Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Los enredos de una bruja


295. Cuento popular castellano

En cierto pueblo había un matrimonio que se llevaban muy bien; pero estaban un poco disgustaos porque no tenían familia.
En ese pueblo había una vieja que la tenían por bruja. La lla­maban la tía Papusia. Esta mujer, al ver que hacían buen matri­monio, les tenía envidia y se encargó de enredarles pa que hicieran mal matrimonio.
Un día, yendo por la calle, se encontró con María, que así se llamaba la esposa, y, después de saludarla, la dijo:­
¡Vosotros vivís tranquilamente, mientras que yo tengo que andar por ahí pordiosando y desnuda y descalzá!
-Sí, señora -dijo la esposa-; nosotros, gracias a Dios, nada nos falta. No es más que estamos algo disgustaos porque no tene­mos familia.
-Hija -la dijo la vieja-, pues el no tener familia, eso consis­te en ti.
-Ya hacemos los posibles por tenerla -dijo María; pero cuando Dios no nos la da, hay que tener paciencia. 
-Pues eso es porque no queréis.
-Y, ¿qué teníamos quehacer, tía Papusia, para tenerla?
-Pues mira -la dijo la bruja; cuando esté tu marido dor­mido, sin que lo sepa él, le cortas las barbas con unas tijeras. Y de ese modo tendréis familia.
-Pero, ¿qué cosas tiene ustez, tía Papusia! -la dijo María. ¿Conque porque le corte las barbas a mi marido vamos a tener familia?
-Hazlo y lo verás -la dijo la bruja.
Al día siguiente se fue la tía Papusia en busca de José Rompebo­tas, que así se llamaba el esposo. Y haciéndole el saludo, lo mismo que había hecho con la esposa, éste la dijo que estaban algo dis­gustaos porque no habían tenido familia. Entonces la tía Papusia le dijo:
-Pues el no tener familia consiste en ti; porque se dice en el pueblo que tu mujer anda en malos pasos.
-No me diga ustez a mí eso -la dice el marido. ¡Eso es men­tira, que mi mujer es una santa!
-Pues es cierto lo que te digo. Y, ¿sabes lo que se dice por el pueblo? Que un día, cuando estés dormido, que tu mujer te va a cortar el pescuezo.
Al decirle eso la vieja bruja, el marido se fue a su casa un poco apenao y por si acaso era cierto o no, se fue a la cama antes que su mujer y se fingió dormido. Y la mujer, como le había -dicho la tía Papusia que le cortara las barbas cuando estuviera dormido, que de esa forma tendrían familia, estuvo mirando por la cerra­dura de la puerta a ver si estaba dormido. Y como roncaba, dijo:
-Pues ésta es la ocasión.
Y al ir a dar el tijeretazo a su marido, que se fingía dormido, abrió éste los ojos y la agarró las manos, quitándole las tijeras, creyendo que la iba a cortar el pescuezo, como le había dicho aquella bruja. Y empezó a darla palos, diciéndola:
-¡Mala mujer! Bien me ha dicho a mí la tía Papusia que me ibas a cortar el pescuezo!
-¡Ay, Dios mío! -decía la mujer. ¡Esa tía bruja que nos ha
metido en un enriedo! ¡Yo no he dicho nada!
-Pues, ¿con qué fin traías tú las tijeras, más que con ése?
-¡Nada, nada! ¡Yo no iba a hacer nada!
Al día siguiente la esposa fue en casa de la tía Papusia y la pre­guntó que qué había dicho a su marido y ésta la dijo que ella no le había dicho nada.
-Pues, ¿qué, te pega tu marido? -la preguntó la bruja.
-Ya me ha dao dos palizas y dice que me va a matar -contes­tó la esposa.
-Pues mira, hija -la dijo la bruja; cuando venga a la noche del campo, yo llevaré tres hombres que se metan debajo de la cama envueltos a una sábana, y cuando te vaya a pegar, tú clamas a las tres Marías y entonces salen ellos y le dan una buena zurra de palos, y verás como no te vuelve a pegar. Y yo también estaré allí escondida en un cuarto.
Y así lo hizo. A la noche, al irse a la cama, empieza el marido a darla palos a su mujer. Y entonces gritó ella:
-¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Virgen Santísima! ¿Quién me ampara? ¡Por las tres Marías!
Al decir eso salieron los que estaban debajo de la cama dándole palos al marido. Entonces dijo él:
-¡Ahora sí que veo que mi mujer es una santa, que nada más ha llamao a las tres Marías, han venido en su auxilio!
Entonces la tía Papusia, que estaba escondida en el cuarto, exclamó con voz alta:
-¿Van las once mil vírgenes?
-¡No, por Dios! -gritaba el marido. ¡No, por Dios! Y mientras decía la tía Papusia:
-¡Mira, que si van te desuellan!
Y entonces el marido, temblándose, dejó de maltratar a la mujer.

Peñafiel, Valladolid.Mariano Ruiz Salinero. 27 de abril, 1936. Dulzainero, 58 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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