Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los tres novios .272

272. Cuento popular castellano

Ésta era una muchacha huérfana muy rica, muy rica, que era muy santurrona. Como era rica, y también muy guapa, era muy amiga de burlarse de sus pretendientes y en una ocasión llegó a tener tres novios. Estuvo hablando dos o tres años con los tres; pero ella les mudaba de hora para que no se encontraran el uno con el otro.
Y como pasaba el tiempo, ya un día va un novio de los tres y la dice:
-Bueno, ya llevamos dos años tratando; a ver cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso contigo.
-Y, ¿qué quieres que haga?
-Pues mira -le dice-, tienes que ir una noche a hacer el muerto en las andas que están en la iglesia.
-Bien, y ¿cuándo quieres que vaya?
-Esta noche a las doce.
Y aceptó el muchacho.
A la hora llegó el otro y la dijo a la muchacha:
-Vamos a ver; ya llevamos dos años tratando; a ver cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso contigo.
-Y ¿qué tengo que hacer?
-Pues tienes que ir a las doce de la noche a velar, con una vela encendida, a un difunto que hay en la iglesia.
-Bueno -contestó el muchacho, haré cuanto me mandes.
A poco rato llegó el otro, que eran tres, y la dijo:
-Vamos, ya llevamos dos años hablando; a ver cuándo nos vamos a casar.
-Si haces lo que yo te mande, me caso contigo.
-Pues, ¿qué quieres que haga?
-Pues mira; a las doce de la noche tienes que ir a la iglesia vestido de demonio y con unas cadenas, y en cuanto entres en la iglesia sueltas las cadenas para que vayan arrastrando.
-Muy bien; haré cuanto me mandes.
Los tres muchachos hicieron como habían prometido. El pri­mero que llegó fue el que tenía que hacer el muerto en las andas; al poco tiempo llegó el que tenía que velarle. Y el que estaba de difunto, ¡qué pavor le daría el encontrarse con el otro, el de la vela encendida! Y de seguida entró el diablo -porque el otro iba vestido de diablo- con las cadenas arrastrando. Los otros que lo vieron -se levantó el difunto y echaron a correr, cada uno como pudo, y se escaparon y volvieron a su casa.
Y se puson muy enfermos, todos tres, del susto. Y ya un día se vistieron y salieron a una solana y le dice el uno al otro:
-¡Coño, Fulano! ¿Qué, has estao mu malo? Parece que traes mala cara.
-Y bien malo que he estao, si tú lo supieras.
Y dice el otro:
-Yo también he estao mu malo. Y el otro dijo:
-Pues yo también he estao mu malo, pero bien malo.
-Y, ¿qué enfermedaz has tenlo? -le dijo el uno al otro.
-¡Coño! -dice. Casi no te lo quería decir, que te vas a reír por qué ha sido la mía enfermedaz. Yo trataba con esa se­ñora huérfana (que no tenía padre ni madre ella) y me dijo que si me quería casar con ella que me tenía que hacer el difunto en medio de la iglesia.
Y le contestó el otro:
-Yo fui el que te fui a velar con una vela encendida. Y dice el otro novio:
-Yo soy el que fui vestido de demonio con las cadenas arras­trando por el templo.
Y uno de ellos dice:
-Pues ¡nos las tiene que pagar la muchacha esa!
-¿De qué forma nos las va a pagar?
Y discurre uno de ellos, que era tío camal de la chica que tenía la muchacha de sirvienta:
-Pues yo estaré con la criada (que era sobrina de él) a ver en qué libro lee más de todos los que tiene. Y la chica dijo:
-En el libro de confesión.
Y la dijo su tío:
-Vas a hacerme el favor de dármele.
Y la chica se le dio. Y en el libro puson tres letras de oro en las que decían: «San Pedro, San Juan y Jesucristo mañana a la noche entran por tu casa.»
Y la volvió a dar el libro el tío a su sobrina para que le colo­cara donde le tenía su ama.
A otro día por la mañana se levanta el ama, coge el libro y se va a la iglesia. Y al abrir el libro se encontró con las tres letras de oro. Cuando vino a su casa, cuando regresó de la iglesia, la dijo a su criada:
-Chica, ¿quién ha andao en este libro?
-Yo no, señora.
-¡Oy, pues mira qué letras hay aquí!
-Y ¿qué es lo que dice, señora? -la dice la muchacha.
-Dice que mañana San Pedro, San Juan y Jesucristo entran por tu casa.
Y esa noche la muchacha y su criada les prepararon la cena, para cenar, y a la medianoche fueron los tres novios, el uno ves­tido de San Pedro, el otro vestido de San Juan y el otro de Je­sucristo. Entraron en la casa y la dijon:
-¡Quién como tú que San Pedro y San Juan y Jesucristo en­tran por tu casa! ¡Derecha vas a ir al cielo! Pero antes de ir al cielo tienes que sufrir algo de martirio aquí.
-¡Ay, Dios mío! Impónganme la penitencia que quieran, que yo la cumpliré de buena gana.
Y llevaban unas disciplinas los tres novios. El que hacía de Jesucristo se sentó en una silla, cogió la muchacha y la levantó las faldas. Y los otros dos, con un zurriago bien bueno, empen­zaron a darla golpes. Y les decía el que hacía de Jesucristo:
-¡Dala, dala! ¡Dala en la natura, para que vaya al cielo más pura!
Y se terminó.

Astudillo, Palencia. Pedro Velasco. 15 de mayo, 1936. Labrador, 69 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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