Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El diablo sirviente


Un pobre leñador fue al bosque a cortar leña. Tenía en el bol­sillo sólo un trozo de pan, porque no había encontrado otra cosa para comer. Muy concentrado en su trabajo, no se dio cuenta de que el diablo, que había salido del infierno, vagaba por el bosque. Este diablo no tuvo mejor idea que robar el trozo de pan del bolsillo del leñador y se escapó aprisa al infierno va­nagloriándose de su pillería.
Pero, para su desgracia, el rey de los diablos, Lucifer, se en­fadó muchísimo:
-¿No te da vergüenza haberle robado a ese pobre hombre? Tendrás que ir a trabajar con él. Ése será tu castigo.
El diablo escupió de la rabia, pero tuvo que obedecer. Se transformó en un peón y fue a ofrecerse como ayudante al leña­dor. Éste se quedó alelado:
-¿Cómo se te ocurre semejante cosa, jovencito? Ni siquiera tengo comida para mí, imagínate si voy a poder alimentar a un ayudante. Anda, anda, ve a buscar trabajo a otra parte.
Pero el diablo no se dio por vencido, dijo que no quería que le pagase por su trabajo, le suplicó al leñador que lo pusiera a prueba y que no haría nada que lo fastidiase.
-Vale, de acuerdo -dijo el leñador. Ve rápido al bosque, pues, a cortar un poco de leña para este invierno.
-Pero, amigo, ése no es un trabajo para mí. Si me pongo a cortar árboles, puedo echar abajo todo el bosque. ¿Qué vas a ha­cer con tanta leña?
-Entonces ve a arar el campo -dijo el leñador.
-Ten paciencia, amigo. Si comienzo a arar, en pocos minu­tos habré arado toda la tierra hasta el horizonte. ¿De qué te ser­viría?
-Dime, entonces, qué quieres hacer.
-Déjalo por mi cuenta -respondió el diablo. Ya encontraré un trabajo adecuado.
El leñador dijo que estaba de acuerdo y se fue a cortar leña. El diablo, en cambio, fue hasta el castillo del conde y le pre­guntó:
-Señor conde, ¿no necesitáis un criado hábil y diligente?
-Aquí nunca falta trabajo. Justamente hay tres graneros lle­nos de trigo que es necesario trillar.
-Mañana por la mañana el trabajo estará terminado -dijo el diablo. En compensación, tendréis que darme tanto trigo cuan­to pueda llevar a cuestas.
-Te lo daré de buena gana. Pero si el trigo no está todo tri­llado, no recibirás nada.
Nadie sabe lo que ocurrió esa noche en los graneros. Lo cier­to es que al amanecer la labor estaba cumplida: los granos en sa­cos y los haces de paja en la era. El conde estaba muy sorprendi­do y dijo:
-Muy bien. Ahora lleva todo lo que puedas cargar en tus es­paldas.
Esperaba que el diablo se llevase un saco de trigo, en todo caso dos, porque era un mocetón robusto. Pero el diablo echó saliva en sus manos, cargó en sus espaldas todos los sacos, toda la paja, los graneros, los establos, las caballerizas, los gallineros, las perreras, en una palabra, todas las posesiones del conde. Al único que no se llevó fue al conde. Y con toda aquella carga se fue a ver al leñador. Éste no daba crédito a sus ojos cuando el diablo colocó frente a él todos los bienes del conde. Y como fal­taba el señor conde, el leñador decidió que él mismo lo sería.
Entonces el diablo le dijo:
-¿Os acordáis, señor conde, de aquella vez en que perdisteis en el bosque un trozo de pan, cuando aún erais un leñador?
-Claro que me acuerdo.
-Bien: el pan os lo había robado yo y os he traído a cambio todos estos bienes. Ahora estamos en paz.
Y, dicho esto, el diablo desapareció dejando una estela de olor a quemado.

143. anonimo (eslovenia)

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