Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 27 de julio de 2012

Perico el mago


Había en un pueblo una mujer que tenía un hijo de lo más listo. Además de serlo, al niño le gustaba mucho estudiar en los libros, razón por la cual su madre le dijo un día:
‑Perico, hijo mío, cuánto me gustaría que estudiaras una carrera para que pudieses ser un hombre de provecho el día de mañana. Y aunque no tenemos mucho dinero, lo que haya que pagar yo lo daré por bien empleado; pero has de decirme qué es lo que más te gustaría estudiar.
Perico se lo pensó y le dijo a su madre:
‑Madre, yo quisiera estudiar la magia negra.
De manera que la madre se fue a ver a un maestro de magia para preguntarle si querría enseñar a su hijo.
‑Le enseñaré ‑dijo el maestro‑, pero con una condición.
Le dijo la madre:
‑¿Cuál es esa condición?
Le respondió el maestro de magia:
‑Que al cabo de un año de estudiar conmigo, tiene usted que venir a ver a su hijo, y si le reconoce, pues bien, pero si no le reconoce entre los demás alumnos, me quedo con él para siempre.
La madre no dudó de que sería capaz de reconocer a su hijo y le contestó al maestro que estaba conforme y mandó al hijo a estudiar con el maestro de magia.
El tiempo fue pasando y se aproximó la fecha en la que la madre debía ir a la casa del maestro de magia para reconocer a su hijo. Y sabiéndolo el hijo, hizo lo siguiente: se convirtió en un palomo, salió de la casa del maestro sin que nadie le viera y voló a la de su madre. Cuando vio a su madre, que estaba cocinando junto a la ventana, le dijo:
‑Dentro de pocos días tendrá usted que ir a reconocerme. Yo sé que ese día el maestro nos va a convertir a todos en palomos y, cuando vea que llega usted, echará maíz en el suelo para que comamos todos y así nos confundamos unos con otros; pero yo, en vez de comer, me entretendré en saltar por encima de mis compañeros, de manera que cuando el maestro le pregunte si me conoce, diga que sí, que soy el que está dando saltos.
El día señalado, la madre acudió a casa del maestro de magia y éste la llevó a donde estaban los palomos y le dijo:
‑Uno de estos palomos es su hijo, ¿lo reconoce?
Y ella dijo sin titubear:
‑Sí, es ese que está venga a saltar. Y no lo dudo, porque es igual que cuando niño, que todo su afán era saltar por encima de sus iguales.
Y dijo el maestro, contrariado:
‑Pues ha acertado usted, señora, que ése es su hijo; y ya se lo puede llevar, que no he de enseñarle más porque ya sabe tanto como sé yo.
Así pues, Perico se fue con su madre, tan contento. Y se llevó de casa de su maestro el mejor libro de magia que tenía en la biblioteca sin que aquél se enterase.
Y de vuelta en casa, le dijo lo primero de todo a su madre:
‑Madre, de ahora en adelante vamos a hacer fortuna con todo lo que he aprendido. Y para empezar va a llevarme usted mañana a la feria y yo me voy a convertir en una vaca. Lleve usted la vaca a vender y pida por ella ciento cin­cuenta ducados. Pero no venda la esquila con ella, porque en la esquila estoy yo.
La madre llevó la vaca a la feria y a poco se le presentó un comprador que le dijo:
‑¿Cuánto pide usted por esa vaca?
‑Ciento cincuenta ducados ‑dijo la madre.
‑Pues me parece bien ‑dijo el hombre, y le entregó los ciento cincuenta ducados y se llevó la vaca, pero antes la madre le quitó la esquila y la guardó en su bolsa.
El comprador se marchó a su pueblo con la vaca y la dejó en el establo. A la mañana siguiente se levantó y fue a darle de comer, junto con los otros ani­males que tenía, y se encontró con que la vaca había desaparecido.
Perico, entretanto, estaba muy animado y le propuso a su madre esta vez:
‑Ahora me convertiré en caballo; lo lleva usted a la feria y lo vende por trescientos ducados; y cuide que no entre el freno en la venta, que el freno se lo ha de quedar usted porque en el freno estoy yo.
Mientras sucedía todo esto, el maestro ya había echado de menos su me­jor libro de magia de la biblioteca. Lo estuvo buscando por todos los rincones y al final se dijo: «Para mí que Perico es quien se ha llevado el libro. Quién sabe por dónde andará ahora. Pero, como mañana hay feria, voy a acercarme por allá a ver si ha ido a probar su magia».
