Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 5 de agosto de 2012

Astuto el zorro, pero más astuto el gallo

Hacía tiempo que el zorro le había echado el ojo a un gallo gor­do y hermoso que había en el patio de un campesino rico. Pero no le resultaba nada fácil atraparlo. El gallo era un animal bien plantado, tenía un pico poderoso y unas uñas afiladas.
-Tiempo al tiempo -se dijo el zorro, más vale maña que fuerza.
Un día aprovechó la ausencia del campesino, se metió en el patio y le dijo al gallo:
-Me alegra mucho verte. ¿Sabes que en todo el bosque no pa­ran de hablar de tu manera de cacarear? Se te oye a varias leguas de distancia y tu voz es más sonora que un repique de campanas. Pero hay una cosa que no me convence. Dicen... y no te ofendas, ¿eh?... Dicen que sabes cantar sólo con los ojos abiertos. Si los cierras, tu canto se parece más al cloqueo de una gallina...
-Eso es una calumnia imperdonable -se enfadó el gallo. Te lo demostraré.
Dicho y hecho. Para demostrar que sabía cacarear de muchas maneras, cerró los ojos y abrió el pico. Pero no le dio tiempo a cantar, porque el zorro se le echó encima, lo aferró con sus dien­tes por las alas y se lo llevó, internándose en el bosque.
El sendero pasaba junto a un lugar donde estaban trillando el trigo. El campesino, cuando vio al zorro con el gallo en la boca, cogió una vara y empezó a perseguirlo. El zorro corría con el gallo entre los dientes, mientras que el campesino corría agitan­do la vara. El gallo, sin perder tiempo, le dijo al zorro:
-Me da mucho miedo que el campesino nos mate a los dos a golpes. Dile que voy contigo por propia voluntad.
Al zorro le pareció una buena idea. Sin pensarlo dos veces, gritó:
-Oye, campesino, deja de perseguirnos: tu gallo viene conmi­go por propia voluntad.
Claro que, en cuanto abrió la boca, el gallo quedó libre y alzó el vuelo hasta lo más alto del seto.
-Dicen que el silencio es oro y ahora me doy cuenta de que es cierto -pensó el zorro y, desde aquel día, no volvió a hablar nunca más cuando llevaba sujeto a un gallo entre los dientes.
El gallo, por su parte, decidió que era mejor cantar con los ojos abiertos y, desde aquel día, si andaba el zorro cerca, se cuidaba muy bien de cerrarlos.

161. anonimo (belgica-flandes)

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