Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 7 de julio de 2012

Las tres preguntas .247

247. Cuento popular castellano

Una vez el rey D. Pedro el I de Castilla, nominado el Cruel, hizo una visita al convento de San Bernardo. Yendo al convento, salieron todos los frailes y el padre prior con palio a recibirle. D. Pedro vio al padre abad -un hombre gordo y robusto y colo­radote- y supuso que sus ayunos no le desmejoraban.
Y después de cantar el Te Deum y demás, en los honores de la mesa le advirtió el rey al padre abaz que estaba en buen estado de saluz. Y le advirtió que en recompensa de los cuidados que tenía para sus frailes que le haría un regalo consistente en tres nueces que había de cascar. Se reducían a tres preguntas: pri­mera, cuánto valía él en su trono; segunda, en cuánto tiempo da­ría vuelta al mundo con su caballo; tercera, que qué estaba él pensando que fuera mentira. Que a otra visita que hiciera, se las tenía que contestar, y si no, le recluiría a morir en una celda a pan y agua. Y se despidió hasta otra visita.
Pensando el abaz que no podría contestarle, porque era hom­bre de pocos recursos -¡tan pocos, no pensaba más que en co­mer!- se desmejoró de tal manera que alarmó a todo el conven­to, especialmente al pastor de dicho convento, Pascualillo. Y pre­guntándole al padre abaz que qué le ocurría, que se lo dijera a él, pues se desahogó el padre abaz con él, diciéndole que el rey le había dado tres nueces que cascar, que consistían en tres pregun­tas que él no podía contestar.
Y el pastor, Pascualillo, jovialmente le contestó que no se apu­rara, que él le salvaría del compromiso; que comiera y bebiera y que no se preocupara más.
Al hacer la segunda visita el rey, cuando se hicieron los pre­parativos para recibirle, bajo palio y todo, le dijo Pascualillo que le diera el abaz sus hábitos, que ya había pasado más de un año y no recordaría cómo sería él.
Llegó el día señalado y todos los frailes del convento salieron a recibir al rey de la misma forma que la vez anterior. Entonces, cuando se presentó el rey, echó una mirada al padre abaz y aun­que le encontró tan desmejorado, no le sorprendió por las tres preguntas que suponía no contestaría. Entonces el rey, dirigién­dose al padre abaz, le dijo:
-Padre abaz, ya recordará las tres nueces. ¿Está dispuesto a contestarlas?
Y Pascualillo, vestido de padre abaz, le dijo que sin inconve­niente ninguno podía preguntarle.
-Pues, vamos a ver -dijo el rey. ¿Cuánto valgo yo en mi trono?
--Señor -le contestó Pascualillo, si el Rey de los Cielos va­lió treinta monedas, Vuestra Majestaz, que es de la tierra, le pon­dremos veinte y nueve.
A lo cual se mordió los labios, por su temperamento, el rey.
-Bien. Y la segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo daría vuel­ta al mundo en mi caballo?
Y contestó Pascualillo:
-Señor, si camina con la salida del sol, en veinte y cuatro horas justas.
Y echando el rey su mirada torva, se quedó mirándole al su­puesto abaz.
-Bien -le dijo, la tercera pregunta: ¿qué estoy yo pensan­do en este momento que sea mentira?
-Pues señor, Vuestra Majestaz piensa que yo soy el padre abaz, y soy Pascualillo el pastor.
Y entonces le dijo el rey:
-Pues bien, tú ocuparás su puesto, y él morirá en una celda condenado a pan y agua.
-Señor, no puede ser. Soy un humilde pastor que no sabe leer ni escribir,
Y le dijo el rey:
-Bueno, pues pídeme lo que tú quieras.
Hincando la rodilla en tierra le dijo:
-Señor, no pido más que Vuestra Majestaz tenga clemencia del pobre abaz y que le perdone la vida.
Y el rey entonces le perdonó la vida y así terminó.

Peñafiel, Valladolid. Josefa Capdevila. 29 de abril, 1936. 78 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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