Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

El conejo y el lagarto


Cuento popular

Una tarde estaba el conejo frente al río, pensando la manera de cruzarlo, cuando escuchó una voz que venía del agua y le preguntaba:
-¿Qué haces tan pensativo, conejo?
El conejo miró hacia el río y descubrió al lagarto, a quien respondió:
-Pienso la manera de llegar al otro lado del río. ¿No podrías llevarme tú?
El lagarto sonrió y se le iluminaron los ojos, pues se imaginó lo rico que estaría ese conejo como almuerzo.
-Claro que sí, amigo conejo. Yo te llevo, pero cuando lleguemos a la otra orilla te comeré.
El conejo, que era valiente, le contestó:
-Está bien, lagarto, pero prométeme que solo me comerás cuando hayamos llegado.
El lagarto aceptó y acercó su cola a la orilla, para que el conejo se subiera. En cuanto este estuvo arriba, le rascó el lomo al reptil.
-¡Ah, pero qué rasposo estás, lagarto! -dijo en voz baja el conejo.
-¿Qué dices que no te oigo? -preguntó molesto el lagarto, pues pensaba que el conejo le distraía para librarse del acuerdo.
-Que estás lisito, lisito, lagartito.
-Conejo, no me molestes, porque te como antes de que lleguemos. Avanzaron un poco más, y el conejo volvió a hablar:
-¡Uf, y cómo apestas, lagarto!
-¿Que qué? -gritó enojado el lagarto.
-Que tu lomo huele rico, rico, lagartico.
Justo cuando estaban a punto de llegar a la otra orilla, el conejo pegó un salto y tocó tierra antes que el lagarto. Entonces, fue corriendo a su cueva a esconderse.
El lagarto, furioso, llegó hasta la cueva y comenzó a cavar con sus patas. Tanto cavó que se quedó atrapado en el hoyo que había hecho.
El conejo, que había salido por el otro lado, lo miró y exclamó:
-¡Pero qué lagarto tan tonto! -y se echó a reír.
Al oír las carcajadas, el lagarto se dio cuenta de que el conejo estaba cerca y abrió la boca para hacerle creer que era la entrada de la cueva.
Pero el conejo, que era muy listo, se dio cuenta y saludó como si las hileras de dientes del lagarto no se vieran.
-¡Buenos días, cuevita!
-¡Buenos días, conejito! -dijo el lagarto como pudo.
-¡Qué cueva más habladora! Será mejor cerrarla...
Y con gran rapidez, tomó una piedra muy grande y la echó en la boca abierta del lagarto. Y después, escapó feliz del lagarto, que tardó mucho en volver a cerrar su boca y en salir del hoyo que él mismo había cavado.

063. anonimo (mexico)

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