Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

Los tres cerditos

Había una vez una cerda que tenía tres cerditos. No tenía cómo alimentarlos, así que les pidió que se echasen al mundo para bus­carse la vida por sí solos.
Después de mucho caminar, el primer cerdito se encontró con un hombre que llevaba un haz de paja.
-Dame un poco de esa paja -pidió amablemente el cerdito, querría construirme una casa.
El hombre le dio un poco de paja y el cerdito se construyó una pequeña casa. Poco después, llegó el lobo.
-Cerdito, cerdito, ábreme la puerta y déjame entrar.
Pero el cerdito respondió:
-¡No, no, señor lobo, no abriré la puerta jamás, así que us­ted en mi casa no entrará!
Y el lobo repuso:
-Entonces soplaré, soplaré, y haré que tu casa se venga abajo.
Y sopló y se enfureció hasta que derrumbó la casa. Después se comió al cerdito de un solo bocado.
Mientras tanto el segundo cerdito, después de mucho cami­nar, se encontró con un hombre que llevaba un haz de ramitas. El cerdito dijo:
-Por favor, dame algunas ramitas para que pueda cons­truirme una casa.
El hombre accedió y el cerdito se hizo una casa. Poco des­pués llegó el lobo, que llamó a la puerta diciendo:
-Cerdito, cerdito, ábreme la puerta y déjame entrar.
Pero el cerdito respondió:
-¡No, no, señor lobo, no abriré la puerta jamás, así que us­ted en mi casa no entrará!
Y el lobo repuso:
-Entonces soplaré, soplaré, y haré que tu casa se venga abajo.
Y sopló y se enfureció hasta que derrumbó la casa. Después devoró al cerdito de un solo bocado.
Mientras tanto el tercer cerdito, después de mucho caminar, se encontró con un hombre que transportaba una carga de la­drillos. El cerdito dijo:
-Dame unos ladrillos para que pueda construirme una casa.
El hombre le dio unos ladrillos y el cerdito se construyó la casa. Poco tiempo después, pasó el lobo y llamó a la puerta di­ciendo:
-Cerdito, cerdito, ábreme la puerta y déjame entrar.
Pero el cerdito respondió:
-¡No, no, señor lobo, no abriré la puerta jamás, así que us­ted en mi casa no entrará!
Y el lobo gritó:
-Entonces soplaré, soplaré, y haré que tu casa se venga abajo. Y sopló y se enfureció pero, por más que soplase y se enfu­reciese, la casa se mantenía en su puesto.
Entonces el lobo decidió vencer al cerdito con astucia y le dijo:
-Cerdito, cerdito, ¿sabes tú por casualidad dónde crecen buenos nabos?
-No, ¿dónde crecen? -preguntó el cerdito.
-En aquella pequeña colina, detrás del taller del herrero -respon-dió el lobo-. ¡Si quieres, vendré a buscarte mañana por la mañana e iremos juntos a darnos un buen atracón!
-¿A qué hora debo esperarlo?
-A las seis.
Pero el cerdito no esperó al lobo. Se levantó a las cinco y, antes de que llegase el lobo, se fue a recoger los nabos y volvió. El lobo llegó a las seis y llamó:
-Cerdito, cerdito, ¿vienes conmigo al campo? Pero el cerdito exclamó:
-¿Y por qué? Yo ya he ido, he traído a casa unos cuantos nabos y en pocos minutos prepararé un buen desayuno.
El lobo hizo lo posible por ocultar su enfado y dijo:
-Cerdito, cerdito, ¿sabes tú por casualidad dónde hay unas hermosas manzanas maduras?
-No, ¿dónde?
-En el huerto, en la cima de la colina -respondió el lobo. Mañana por la mañana, a las cinco, vendré a buscarte e iremos juntos a recogerlas.
El cerdito no esperó al lobo. Se levantó muy temprano y fue a coger manzanas. Pero esta vez calculó mal. Había comido ya unas cuantas y estaba bajando del árbol cuando apareció el lobo:
-Cerdito, cerdito, has llegado antes que yo. ¿Son realmente buenas esas manzanas?
-Sí, son muy buenas -respondió el cerdito-. Le tiro una, así podrá comprobarlo usted mismo.
Y le arrojó al lobo una hermosa manzana roja. La manzana rodó colina abajo y, antes de que el lobo pudiese alcanzarla, el cerdito bajó del árbol y corrió a encerrarse en su casa.
Al día siguiente, el lobo volvió a la casa del cerdito y le dijo:
-Cerdito, cerdito, ¿sabías por casualidad que mañana hay mercado en la ciudad?
-Claro que lo sé -respondió el cerdito. Y voy a ir. ¿A qué hora irá usted?
-A las tres -respondió el lobo.
Tampoco esta vez el cerdito esperó al lobo. Se dirigió al mercado antes de la hora fijada y se compró una chocolatera. Luego retomó el camino hacia su casa. Cuando estaba en la cima de la colina vio que el lobo avanzaba por el sendero.
Entonces el cerdito se metió en la chocolatera y se dejó ro­dar colina abajo, en dirección al lobo. Cuando el lobo vio esa cosa extraña que se le venía encima, fue presa del pánico, puso pies en polvorosa.
Al día siguiente, el lobo volvió a la casa del cerdito y le con­tó que había visto una cosa horrible rodando colina abajo. Pero el cerdito se echó a reír y exclamó:
-Pero ¡si era yo! Fui al mercado y me compré una chocola­tera. Cuando lo vi venir, me metí en la chocolatera y llegué a mi casa rodando.
El lobo montó en cólera y se juró a sí mismo que se comería al cerdito esa noche sin falta. Esperó que oscureciese. Luego tre­pó al tejado de la casa del cerdito y comenzó a deslizarse por la chimenea. Pero el cerdito lo oyó y no se quedó con los brazos cruzados. Puso al fuego una enorme cacerola con agua y, cuan­do el lobo saltó al interior de la casa por la chimenea, el cerdito levantó la tapadera. El lobo cayó dentro de la cacerola, el cerdi­to la tapó, dejó que el agua entrase en ebullición y esa noche cenó lobo hervido.

Fuente: Gianni Rodari

039. anonimo (inglaterra)

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