Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

Cómo la liebre engañó al lobo

Un día de invierno, un lobo hambriento se encontró con una lie­bre y le gritó:
-¡Para! ¡Quédate ahí! Tengo hambre y quiero comerte.
Pero la liebre, sin dejarse intimidar, respondió:
-Lobito amigo, sería una cena muy frugal: ¿no ves que no soy más que piel y huesos? Déjame vivir y el otoño que viene te traeré a mis lebratos. Con ellos sí que te darás un verdadero atracón. Si tienes hambre, vete al pueblo. Ha habido un ban­quete de bodas, los campesinos están todos borrachos y te resul­tará fácil robar una oveja gorda y hermosa.
-De acuerdo, puedes irte -dijo el lobo, pero no te olvides: el otoño que viene me traerás a todas tus crías.
Y cada uno se fue por su camino: el lobo al pueblo, la liebre a su madriguera. Pasó el invierno, pasó la primavera, el verano acabó, llegó el otoño. Un día, el lobo se encontró con la liebre y comenzó a gritarle de lejos:
-Ha llegado el momento, comadre liebre. Te espero el do­mingo que viene con todos tus lebratos. Hace mucho que no como guisado de liebre, ¿has entendido?
-Te he entendido, claro -respondió la liebre. El domingo que viene te los traigo sin falta.
Y se fue saltando alegremente.
El domingo, muy temprano, se puso en marcha con sus le­bratos.
Cuando pasaban cerca de un campo de maíz, la vieja liebre ordenó a sus hijos que cogiesen sendas mazorcas, con todas sus barbas.
-Ahora poneos la mazorca en la boca, dejad que cuelguen fuera las barbas y escondeos. Salid sólo cuando yo os llame, pero hacedlo con calma y no tengáis miedo de nada.
Los lebratos hicieron lo que la madre les dijo y se escondie­ron entre unos arbustos con la mazorca en la boca. La vieja lie­bre acudió al encuentro con el lobo, que ya la estaba esperando y, en cuanto la vio llegar sola, bramó:
-¿Dónde están tus crías? No pretenderás tomarme el pelo, ¿ no?
-No, no, lobito amigo, ten sólo un minuto de paciencia, es­tarán aquí enseguida. Debo decirte que son terribles: desde que se comieron a un león se han vuelto insoportables. A decir ver­dad, estoy contenta de que te los lleves tú. ¿Dónde os habéis me­tido, hijos?
Al oír que su madre los llamaba, los lebratos asomaron la ca­beza por encima de los arbustos y se acercaron al lobo con mu­cha calma.
El lobo los vio, los miró atentamente y, por fin, exclamó:
-Comadre liebre, ¿qué diablos llevan en la boca tus hijos?
-¿En la boca? Ah, no es nada. Te estaba diciendo que ya no sé cómo tratarlos desde que se comieron al león. Se han vuelto tan fuertes que destrozan todo lo que encuentran por el camino. Mira, justo esta mañana devoraron a seis lobos y aún no han de­jado de jugar con sus colas.
El lobo no esperó más explicaciones. Escondió su cola entre las piernas, para que no le sucediese nada, y desapareció en el bosque. Y la vieja liebre, muy contenta, se volvió a casa con sus lebratos.

126. anonimo (rumania)

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