Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 2 de agosto de 2012

El campesino, el oso y la zorra

Un día, estaba un campesino arando su campo cuando se le acer­có un oso y le dijo:
-He venido aquí para comerte.
-Te lo ruego, oso, no me comas -suplicó el campesino. Te recompensaré con creces si me dejas vivo. Sembraré un campo de acelgas y, cuando hayan crecido, te daré todo lo que crezca por encima y yo me quedaré sólo con las raíces.
El oso aceptó.
Crecieron las acelgas y maduraron, y el campesino las reco­gió. Se quedó con las raíces y le dio las hojas al oso. Vendió las raíces en el mercado y obtuvo una buena ganancia.
El oso se dio cuenta de que el campesino lo había engañado, fue a su encuentro y le dijo:
-Esta vez, no hay excusas, prepárate porque voy a comerte.
-No, no me comas, oso, te lo ruego -suplicó una vez más el campesino. Esta vez sembraré trigo. Cuando madure, te daré a ti las raíces y yo me quedaré con las espigas.
El oso aceptó.
El trigo creció y maduró, y el campesino se dispuso a segarlo. Vendió el trigo en el mercado, ganó una buena cantidad de dine­ro y, con los rastrojos, hizo un tejado nuevo para su casa. Des­pués de arar el campo, llamó al oso para que se llevase las raíces.
El oso se dio cuenta de que el campesino lo había engañado por segunda vez, se enfureció y gritó:
-¡Basta! ¡Esta vez te comeré sin más excusas!
-¡Pues bien! -respondió el campesino. Pero espera un mo­mento: déjame que termine de arar el campo.
El oso accedió y se fue al bosque a echarse un sueñecito. Una zorra, que pasaba por allí en ese momento, vio al cam­pesino muy triste y le preguntó:
-¿Por qué estás tan preocupado?
-El oso está esperando en el bosque que yo termine de arar. Después me comerá.
-¿Qué me darás si te libro del oso? -preguntó la zorra.
-Te daré un par de pollos.
-Muy bien, yo me encargaré de todo -dijo la zorra y se fue.
En cuanto terminó de arar, el campesino vio que el oso iba a su encuentro, muy decidido a comérselo. En ese momento, en la linde del bosque apareció la zorra y le gritó al campesino:
-Estoy cazando lobos y osos. ¿No has visto ninguno por ca­sualidad?
El oso tuvo mucho miedo y se escondió detrás del carro del campesino, mientras imploraba:
-Dile que no has visto a nadie, por favor.
El campesino respondió que no había visto ni osos ni lobos. Pero la zorra insistió:
-Entonces ¿qué hay, tumbado en el suelo, detrás de tu carro? El campesino explicó que no era más que el tronco de un ár­bol. Pero la zorra dijo:
-Si fuese un tronco, estaría atado a tu carro. Voy a ver.
El oso le suplicó al campesino que lo atase a su carro y el campesino hizo lo que le pedía. Pero justo en ese momento llegó la zorra, que, mirando al oso de reojo, dijo:
-Si es un tronco, arrojémoslo al río, así flotará.
La zorra y el campesino cargaron al oso y lo arrojaron al río.
La corriente se llevó al oso y nadie volvió a saber ya nada de él.
-Bien -le dijo la zorra al campesino-, ahora dame los dos pollos.
-Claro -respondió el campesino-, ven a mi casa.
Llegaron juntos a la casa del campesino. Pero, en cuanto éste abrió la cancela, salió del patio un perro enorme. La zorra puso pies en polvorosa y el campesino se frotó las manos, contento por haberse ahorrado dos pollos. Pero, como quería recompen­sar a la zorra, de todos modos, le envió para Navidad una cesta llena de huevos.

062. anonimo (rusia)

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