Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

lunes, 2 de julio de 2012

Los tres leones .075

75. Cuento popular castellano

Ésta era una viuda que tenía un hijo, y el hijo tenía tres leo­nes. Y quería ella casarse con un gigante; pero el hijo no quería que le diera padrasto y se oponía a ello. Entonces empezó la ma­dre a buscar la manera de engañar al hijo, que era un poco bobo. Y le empezó a fingir tener muchos dolores a muelas. Se quejaba muchísimo y, como el hijo la quería mucho, pues no hacía más que decirle que con qué se curaría. Y la madre le dijo:
-Mira, hijo. Me han dicho que con el agua de la Fuente de Irás y No Volverás se me cura en seguida del todo.
Y marchó el hijo con los tres leones que tenía a buscarlo, y por el camino se encontró con un señor que le preguntó adónde iba. Y él le contestó que iba a la Fuente de Irás y No Volverás a por agua para su madre, que tenía un dolor muy grande. Y le dijo el señor:
-Mira; a la entrada de esa fuente hay unas puertas muy gran­des, y la fuente tiene dos caños. Uno corre mucho y otro muy po­quito. Llenas tu cántaro en el que corre poco, que si lo pones en el que corre mucho, se cerrarán las puertas, y te quedarás den­tro.
Llegó el joven a las puertas, entró y puso su cántaro en el caño que corría poco. Y cuando salió, las puertas se cerraron y le co­gieron la chaqueta. Tuvo que quitársela y dejarla allí colgando.
Cuando regresaba a su casa, se volvió a encontrar con el se­ñor. Y éste había encargao a su familia que, cuando pasara el muchacho, le quitaran el agua ésa que llevaba y le echaran otra cualquiera. Al pasar el muchacho, le llevó el señor a su casa, y mientras el señor le entretenía, la familia del señor le quitó el agua.
Llegó el muchacho a su casa, y su madre en seguida se dio friegas con el agua y dijo:
-¡Vaya, hijo! ¡Ya se me curó! ¡Oy, qué bien me ha estao esta agua!
Pero al poco tiempo, como seguía el gigante dándole guerra, empezó ella otra vez a quejarse y decía:
-¡Otra vez tengo el dolor hijo! ¿Sabes con qué me han dicho que me curo muy bien, y no me vuelve a dar? Con el sebo de la serpiente. ¡Si con estos bichos, hijo, tú pudieras buscármelo! Anda, ve a ver si lo encuentras, hijo.
Y fue y se marchó. Y en el camino se encontró otra vez con el señor, que le preguntó adónde iba. Y dice el muchacho:
-Le ha dado otro dolor a mi madre, y dicen que con el sebo de la serpiente se cura. Voy a ver si lo encuentro.
-Bueno, mira -le dice el señor. La serpiente es un bicho que tal vez no la puedas matar; pero con estos bichos que tú llevas la acometes y, al abrir ella la boca por tirarse a uno de ellos, la metes la escopeta por la boca y le tiras.
Fue él y así lo hizo. Al encontrar la serpiente la mató y, des­pués de matarle, le sacó el sebo.
Al volverse para casa se encontró otra vez con el señor, y éste volvió a llevarle a su casa. Y mientras el señor le daba de comer, le quitaron el sebo y le dieron de otro. Conque fue en casa de su madre y le dio el sebo. Se dio ella friegas con el sebo y dijo:
-¡Vaya, hijo! ¡Ya se me quitó todo!
Y siguió bien unos días; pero como seguía el gigante dándole guerra, le dijo a su hijo:
-¡Oy, hijo, me han dicho que estos bichos me llaman el hu­mor! ¡Me dicen que encerrándolos donde yo no los vea ni los oiga, me pondría bien del todo!
Entonces el muchacho, como quería mucho a su madre, fue y encerró sus tres leones.
Entonces ya se juntaron el gigante y su madre y le dieron una buena paliza al muchacho. Quedó atontecido, y le echaron de casa. Se marchó el muchacho y un día se encontró con el señor de antes y le contó lo que le había pasao. Entonces el señor le llevó a su casa, y le curaron con lo que le habían quitao en los viajes anteriores, con el agua y con el sebo. Y ya una vez que se puso bien, le mandó el señor a ver si podía sacar sus bichos, porque el muchacho decía que quería vengarse del gigante y de su madre.
Como los leones tenían mucha hambre -no hacían más que aullar- y como a él le conocían, pues en cuanto él los llamó, en seguida brincaron y saltaron por unas tapias. Los sacó y fue a casa y con la ayuda de ellos mató al gigante y a su madre. Y ya vivió feliz en su casa, y aquel señor le protegió mucho.

Sieteiglesias, Valladolid. Narrador XC, 7 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


No hay comentarios:

Publicar un comentario