Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 1 de agosto de 2012

Cincemón, el silencioso


Había una vez un armero llamado Cincemón. Fabricaba unas es­padas famosas en todo Japón, pero aún más famosas eran sus vainas. Las espadas entraban en las vainas tan suave y silenciosa­mente que la gente comenzó a llamar a Cincemón el Silencioso.
El príncipe se enteró de su destreza q le ordenó que se pre­sentase en la corte. Pero Cincemón no era sólo un excelente fa­bricante de espadas y de vainas, sino también un alegre bromis­ta. El príncipe no se cansaba nunca de reírse de sus chascarrillos y un día le dijo:
-Escucha, Silencioso, querría recompensarte como te mereces por tu sentido del humor. Pídeme lo que quieras y lo tendrás.
Cincemón pensó un instante y luego dijo:
-Majestad, no necesito nada. Si queréis concederme una gra­cia, dadme permiso para husmear en vuestras orejas cada vez que se me ocurra.
El príncipe reaccionó muy sorprendido:
-Podrías haber pedido algo mejor: oro o plata, por ejemplo. Pero haz lo que te parezca, te doy mi permiso.
El día siguiente estaba destinado a las audiencias. Ministros y cortesanos se presentaron en tropel ante el príncipe. Cada uno de ellos tenía que plantearle alguna inquietud. En cuanto uno se acercaba al príncipe y exponía su problema o su petición, Cin­cemón el Silencioso se acercaba inclinándose hacia el príncipe y le husmeaba la oreja.
Los cortesanos pensaron que Cincemón le susurraba al prín­cipe alguna crítica sobre ellos y comenzaron a tenerle miedo. Por eso, desde aquel día, antes de atreverse a presentarse ante el príncipe, iban a hablar con Cincemón y le llevaban costosos re­galos. El Silencioso se volvió muy rico en poco tiempo.
Un día, el príncipe le preguntó:
-Dime, Silencioso, ¿no te has arrepentido de haberme pedido algo tan insignificante cuando te ofrecí una recompensa?
-No, Majestad, no me he arrepentido en absoluto. Vuestra gracia me ha beneficiado más de lo que yo esperaba.
Y Cincemón le contó al príncipe lo que había ocurrido últi­ma-mente. Al príncipe, al saber cómo Cincemón se había burla­do de sus cortesanos, le dio un ataque tan fuerte de risa que tuvo que sostenerse la panza. Después despidió a ministros y cortesa­nos y nombró al astuto Cincemón único consejero del reino.

040. anonimo (japon)

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