se asustó para nada y le respondió:

Yo de los ratones soy el rey:
si no te vas, dura será mi ley.

Esta vez fue la cabra la que se asustó, saltó por la ventana y salió pitando. El ratoncito entró en la casa con la vieja y, como se cayeron bien, se casaron sin más ni más, y vivieron juntos, felices y contentos.

112. anonimo (italia)

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