Los tres amigos y sus sueños

Tres amigos decidieron un día salir juntos para dar la vuelta al mundo. Se pusieron de acuerdo en reunir lo que tenían y en di­vidir en partes iguales alimentos y bebidas. Dos de ellos, sin em­bargo, eran muy pícaros, y querían engañar al tercero.

Viajaron juntos durante tres días hasta que llegaron a un bosque muy oscuro. A esas alturas, ya no les quedaba casi nada de comida: apenas un poco de harina para hacer una hogaza. Cuando la pusieron al fuego, uno de los pícaros dijo:

-¿Qué me decís, amigos, si nos echamos un sueño mientras el pan se cuece? El que tenga el sueño más extraordinario se co­merá toda la hogaza.

Aceptada la idea, los tres amigos, entonces, se fueron a dor­mir. Los dos pícaros no tardaron en dormirse, pero el tercer compañero no lograba conciliar el sueño porque tenía mucha hambre. Decidió levantarse, sacó el pan de las brasas y se lo co­mió de un bocado. Después se puso a dormir satisfecho.

Poco después los dos pícaros se despertaron y comenzaron a contarse sus sueños.

Dijo el primero:

-He tenido un sueño maravilloso. Soñé que un ángel de alas de oro se me acercaba y me llevaba al cielo. Y era tan hermoso estar allí, con los ángeles que bailaban y cantaban, que no que­ría regresar a la tierra.

El segundo dijo:

-Yo también tuve un sueño extraño. A mí, en cambio, se me acercó un diablo que me trasladó al infierno, donde me mostró

las penas que sufren las almas pecadoras. ¡Fue un sueño terrible! Nuestros sueños son tan extraordinarios que, sin duda, la hoga­za nos tocará a nosotros. ¡Despiértate, amigo! -y comenzaron a sacudir al tercer compañero, que simulaba dormir, pero que, en realidad, había escuchado sus palabras.

-Cuéntanos tu sueño.

-¿Quién me llama? -dijo, fingiéndose sorprendido. Ami­gos, ¿qué hacéis aquí?

-Pero ¿qué dices? -repusieron los otros dos. Hemos estado siempre aquí, tumbados cerca de ti sobre la hierba, y hemos dor­mido.

-¡Es francamente extraño! -observó el tercero meneando la cabeza-. Soñé que un ángel se acercaba a uno de vosotros y se lo llevaba al cielo, que un diablo se acercaba al otro y se lo lleva­ba al infierno. ¡Y yo estaba tan triste por haberme quedado solo, abandonado por vosotros, que para consolarme me he comido toda la hogaza!

Fuente: Gianni Rodari

012. anonimo (alemania)