280. Cuento popular castellano
Había en un pueblo un matrimonio que tenían
un hijo. Y en el pueblo le tenían por tonto, y le llamaban Perico el Tonto. Y
se murió el padre. Y un día Perico la dijo a su madre que había oído decir que
había en la sierra un gigante que mataba a todos los criados que tenía. Y dijo
que iba a ir él, a ver si le mataban a él también.
Y fue y compró un queso blando y se le metió
debajo de la chaqueta. Y cuando llegó allí, comenzó a hablar al gigante. Y le
dijo el gigante que le iba a matar. Y entonces Perico sacó el queso y le dejó
caer. Y luego le cogió y le apretó en la mano, y se salían los cachos por entre
los dedos.
Y el gigante creía que había cogido una
piedra, y fue él y cogió una piedra y la apretó, y no señalaba siquiera los
dedos en la piedra. Luego decía el gigante entre sí que a éste no lo podría
matar, que ése tenía más fuerza que él.
Y ya después se estuvieron hablando y se
ajustó de ir de criado con él. Y lo primero que le mandó fue que cogiera un
pellejo de vaca y fuera a la fuente por agua. Y Perico no podía con él casi
vacío. Y fue y se puso a clavar estacas alrededor de la fuente. Y de que
tardaba tanto, fue el gigante a buscarle, y dijo:
-¿Qué estás haciendo, hombre?
-Pues, si tengo que venir todos los días por
agua -dice, me llevo la fuente a casa, y así no tengo que venir todos los
días. Y le dijo el gigante:
-No, hombre, no, que dejas el pueblo sin
agua.
Cogió el gigante el pellejo, le llenó de
agua, se le cargó al hombro, y le llevó a casa. Y Perico detrás de él. Y luego
le mandó el gigante:
-Ahora coge. una soga y vete a por un pino al
monte.
Y cogió, llegó al monte, y comenzó a atar
todos los pinos de
la punta con la soga. Y de que tardaba tanto, dijo el gigante:
-Voy a ver qué estará haciendo Perico, porque
siempre está haciendo alguna diablura.
Y cogió y fue al monte. Y cuando llegó allí y
le vio, le preguntó:
-Pero ¿qué estás haciendo?
Dice Perico:
-He pensado que por venir todos los días a
por pinos, me llevo el pinar a casa y así no tengo que venir. Y dice el
gigante:
-No, hombre, no. Con un pino tengo yo
bastante ahora.
Y cogió el gigante y arrancó un pino, se le
echó al hombro y vino a casa. Y Perico detrás de él. Y cuando llegó a casa, la
dijo a su mujer que a ése no le podía matar, que tenía más fuerza que él.
-Como no sea esta noche -dice, que le clave
una navaja cuando esté dormido.
Y Perico lo estaba oyendo. Y cogió e infló un
pellejo y le metió en la cama. Y él se metió debajo de la cama. Y a medianoche
el gigante cogió la navaja y se la fue a clavar. Llegó a la cama, dio una
cortada al pellejo. El pellejo echó un poco de aire, hizo ¡fff!, y el gigante
creyó que le había matado. Y dijo a la mujer que le había matado, que nada más
había echado un poco de aire por la boca, que al día siguiente tenían que
levantarse pronto y tirar la sangre para que no la viera nadie.
Ya al día siguiente se levantó Perico antes
que ellos. Y los dio los buenos días. Entonces le dijo la mujer del gigante al
gigante que cómo decía que le había matado, si se había levantado antes que
ellos. Dijo el gigante que sí que le había matado, y dice la mujer:
-No le puedes haber matado si está aquí.
-Pues, deja -dice, que hoy vamos a probar
las fuerzas.
Y cogió el gigante una barra que no la podían
mover cien hombres. La cogió y la tiró veinte metros. Y le mandó a Perico que
fuera por ella; pero dijo Perico:
-Ande, que yo no voy. El que la haya tirado
que vaya por ella.