Se fue el maestro a la feria y, estando en ella, se encontró con la madre de Perico, que estaba vendiendo un caballo. Y el astuto mago se acercó a la ma­dre y le dijo:
‑¿Cuánto pide usted por este caballo?
Y la madre le dijo lo que Perico le había encargado que dijese:
‑Pues trescientos ducados.
Y dijo el maestro:
‑Me parece bien ‑y tomó el caballo. Entonces la madre fue y le dijo:
‑Espere usted un momento, que he de quitar el freno al caballo porque el freno no entra en el trato.
Y dijo el maestro:
‑Pues yo lo compré con el freno y con él me lo he de llevar.
Y la madre que no, y el maestro que sí, y tanta fue la disputa que llamaron a la justicia que, enterada del asunto, resolvió dar la razón al maestro. Y el as­tuto maestro montó rápidamente en el caballo, le arreó un par de fustazos y le dijo en voz alta, para que lo oyera bien:
‑Arre, Perico, que ahora sí que me vas a pagar el libro que te llevaste de mi casa.
El maestro llegó a su casa muy contento de su astucia y apenas desmontó del caballo les encargó a sus hijos que lo llevaran a la cuadra y, sobre todo, que ni le dieran de comer ni le quitaran el freno. El caballo no hacía otra co­sa que mover la cabeza sin parar y abrir la boca y los muchachos, compade­cidos, se dijeron:
‑¿Qué mal hay en quitarle el freno al caballo, que parece que lo está las­timando?
Con las mismas se lo quitaron y el caballo se convirtió en una trucha y se escapó río abajo.
Entonces el maestro, que se dio cuenta, se convirtió en una culebra y em­pezó a perseguir a la trucha. La trucha, como era hábil, se metía por entre las piedras del río o saltaba por las cascadas, pero la culebra era tenaz y la perse­guía sin descanso. Y así estuvieron mucho tiempo hasta que, al acercarse a la presa de un molino, la trucha vio que la culebra se le echaba encima y, para librarse de la persecución, se transformó en paloma y echó a volar.
De inmediato, la culebra tomó la forma de un águila y siguió a la paloma para darle caza; la paloma ya estaba empezando a sentirse agotada y, cuando volaba cerca de una hermosa casa, se transformó en un mosquito y entró por la rendija de una ventana dentro de la casa.
Aquella ventana era la de la habitación de ‑una bella princesa y el mosqui­to se convirtió en Perico de nuevo y le dijo a la princesa:
‑Me voy a convertir en un anillo y me colocaré en tu dedo. En seguida aparecerá por aquí un caballero y en cuanto te vea te pedirá que le regales el anillo; tú dáselo, pero cuando vayas a ponerlo en sus manos, déjalo caer al suelo, que se romperá en varios pedazos. Entonces pisa con tu pie el pedazo más grande y cuando sientas que este pedazo te empuja hacia arriba, retira el pie.
Conque Perico se convirtió en anillo y se colocó en el dedo de la princesa y todo sucedió como él había dicho: llegó el caballero y le pidió el anillo a la princesa. La princesa lo dejó caer al suelo, se rompió en varios pedazos y pu­so su pie sobre el más grande de todos ellos.
Entonces el caballero se convirtió en una gallina y empezó a comer los pe­dazos del anillo. En ese momento, el pedazo que estaba bajo el pie de la prin­cesa empujó hacia arriba y la princesa, al sentirlo, retiró el pie. Y resultó que el pedazo grande se convirtió en un zorro y se comió a la gallina.
Y, después de esto, el zorro volvió a tomar forma de hombre, que era Pe­rico, y se casó con la princesa y vivieron felices; y él se convirtió en el mago más famoso de toda la región.

003. anonimo (españa)

1 comentario:

  1. Está algo triste supongo que así somos algunos jóvenes con nuestros maestros por lo que cambiamos de ser humanos a ser unos verdaderos animales. Ni hablar el más hábil y con la mirada fija en un objetivo lo logra. Ni hablar bien por ellos pero cuidado porque hay una mirada humilde buena y justa que también sabe actuar...

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