Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

Los tres picos de amor


Cuento popular

Había una vez una muchacha que vivía de la costura y cuyo padre era leñador. Un día, estando este en el bosque buscando leña, se levantó delante de él una piedra grande. Debajo, apareció un sapo, que le dijo:
-¡Ay, viejo! Si me entregas a tu hija para casarme con ella, yo te prometo que te voy a dar mucho dinero y no tendrás que buscar más leña.
-Bueno -le dijo el viejo.
El leñador regresó a la casa y le dijo a su hija:
-Mira, como yo ya estoy viejo y no quiero que te quedes sola cuando muera, he encontrado alguien para que te cases.
-Bueno -dijo la niña.
Al día siguiente, fueron padre e hija hasta donde estaba la piedra.
Esta se levantó y apareció el sapo. El viejo le dijo que le llevaba a su hija.

-¿Ves ese árbol que está ahí? -le preguntó el sapo, señalando un algarrobo con un bulto en el tronco-. Pues dale tres hachazos.
El viejo golpeó tres veces el árbol, y salieron unas monedas de oro que él guardó en su poncho. La hija se despidió del padre y se fue con el sapo. Entraron en la cueva bajo la piedra, y resultó ser un palacio donde había todo lo que necesitaban. El sapo le dijo a la niña:
-Mira, aquí te dejo con todo esto, no te faltará nada. Yo no estoy por el día y vengo a las doce de la noche. Pero júrame que, cuando llegue, no me mirarás.
Ella se lo prometió.
Y pasó el tiempo, y la niña era feliz, pero empezó a pensar:
-¿Y cómo no lo voy a mirar si es mi marido?
Y como no aguantaba más sin conocerlo, decidió llevar una noche una vela con luz para verlo. A medianoche, sintió unos pasos y se quedó quietita quietita. Cuando pensó que estaba dormido, encendió la vela y lo alumbró. Vio que estaba tendido boca abajo y que tenía el pelo como de oro. Del miedo de que el sapo se diera cuenta de que le estaba mirando, se le cayó la vela y le quemó la pelecha [1].
El marido, entonces, se despertó y, como vio que ella había roto su promesa, le dijo que se iría y que, si quería encontrarlo, debía buscar al águila de los tres picos de amor. Sapo y palacio desapa-recieron, y la muchacha quedó descalza en un desierto de dunas.
Con mucha pena, comenzó a caminar. En eso, se encontró con la chuña [2].
-¿Usted sabe dónde está el águila de los tres picos de amor?
-No, no la conozco.
La niña iba a seguir caminando cuando la chuña le dijo:
-Ven, niña, te voy a regalar este peine para que te entretengas.
La muchacha siguió caminando y se encontró con el zorro:
-¿Usted no sabe dónde está el águila de los tres picos de amor?
-No, no sé. Pregunte a los vecinos, tal vez ellos sepan.
La niña ya se iba cuando el zorro le dijo:
-Vuelva, niña, que le voy a dar estos pericotes [3] para que se entretenga y se le pase la tristeza.
Al poco, se encontró con el quirquincho [4], que le regaló un espejo, y después, con la iguana, que le regaló una guitarra. El último de los animalitos que encontró le dijo:
-Niña, ya está cerca de la casa del águila de los tres picos de amor.
Por fin llegó, y allí estaba un águila vieja, sola. La niña le preguntó:
-¿Es esta la casa del águila de los tres picos de amor?
-Para servirle -contestó el águila-. Ahora no trabajo porque estoy muy vieja. Mis tres hijas salen a buscarme comida, pero no están porque se casa el príncipe de cabellos de oro y me van a traer tripas de corderitos.
La muchacha dijo:
-Yo estoy invitada a ese casamiento y quiero ir, pero no puedo llegar. ¿Puede alguien llevarme hasta allí?
El águila vieja sacó una corneta y tocó tres veces llamando a sus hijas. Vinieron las hijas, pero se demoraron un rato, pues estaban en plena preparación de los chivitos y de los corderitos para la fiesta. El águila vieja les dijo a las hijas que llevaran a la muchacha a la fiesta.
-Bien, pero ¿sabe que nosotras comemos mucha carne?
-No importa -dijo la niña-, yo les daré la carne que quieran con tal que me lleven al lugar del casamiento.
-Bueno, creo que con una pata de cordero alcanzará -dijo una de las águilas.
La muchacha aceptó, y le dijeron que se montara en el lomo de una de las águilas. Se despidió del águila vieja y salió para el lugar de la fiesta. El águila que la llevaba comió mucho antes del viaje, pero le dijo a la niña:
-Cuando yo le pida, me tiene que dar carne.
Por fin salieron. Y después de volar un buen rato, el águila dijo:
-Deme de comer.
La muchacha sacó un pedazo de carne y se lo puso en el pico. Así fue pasando el viaje: cada tanto el águila pedía de comer y la muchacha le daba, hasta que la carne se acabó justo poco antes de llegar al lugar. La muchacha se cortó entonces un pedazo de nalga y se lo puso en el pico.
Cuando llegaron, el águila, viendo lo que la muchacha había hecho para darle de comer, dijo:
-Veo que es usted una persona muy buena.
Entonces abrió el pico, largó el pedazo de carne y ella se lo puso en la nalga de nuevo.
Al llegar al lugar de la fiesta, apareció una vieja, que dijo a la patrona:
-Señora, ha llegado una invitada.
-Que pase.
Le dieron una habitación para que esperara. Entonces la niña comenzó a peinarse, y el pelo cada vez brillaba más. La vieja, que estaba espiándola, le dijo a la patrona:
-Señora, ¿por qué no le compra el peine a la niña?
-Bueno, pregúntale que por cuánto lo vende.
La vieja le quiso comprar el peine, pero la muchacha le dijo:
-No, no quiero dinero, quiero hablar con el joven que se va a casar.
La señora aceptó, pero la niña no pudo hablar con él, porque estaba dormido. Así fue entregando sus prendas y, cuando dio la guitarra, el joven se despertó, y ella comenzó a hablarle:
-Yo soy tu mujer, ¿no te acuerdas de que rompí mi promesa de no mirarte y de que quemé sin querer tu pelecha?
La muchacha terminó de contar la historia, y esto hizo que el joven saliera del encantamiento en el que estaba. La reconoció y se quedó con ella para siempre. Y fueron felices y comieron perdices.

015. anonimo (argentina)



[1] Pelecha: piel que muda.
[2] Chuña: ave suramericana.
[3] Pericote: rata grande de campo.
[4] Quirquincho: armadillo pequeño.

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