Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El huevo prestado


Un día, los guerreros del rey David recibieron de rancho sendos huevos cocidos. Pero uno de ellos tenía tanta hambre que se los comió antes de la hora del almuerzo. Cuando los demás se sen­taron a comer, le daba tanta vergüenza no tener nada en el pla­to que se dirigió a un compañero y le dijo:
-Préstame un huevo, amigo.
-Te lo presto, pero debes devolvérmelo cuando yo te lo pida.
-Claro -respondió el guerrero y se comió el huevo.
Tres años después, el que le había prestado el huevo se lo re­clamó.
-Claro -dijo el deudor-, me prestaste un huevo y te lo de­volveré.
-Ah, no, querido amigo. Te presté un huevo, pero de aquel huevo podría haber nacido un polluelo, el polluelo habría creci­do y se habría convertido en gallina, y ésta podría haber tenido dieciocho polluelos, y cada uno de estos polluelos se habría con­vertido en una gallina que, a su vez, habría tenido otros diecio­cho polluelos. Por ello, debes devolverme un polluelo, al que de­ben sumarse dieciocho polluelos más y, por añadidura, dieciocho veces dieciocho polluelos.
El deudor, naturalmente, no quería pagar tanto, por lo que fueron a consultar al rey David para que resolviese el litigio. El rey David los escuchó y dijo:
-El acreedor tiene razón y debe recibir la compensación que exige.
Los dos guerreros se fueron del palacio real. El acreedor ca­minaba alegremente, pero el deudor estaba muy triste. Frente al palacio estaba sentado Salomón, el hijo del rey. Vio al guerrero desconsolado y le preguntó qué le angustiaba. Éste le contó la historia y Salomón dijo:
-Te quiero dar un buen consejo. Mañana por la mañana ve a aquel campo, junto al camino por donde mi padre se da un pa­seo todos los días, y ponte a sembrar habas cocidas. Cuando el rey te pregunte por qué siembras habas cocidas, dile: «Si un po­lluelo puede nacer de un huevo cocido, ¿por qué no habrían de salir nuevos brotes de unas habas cocidas?».
El guerrero dio las gracias a Salomón y, al día siguiente, fue a sembrar un buen plato de habas guisadas. Cuando el rey Da­vid pasó por allí, se sorprendió mucho al ver a ese tipo que sem­braba habas cocidas aún calientes y le preguntó:
-¿Te has vuelto loco? Deberías saber que las habas cocidas no germinan.
-¿Por qué no? -respondió el guerrero-. Si un polluelo puede nacer de un huevo duro, ¿por qué no podrían germinar las habas cocidas?
Entonces el rey David reconoció al guerrero que había pedi­do prestado el huevo. Meditó un poco y finalmente dijo:
-Tienes razón. Ve y devuélvele a tu amigo sólo un huevo.

150 anonimo (israel)

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