Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El lobo y el ciervo


Mientras andaba por el bosque, un ciervo oyó una voz que cla­maba aguda. Siguiendo la voz, se encontró con un lobo medio aplastado por un árbol que se le había caído encima. El ciervo, asombrado, le preguntó:
-Pero, amigo lobo, ¿qué te ocurre?
-No hagas tantas preguntas -dijo el lobo, levanta este árbol con tus cuernos y sácame de aquí abajo.
-No sé si tendré tanta fuerza -suspiró el ciervo e hizo el in­tento de levantar el árbol con los cuernos.
Después de muchos esfuerzos, lo consiguió. El lobo se es­currió fuera del árbol y comprobó su estado físico: nada roto, los huesos en su sitio, la piel en su sitio, así que dio un salto de alegría y le dijo al ciervo:
-Formidable, amigo, ahora te comeré.
-Pero ¿cómo? -protestó el ciervo asustado. ¿No te da ver­güenza? Acabo de salvarte la vida y tú quieres comerme.
-Estoy muy agradecido porque me has salvado la vida y te doy mil gracias, pero tengo hambre y por eso quiero comerte.
Después de una larga discusión, acordaron ir a ver al oso y dejar que él decidiese el caso. Le contaron todo con pelos y se­ñales. El oso escuchó, reflexionó, meneó la cabeza y le dijo al ciervo:
-Tú llevas razón, no está nada bien que el lobo, después de haberle salvado la vida, quiera comerte. Pero también el lobo tiene razón al querer comerte, dado que le aprieta el hambre.
Hagamos lo siguiente: volvamos al árbol y mostradme de nuevo cómo se han desarrollado los hechos. Después daré mi veredicto.
El ciervo y el lobo se manifestaron de acuerdo. Volvieron to­dos juntos a donde estaba el árbol caído, el ciervo hizo un es­fuerzo y lo levantó, el lobo salió escurriéndose por debajo. El oso dijo:
-Así estaban las cosas. Ahora, por favor, repetid la escena. Tú, ciervo, levanta el árbol con los cuernos y tú, lobo, sal por debajo del árbol de nuevo.
Pero el ciervo dijo:
-He levantado este árbol dos veces. Para volver a hacerlo por tercera vez, ga no me dan las fuerzas.
-Si te faltan las fuerzas -dijo el oso, no lo levantes. Pero, en estas condiciones, ¿qué queréis que juzgue? Tú, ciervo, no te en­fades ni te ofendas, pero así no puedo hacer nada.
Y se alejó.
-No se puede hacer nada, es verdad -asintió el ciervo.
Y se fue con el oso. El lobo se quedó bajo el árbol hasta que murio.

145. anonimo (estonia)

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