Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

El chacal ingrato


Una vez, a un chacal se le clavó una espina en una pata. Cojea­ba, apogado en tres de sus patas, cuando se encontró con una vieja que estaba sacando agua de un pozo. El chacal le dijo:
-Por favor, abuelita, sé buena y sácame la espina de la pata...
La vieja encontró la espina, se la sacó y la tiró. El chacal, muy contento, se puso a correr sobre sus cuatro patas. Pero de improviso, volvió tristón y dijo:
-Y ahora, abuelita, ¿quieres devolverme mi espina? La vieja, sorprendida, respondió:
-Sabes muy bien que la he tirado.
Entonces el chacal se puso a llorar y a lamentarse porque la vieja había perdido su espina. La viejecita se compadeció y le dijo:
-Cálmate y no llores, pequeño. Te daré un huevo.
Lo llevó a su casa y le dio un huevo. El chacal cogió el hue­vo y se puso a andar por el pueblo. Se detuvo ante la primera puerta que vio y llamó:
-Perdone la molestia, buen hombre. ¿Podría alojarme por esta noche?
El campesino abrió la puerta y lo hizo entrar. El chacal pre­guntó:
-¿Dónde puedo guardar mi huevo?
-Guárdalo en la jaula junto al conejo -dijo el campesino.
Durante la noche, el chacal se levantó, hizo un pequeño agujerito en el huevo, se lo bebió y dejó la cáscara vacía en la jaula. A la mañana siguiente, dijo:
-Buenos días, buen hombre, ¿puedes devolverme mi huevo?
Pero del huevo sólo había quedado la cáscara. El chacal se puso a llorar y a lamentarse de que el conejo había cogido su huevo. El campesino se compadeció y le dijo:
-Cálmate y no llores, pequeño. Te daré a cambio otro huevo.
Pero el chacal respondió:
-No, si el conejo se ha comido mi huevo, ¡quiero el conejo!
Y el buen hombre, amablemente, se lo dio. El chacal cogió el animal y se fue andando hasta que llegó al pueblo más próximo. Llamó a la primera casa que encontró:
-Perdón por molestarlo, buen hombre. ¿Podría hospedarme aquí por esta noche?
El campesino abrió la puerta y lo hizo entrar. El chacal pre­guntó:
-¿Dónde puedo dejar mi conejo?
-Ponlo en el establo con la cabra -dijo el campesino.
Durante la noche, el chacal se levantó, se comió el conejo y dejó la piel en el establo. Por la mañana, en cuanto despertó, dijo:
-Adiós, buen hombre, ¿podría darme mi conejo?
Pero del conejo sólo había quedado la piel. El chacal comen­zó a llorar y a lamentarse de que la cabra se había comido su precioso conejo. Al campesino le dio mucha pena y le dijo:
-Cálmate, pequeño, y no llores. Te daré otro conejo.
Pero el chacal respondió:
-No, como la cabra se ha comido mi conejo, quiero la cabra.
Y el campesino, amablemente, se la dio. El chacal cogió la cabra y se fue camino de otro pueblo. Llamó a la primera casa que encontró:
-Perdone la molestia, buen hombre. ¿Podría alojarme por esta noche?
El campesino abrió la puerta y lo hizo entrar. Y el chacal preguntó:
-¿Dónde puedo dejar la cabra?
-Ponla a los pies de la cama de mi hijo -respondió el cam­pesino.
Durante la noche el chacal se levantó, se comió la cabra y dejó sus cuernos en la cama del niño. Después volvió a dormir. Cuando, por la mañana, se despertó, dijo:
-Buenos días, buen hombre, ¿te molestaría devolverme mi cabra?
Pero de la cabra sólo habían quedado los cuernos. El chacal se echó a llorar lamentándose porque el niño se había comido su preciosa cabrita. El campesino se compadeció y le dijo:
-Cálmate, pequeño, y no llores. Te daré otra en su lugar.
Pero el chacal respondió:
No, como tu hijo se ha comido la cabra, me llevo a tu hijo.
Y el campesino, amablemente, cogió un saco y se lo dio al chacal, diciéndole que el niño iba dentro.
El chacal cogió el saco y se fue. Cuando llegó a la colina, abrió el saco para echar un vistazo al niño. Pero el amable cam­pesino había metido en el saco, en lugar del niño, dos enormes perros. Cuando el chacal abrió el saco, los perros salieron y, an­tes de que el chacal pudiese reaccionar, se echaron sobre él y lo hicieron pedazos.

109. anonimo (bereber)

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