Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 27 de julio de 2012

Los tres pelos del diablo .003

Había una mujer que tenía un niño precioso y un rey que tenía una niña que era muy bella. Pero resultó que el rey quería también tener un niño, así que fue a ver a la mujer y le dijo que se lo diera y la mujer, claro, se negó. El rey se puso furioso y lo primero que hizo al volver al palacio fue decir que mataran a todos los niños; y la mujer, que se enteró, cogió a su hijo, lo metió en una cestita de mimbre disimulada con unos ramajes y lo echó al río para que los guardias del rey no lo encontraran. Y allá se fue río abajo hasta que encalló en la orilla de un molino.
Los molineros fueron a ver y como era un niño les dio mucha pena dejarlo seguir la corriente y se lo quedaron. Y el niño se fue criando con ellos.
Un día, el rey, que estaba recorriendo sus tierras, llegó hasta el molino y salieron los molineros con su hijo a recibirlo; en cuanto lo vio, reconoció al niño. Entonces le dio una carta y le dijo que era para la princesa y que fuera él mismo a entregársela. El chico dijo que iría y en seguida se puso en camino mientras el rey continuaba su visita por esa y por otras tierras que tenía.
La primera noche que pasó el chico, estando de camino, fue en casa de unos ladrones, pero él no lo sabía. Se echó a dormir tan tranquilo y, aprovechando su sueño, los ladrones le robaron la carta y la abrieron: entonces vieron que en ella ponía que mataran al que la llevaba en cuanto llegase a palacio. Los ladrones, al ver esto, le cambiaron la carta por otra sin que él se diera cuenta y en ésta se decía que el portador debería casarse con la princesa. Al día siguiente el chico llegó a palacio, entregó la carta y, como era una orden del rey, pues se casó con la princesa.
Naturalmente, cuando el rey volvió de recorrer sus tierras y vio lo que ha­bía sucedido en su ausencia se puso aún más furioso, pero ya nada podía ha­cer porque se habían casado. Entonces ideó que si el chico quería seguir conviviendo con la princesa, para merecerla le tendría que traer a él tres pe­los del diablo.
El chico se puso en marcha sin saber a ciencia cierta dónde vivía el diablo; e iba por un camino cuando se encontró a unos hombres junto a una fuente, que le preguntaron qué había que hacer para que aquella fuente manase oro, pues antes lo daba y ahora no. El chico, que era prudente, les dijo que a la vuelta de su encargo se lo diría.
Más adelante encontró a otros señores al pie de un árbol, que le pregunta­ron qué había que hacer para que aquel árbol diera las manzanas de oro que antes daba y ahora no. Y él les dijo lo mismo, que a la vuelta se lo diría.
Por fin llegó a un río y pidió al barquero que lo trasladase a la otra orilla; el barquero, en el viaje, le preguntó qué tendría que hacer para dejar de ser barquero, porque estaba harto de aquel oficio. Y el chico respondió una vez más que a la vuelta se lo diría.
En esto que, preguntando y preguntando, dio con la casa del diablo y lla­mó a la puerta. Le abrió una mujer y el chico le dijo que venía a buscar tres pelos del diablo. Al oír esto, la mujer, que era la mujer del diablo, le dijo:
‑Pero ¡cómo te has atrevido a venir aquí! ¡Si el diablo se entera de que has venido, te matará!
El chico no se arredraba e insistió hasta que ella le dijo:
‑Bueno, está bien, pues quédate escondido ahí fuera hasta que el diablo venga y se duerma y entonces yo le sacaré los tres pelos.
Y dijo el chico:
‑Pero es que también necesito que me responda a tres preguntas.
‑¿Y qué preguntas son ésas? ‑dijo la mujer. Entonces el chico le contó las tres preguntas que le habían hecho por el camino y ella le prometió que lo averiguaría.
A la noche llegó el diablo muy cansado y en cuanto cenó se fue a acostar y la mujer con él. Cuando dormía profundamente, ella le tiró de un pelo y el diablo se despertó, pero la mujer le contó que estaba soñando. El diablo le preguntó qué soñaba y ella le dijo que había unos hombres junto a una fuen­te y no sabían qué hacer para que la fuente manase oro. Y dijo el diablo que eso era porque había un ratón en el caño y lo tenían que sacar.
La mujer esperó a que se durmiese de nuevo y con todo cuidado le sacó otro pelo, pero el diablo lo sintió y se despertó muy enfadado. Ella le dijo que estaba soñando otra vez y que había sido por eso; él le preguntó qué soñaba y ella le dijo que había unos señores al pie de un árbol pensando qué tendrían que hacer para que el árbol volviera a dar manzanas de oro. Y dijo el diablo que primero tendrían que quitar una lombriz que había en las raíces.
Volvió a dormirse el diablo y la mujer le sacó el tercer pelo. Esta vez sí que se enfadó de veras el diablo y quería matarla, pero ella le volvió a decir que só­lo estaba soñando; y el diablo, que le dijera qué soñaba esta vez. Ella le dijo que era un barquero que no sabía qué hacer para dejar de ser barquero y el dia­blo le dijo que entregara los remos al primero que entrara en el barco. Enton­ces la mujer le dijo que ya estaba tranquilo y que no soñaría más, y en cuanto el diablo se durmió, salió a la puerta de la casa y le dio los tres pelos y las tres respuestas al chico.
Se fue el chico con los tres pelos del diablo. Y llegó donde estaba el bar­quero para que le pasase otra vez el río; y le dijo el barquero:
‑¿Me hiciste el recado que te dije?
Y dijo el chico, que era listo:
‑Pues no, que no me acordé.
Conque le pasó el barquero a la otra orilla y, cuando desembarcó, le dijo el chico:
‑Ahora me acuerdo de que sí lo pregunté. Lo que tiene usted que hacer es poner los remos en las manos al primero que pase.
El barquero, agradecido, le dio un burro cargado de oro y el chico siguió su camino de vuelta. Encontró a los señores que estaban al pie del árbol, que seguían allí, y les dijo:
‑Pues han de mirar ustedes en las raíces, porque hay una lombriz en ellas que tienen que sacar para que el árbol dé fruto otra vez.
Así lo hicieron y las ramas del árbol se llena-ron de manzanas de oro y, muy agradecidos, le dieron al chico otro burro cargado de oro y con éste ya llevaba dos.
Más adelante se encontró a los hombres que estaban junto a la fuente, que seguían allí, y les dijo:
‑Miren ustedes en el caño, porque hay un ratón ahí metido y lo tienen que sacar.
Así lo hicieron y la fuente empezó a manar oro y, muy agradecidos, le die­ron al chico otro burro cargado de oro y con éste ya fueron tres. Y con los tres se presentó en palacio y le entregó al rey los tres pelos del diablo. Pero el rey, que vio toda aquella carga de oro que traía, le dijo que de dónde la había sa­cado; y el chico le dijo:
‑Del otro lado del río.
Cogió el rey todos los caballos que pudo encontrar y se fue a la orilla del río, y como le habían dicho al barquero que al primero que viniera le entregase los remos, pues se los entregó al rey y quedó libre de ser barquero. Y el rey se quedó aferrado a los remos y allí sigue, sin saber cómo librarse del encantamiento.

003. anonimo (españa)

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