Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El asno que podía conquistar el mundo


Había una vez un hombre pobre que no tenía nada y a nadie en el mundo fuera de un viejo asno. Un día se fue con su asno a una tierra cugos habitantes no habían oído hablar nunca de asnos y, precisa-mente por ello, confiaba en poder vender el sugo a buen precio.
Después de mucho caminar, llegó finalmente a una ciudad que tenía una torre muy alta. La gente del lugar se quedaba con la boca abierta mirando al extraño animal que el hombre lleva­ba consigo.
-No es un animal como los demás -decía el hombre pobre. Es el asno, el conquistador del mundo.
El rey, al tomar conocimiento del hecho, mandó llamar al hombre:
-Véndeme el asno, el conquistador del mundo.
-Te lo venderé, pero debes darme a cambio su peso en oro -respondió el menesteroso.
El rey aceptó, le entregó el oro y el hombre se fue.
El rey hizo que llevasen el asno a sus establos y ordenó que le diesen de comer y beber. Al cabo de pocas semanas, el asno se puso gordo y redondo como una bola.
Un día el rey de una región vecina se dirigió con su ejército a la conquista de la ciudad de la alta torre. Sitiada la ciudad, se preparó para el ataque, pero la gente no se preocupaba en absoluto por el enemigo, convencida de que la salvaría el asno, el conquistador del mundo. Y, en efecto, en determinado momen­to hicieron salir al asno del establo y lo lanzaron contra el ene­migo, fuera de las puertas de la ciudad.
El asno, feliz de encontrarse de nuevo libre, se revolcó por el suelo, rebuznando de tal modo que dejó a todos aturdidos. Los enemigos, que jamás habían visto un asno, se quedaron aterrori­zados. De repente el asno reparó en los caballos del enemigo y, creyendo que se trataba de otros asnos dispuestos a pastar, salió trotando hacia ellos. Al verlo ir a su encuentro, los enemigos fueron presa del pánico, montaron en los caballos y se dieron a la fuga.
En la ciudad de la alta torre hubo gran regocijo. Llevaron al asno de nuevo al establo, lo alimentaron y le dieron de beber. Y se puso cada vez más gordo y, si ya no ha reventado, podéis es­tar seguros de que no ha parado de engordar.

138. anonimo (tajikistan)

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