Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 7 de agosto de 2012

El pastor que comprendía el lenguaje de los animales


Una vez un pastor, mientras hacía pastar a su rebaño en el bos­que, oyó una extraña crepitación y un silbido. Se volvió y vio una fogata, en la cual se retorcía una serpiente. Le extendió su cayado y la serpiente se puso a salvo.
-Llévame a casa de mi padre -le dijo la serpiente. Él es el rey de las serpientes y verás cómo te da una buena recompensa. Te ofrecerá oro y piedras preciosas, pero tú pídele, en cambio, la hierba que hace comprender el lenguaje de los animales.
El pastor llevó a la serpiente a la casa de su padre y, cuando el rey de las serpientes le ofreció un cofre lleno de oro y de pie­dras preciosas no aceptó nada, pero le pidió como regalo la hier­ba que hace comprender el lenguaje de todos los animales.
-Piénsalo bien -le dijo el rey de las serpientes, esa hierba es peligrosa. Si le revelases a alguien que puedes comprender lo que dicen los animales, morirías en el acto.
Pero el pastor no cambió de idea, y el rey de las serpientes le dio la hierba mágica. En cuanto la probó, para él ya no tuvo se­cretos el lenguaje de los animales.
Mientras atravesaba el bosque, oyó que una corneja le decía a otra:
-Si este pastor supiese que bajo aquella piedra hay enterrado un tesoro, se pondría a excavar enseguida y se haría tan rico que podría incluso casarse con la hija del alcalde.
Naturalmente, el pastor entendió estas palabras, desenterró el tesoro, se convirtió de golpe en el hombre más rico del país y, además, el alcalde le dio a su hija como esposa.
Un día, mientras estaba con su mujer en la caballeriza, oyó que los caballos decían:
-Qué lástima que nuestro amo no sepa que perderá la vida por culpa de su mujer.
El pobre infeliz se quedó pasmado y su mujer le preguntó:
-¿Qué te ocurre que te has puesto tan pálido?
-Nada, nada -le respondió su marido.
Pero su mujer siguió insistiendo para descubrir el secreto que le ocultaba, hasta que el hombre se dijo: «Le diré que compren­do el lenguaje de los animales; por lo demás, el destino ya ha de­cidido que perderé la vida por su culpa».
Llegados a casa, el hombre se tumbó en la cama y se prepa­ró para morir. Pero mientras estaba acostado, oyó que la gallina la decía al gallo:
-¿Tú cantas alegremente y no sabes que nuestro amo se está preparando para morir?
-Pero la culpa es suya. Si ahora se levantase y, con un buen garrote, le enseñase a su mujer a no obligarlo a revelar lo que debe callar, viviría cien años más después de nosotros.
Al oír estas palabras, el hombre se levantó e hizo precisa­mente lo que el gallo había aconsejado. Después vivió muy feliz cien años, sin jamás decirle a nadie que comprendía el lenguaje de los animales.

125. anonimo (polonia)

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