Y luego fue el gigante y se la trajo. Y dijo
Perico que si cogía la barra, que iba a ir por Rusia, Alemania y Francia, y que
iba a pegar a la madre del gigante en la panza. Y ya le cogió la barra el
gigante y la escondió para que no la cogiese Perico. Y luego fue a casa y dijo
a la mujer que Perico tenía mucha más fuerza que él, que no le podía matar. Y
le dice la mujer:
-Pues, anda, mándale que vaya con los
gorrinos al campo.
Y fue y se los llevó. Y pasó por allí uno que
iba a la feria a comprar gorrinos. Y dice Perico al que iba a comprar gorrinos:
-¿Dónde vas por ahí?
Le contestó que a comprar gorrinos a la
feria. Y le dijo Perico que él le vendía los que tenía; que se los vendía, pero
que le tenía que dejar todos los rabos. El otro aceptó, se los vendió, y los
rabos los enterró en un barranco. Y fue a casa y le dijo al gigante que los
gorrinos se le habían metido en un barranco, y que tiraba y sólo salían los
rabos.
Y dice el gigante:
Y dice el gigante:
-Bueno. Pues, voy a ir yo a ver si los saco.
Y fue el gigante y tiraba y no salían más que
los rabos. Y le mandó a casa y le dijo:
-Di al ama que te dé una pala y un. azadón.
Y fue y la pidió una sarta de chorizos y
cincuenta pesetas. Y luego Perico se echó a correr a casa. Y de que tardaba
tanto, el gigante volvió a casa y preguntó a su mujer que si dónde estaba
Perico.
-Pues, aquí ha venido -dice. Me ha pedido
cincuenta pesetas y una sarta de chorizos.
Y entonces el gigante echó a correr detrás de
Perico a ver si lo alcanzaba. Y Perico, cuando iba a llegar al pueblo, se
encontró a una mujer que iba a tirar el vientre de una oveja, y la dijo que si
la iba a tirar, que él se le compraba. Y la dio dos reales por él. Y se le
metió entre la chaqueta. E iba un hombre corriendo con un caballo y le dijo
Perico que le dijera al gigante que si le quería alcanzar, que se diera una
cortada en el pecho y otra en el vientre, y que así corría más para cogerle. Y
Perico entonces se dio la cortada y cayó el vientre de la oveja.
Y echó a correr. Y entonces el del caballo se
encontró al gigante. Y le dijo que le había dicho Perico que si le quería
coger.
-Pues, si tengo que venir todos los días por
agua -dice, me llevo la fuente a casa, y así no tengo que venir todos los
días. Y le dijo el gigante:
-No, hombre, no, que dejas el pueblo sin
agua.
Cogió el gigante el pellejo, le llenó de
agua, se le cargó al hombro, y le llevó a casa. Y Perico detrás de él. Y luego
le mandó el gigante:
-Ahora coge una soga y vete a por un pino al
monte.
Y cogió, llegó al monte, y comenzó a atar
todos los pinos de la punta con la soga. Y de que tardaba tanto, dijo el
gigante:
-Voy a ver qué estará haciendo Perico, porque
siempre está haciendo alguna diablura.
Y cogió y fue al monte. Y cuando llegó allí y
le vio, le preguntó:
-Pero ¿qué estás haciendo?
Dice Perico:
-He pensado que por venir todos los días a
por pinos, me llevo el pinar a casa y así no tengo que venir. Y dice el
gigante:
-No, hombre, no. Con un pino tengo yo
bastante ahora.
Y cogió el gigante y arrancó un pino, se le
echó al hombro y vino a casa. Y Perico detrás de él. Y cuando llegó a casa, la
dijo a su mujer que a ése no le podía matar, que tenía más fuerza que él.
-Como no sea esta noche -dice, que le clave
una navaja cuando esté dormido.
