Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El hombre descontento


Había una vez un hombre descontento. Siempre se lamentaba por su infortunio y decía:
-Si me favoreciese la fortuna, veríais de qué cosas soy capaz.
Lo creáis o no, la fortuna al fin lo favoreció. Un día, yendo a su trabajo, encontró en el suelo una bolsa llena de monedas de oro.
-¡Ahora soy afortunado! -exclamó muy contento. Por fin podré ser dueño de mí mismo. Pero dejar las monedas guardadas en la bolsa no me servirá de nada. Tengo que comprar algo más útil.
Ese mismo día, compró la mejor casa de los alrededores. Era una casa muy bonita. Sólo estaba muy deteriorada el asta de la bandera que ondeaba en el tejado. Cuando el nuevo propietario cerró orgullosamente la puerta, asta y bandera cayeron sobre su cabeza y estuvieron a punto de aplastarlo como a un pastel.
-Francamente he tenido suerte -exclamó el hombre cuando consiguió recuperarse. Pero, en resumidas cuentas, ¿de qué me sirve una casa? La cambiaré por algo mejor.
Caminó un buen rato y llegó al mar. Junto a la orilla, se me­cía una barca.
-Soy un hombre afortunado -exclamó muy contento y cam­bió la casa por la barca.
Era una barca bonita pero, la primera vez que el hombre sa­lió a navegar, se desencadenó una tormenta y la barca naufragó, estrellándose contra una roca.
-Francamente he tenido suerte -se dijo volviendo a la orilla a nado. Pero, en el fondo, ¿de qué me sirve una barca? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta que se encontró con un caballe­ro montado en su caballo.
-Soy un hombre afortunado -exclamó muy contento y cam­bió la barca por el caballo.
Era un magnífico caballo pero, cuando el hombre montó en el animal, éste se lanzó a un galope desenfrenado e hizo fal­ta mucho tiempo para que se apaciguara y su jinete pudiese apearse.
-Francamente he tenido suerte -se dijo palpándose los hue­sos. Pero, en el fondo, ¿de qué me sirve un caballo? Quiero cambiarlo por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta que se encontró con un campesi­no y una vaca.
-Soy un hombre afortunado -exclamó muy contento y cam­bió el caballo por la vaca.
Era una vaca estupenda pero, la primera vez que el hombre intentó ordeñarla, el animal le soltó una coz y él acabó tendido en el suelo cuan largo era.
-Francamente he tenido suerte -se dijo incorporándose sin haberse hecho mucho daño. Pero, en el fondo, ¿de qué me sir­ve una vaca? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta que se encontró con una campe­sina y una cabra.
-Soy un hombre afortunado -exclamó muy contento y cam­bió la vaca por la cabra.
Era una buena cabra pero, cuando el hombro cogió la cuer­da que estaba sujeta a sus cuernos, la cabra se le tiró encima y poco faltó para que lo traspasase de una cornada.
-Francamente he tenido suerte -se dijo el hombre una vez que consiguió tranquilizar a la cabra. Pero, en el fondo, ¿de qué me sirve una cabra? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta que se encontró con un mucha­cho y un pollo.
-Soy un hombre afortunado -exclamó muy contento y cam­bió la cabra por el pollo.
Era un pollo hermoso pero, en cuanto el hombre lo tuvo en sus manos, se le escapó y no hubo forma de que pudiese atra­parlo.
Así pues, tuvo que volver a su casa con las manos vacías. Volvió a su trabajo, volvió a lamentarse de su miseria y andaba por ahí diciendo:
-Si me favoreciese la fortuna, veríais de qué cosas soy capaz.

139. anonimo (malta)

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