Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 27 de julio de 2012

Los tres consejos .003

Éste era un matrimonio que eran muy pobres y no hallaban onde trabajar. Y el marido se fué a buscar trabajo a otro pueblo y dejó a su mujer en cinta. Y la pobre mujer se puso de lavandera. Y ya el marido ni escribió ni nada y la mujer creyó que ya no volvía.
Y dió a luz un niño y con el tiempo, el niño hizo estudios y estudió pa cura.
Y el marido estaba en la casa de un buen amo y le sirvió por muchos años. Y ya después de veinte años de servicio, le dijo a su amo que quería volver a su pueblo a ver a su mujer y a su hijo, si acaso lo tenía. Y el amo entonces le dijo:
-¿Cómo no me has dicho que tenías mujer? ¿Tie­nes también hijos?
Y contestó el hombre:
-Señor, no lo sé. Cuando me marché, dejé a mi mujer en cinta y no sé si tengo hijo o no.
Y el amo entonces le dijo:
-Pues muy bien me parece que te vayas a ver a tu mujer.
Y sacó un pan y le dijo:
-Lleva este pan y lo partes cuando tengas una alegría muy grande. Y además, te voy a dar tres consejos: el primero, no te metas nunca por ningún atajo y vas siempre por tu camino alante; el segundo, cuando llegues a una posada, nunca preguntes por lo que no te importa; y el tercero, cuando se te pon­ga en la cabeza de hacer una cosa mal hecha, pién­salo siempre tres veces.
Güeno, pues se despidió de su amo y se marchó pa su pueblo. Y al poco de caminar, se encontró con tres viajeros y le dijeron:
-¿Adónde va usté?
Y contestó él:
-Voy a tal lugar.
-Güeno, pues vamos todos juntos -dijeron ellos.
Y ya dijo uno de ellos:
-Vamos a echar por esta senda, que así llegare­mos más pronto.
Y él dijo:
-No; yo voy por el camino alante, y si llego primero, pediré la cena pa todos en la posada.
Y se marcharon aquéllos por la senda y él por el camino alante. Y él llegó primero a la posada y le dijo al posadero que preparara la comida pa cuatro, que los otros llegarían dentro de poco.
Y estaba él calentándose en la lumbre, cuando lle­garon aquellos tres corriendo y le dijieron:
-Muy bien hizo usté en no ir por la senda, que han salido unos bandoleros y nos han quitao todo el dinero que traíamos.
Conque ya dijo él:
-Me ha salido bien el primer consejo que me dió mi amo.
Y ya comieron todos y él pagó la cuenta.
Y otro día almorzaron y se marcharon. Y por la tarde, llegó él ya solo a otra posada y pidió posada por la noche y le dijieron que entrara. Y entró y le dieron de comer. Y después de comer, preguntó:
-¿Ónde me van a dar ustedes una cama pa dormir?
Y el dueño le dijo:
-Ai puede usté dormir en una banca.
Y él, sin decir nada, se tumbó a dormir en una banca.
Y a media noche, salió el mesonero con un hombre que no era más que los güesos de flaco y le dió de comer en una calavera y de beber en otra. Y aquél sólo miraba y callaba porque se acordaba del segun­do consejo de su amo.
Y ya le preguntó el mesonero:
-¿Estás durmiendo?
-No, señor -contestó el hombre.
-¿Has visto lo que he traído a la habitación?
-Sí, señor, he visto todo.
-¿Por qué no has preguntao nada?
-Porque lo que no me va ni me viene no pregunto.
Y ya le dijo el mesonero:
-Pues ahora le voy a contar a usté una historia. Aquí recogemos a todos los pobres siempre. Y los que preguntan por qué traigo a ese anciano flaco a darle de comer en una calavera y de beber en otra, los ma­tamos y los echamos en esa cueva.
Y entonces le enseñó una cueva llena de muertos.
Y aquél estaba que ya deseaba haberse escapao de allí. Y ya llegó la mañana y le dieron el almuerzo y le dio las gracias al mesonero y se marchó.
Llegó su pueblo y preguntó por su mujer. Y le dijieron:
-Allí vive esa mujer en la casa del señor cura.
Y ya él dijo:
-Pero, ¿cómo es que mi mujer vive en la casa del cura?
Y llegó y pidió posada y le dijieron que entrara. Y por la noche lo llamaron a cenar y cenó. Y como no le conocían, nada decía.
Y ya después de cenar, se fueron a acostar. Y su mujer y el cura se salieron por una puerta y él dice:
-¡Toma! ¡Si mi mujer se va con el cura!
Y le dieron tentaciones de entrar y matarlos a los dos si los hallaba. Pero se acordó del tercer consejo de su amo y dijo:
-No; voy a dormir a mi cama.
Pero no podía dormir y se levantó a los pocos mo­mentos y dijo:
-No; voy a buscarlos pa matarlos.
Pero otra vez se acordó del consejo y se acostó otra vez.
Y ya estuvo durmiendo un rato, cuando de repente despertó y dijo:
-¡Ahora sí los voy a matar!
Y se levantó y ya iba a buscarlos, cuando dijo:
-No, que me dijo mi amo que lo pensara tres veces antes de hacer una cosa mala.
Y se acostó otra vez. Y ya se durmió y cuando despertó, ya era otro día. Y se levantó y fué al come­dor y oyó a su mujer que le decía al cura:
-Siéntate, hijo, a comer, que ya está el almuerzo.
Y el cura le dijo, al verlo:
-Venga a comer, señor.
Y entonces el padre abrazó a su hijo y le dijo:
-Yo soy tu padre.
Y a su mujer le dijo:
-Yo soy tu marido.
Y ya les contó todo lo que le había pasao en el camino y le dió a su mujer el pan que le había dao el amo pa que lo partiera cuando tuviera una alegría muy grande. Y lo partió su mujer y cayeron al suelo muchísimas monedas de oro.

17. Cuento popular

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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