Y Perico lo estaba oyendo. Y cogió e infló un
pellejo y le metió en la cama. Y él se metió debajo de la cama. Y a medianoche
el gigante cogió la navaja y se la fue a clavar. Llegó a la cama, dio una
cortada al pellejo. El pellejo echó un poco de aire, hizo ¡fff!, y el gigante
creyó que le había matado. Y dijo a la mujer que le había matado, que nada más
había echado un poco de aire por la boca, que al día siguiente tenían que
levantarse pronto y tirar la sangre para que no la viera nadie.
Ya al día siguiente se levantó Perico antes
que ellos. Y los dio los buenos días. Entonces le dijo la mujer del gigante al
gigante que cómo decía que le había matado, si se había levantado antes que
ellos. Dijo el gigante que si que le había matado, y dice la mujer:
-No le puedes haber matado si está aquí.
-Pues, deja -dice, que hoy vamos aa probar
las fuerzas.
Y cogió el gigante una barra que no la podían
mover cien hombres. La cogió y la tiró veinte metros. Y le mandó a Perico que
fuera por ella; pero dijo Perico:
-Ande, que yo no voy. El que la haya tirado
que vaya por ella.
Y luego fue el gigante y se la trajo. Y dijo
Perico que si cogía la barra, que iba a ir por Rusia, Alemania y Francia, y que
iba a pegar a la madre del gigante en la panza. Y ya le cogió la barra el
gigante y la escondió para que no la cogiese Perico. Y luego fue a casa y dijo
a la mujer que Perico tenía mucha más fuerza que él, que no le podía matar. Y
le dice la mujer:
-Pues, anda, mándale que vaya con los
gorrinos al campo.
Y fue y se los llevó. Y pasó por allí uno que
iba a la feria a comprar gorrinos. Y dice Perico al que iba a comprar gorrinos:
-¿Dónde vas por ahí?
Le contestó que a comprar gorrinos a la
feria. Y le dijo Perico que él le vendía los que tenía; que se los vendía, pero
que le tenía que dejar todos los rabos. El otro aceptó, se los vendió, y los
rabos los enterró en un barranco. Y fue a casa y le dijo al gigante que los
gorrinos se le habían metido en un barranco, y que tiraba y sólo salían los
rabos. Y dice el gigante:
-Bueno. Pues, voy a ir yo a ver si los saco.
Y fue el gigante y tiraba y no salían más que
los rabos. Y le mandó a casa y le dijo:
-Di al ama que te dé una pala y un, azadón.
Y fue y la pidió una sarta de chorizos y
cincuenta pesetas. Y luego Perico se echó a correr a casa. Y de que tardaba
tanto, el gigante volvió a casa y preguntó a su mujer que si dónde estaba
Perico.
-Pues, aquí ha venido -dice. Me ha pedido
cincuenta pesetas y una sarta de chorizos.
Y entonces el gigante echó a correr detrás de
Perico a ver si lo alcanzaba. Y Perico, cuando iba a llegar al pueblo, se
encontró a una mujer que iba a tirar el vientre de una oveja, y la dijo que si
la iba a tirar, que él se le compraba. Y la dio dos reales por él. Y se le
metió entre la chaqueta. E iba un hombre corriendo con un caballo y le dijo
Perico que le dijera al gigante que si le quería alcanzar, que se diera una
cortada en el pecho y otra en el vientre, y que así corría más para cogerle. Y
Perico entonces se dio la cortada y cayó el vientre de la oveja.
Y echó a correr. Y entonces el del caballo se
encontró al gigante. Y le dijo que le había dicho Perico que si le quería
coger, que se diera una cortada en el pecho y otra en el vientre, y así le
alcanzaba. Y el gigante se dio la cortada y se mató. Y Perico llegó a su casa y
él y su madre vivieron muy felices.
Sepúlveda,
Segovia. Ascensión
de Antonio. 2
de abril, 1936. 13
años.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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