Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los tres consejos .240

240. Cuento popular castellano

Éstos eran dos criaos que estaban sirviendo en una casa. Cuando ya se iban a marchar, los llamó el amo para pagarles y les preguntó qué querían, si dinero o consejos. El primero dijo que él no quería consejos, que de nada servían, y aceptó dinero. Pero el segundo dijo que él accedía a los consejos y aceptó con­sejos en vez de dinero.
El primero salió con su dinero y a poco que había salido le encontraron unos ladrones y le mataron.
El segundo recibió de su amo los siguientes consejos, que eran tres: primero, que cuando fuera por un camino, que siguie­ra siempre la carretera y nunca fuera por atajo; segundo, que en lo que no le iba ni le venía que no se metiera, y tercero, que no hiciera nada antes de pensarlo tres veces.
É1 se fue entonces de la casa de su amo y alcanzó en el ca­mino a un arriero. Al llegar los dos adonde había una desviación en el camino, el arriero dijo que él iba por allí por ser más cerca al pueblo adonde iban. Pero el criado se acordó del primer con­sejo de su amo y no quiso ir con él, sino que siguió derecho por la carretera. Y el arriero encontró unos ladrones que le mataron y le robaron.
El segundo, el criado, llegó a una casa donde había sólo tres habitaciones y cada una con una sola puerta. Llegó y entró y en la primera habitación halló muchas calaveras, brazos, piernas y manos de muertos. En la segunda halló mesas puestas con mu­chos manjares. Y en la tercera halló camas para dormir. Acor­dándose del segundo consejo, no preguntó nada. Comió y se acos­tó a dormir.
A la mañana siguiente llegaron los posaderos y le pregunta­ron si había visto algo. Acordándose del segundo consejo dijo que no, que no había visto nada. Insistieron y otra vez dijo que no, que no había visto nada. Y viendo ellos que era un hombre honrado, le dejaron marcharse y le dieron un saco de oro.
Hacía ya veinte años que no volvía a su casa, donde había dejado a su mujer con un niño de pocos meses. Llegó a su pue­blo y preguntó dónde era su casa. Al llegar a su casa, vio a un joven que andaba paseando por la solana y no sabiendo quién era, le entraron celos y tentaciones de entrar a matarlo. Pero se acordó del tercer consejo que le había dao su amo, y subió y preguntó quién vivía allí y quién era aquel joven. Y resultó que era su hijo. Luego se reconocieron y todos vivieron muy con­tentos. Y colorín colorao. Este cuento se ha acabao.

Carriedo, Santander.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)

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