Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de julio de 2012

La picaciña y los picaciños


16. Cuento popular castellano

Esta era una picaciña. Tenía el nido en un pino y tenía cinco picaciños. Pasó un día un lobo y la dijo:
-Picaciña, dame un picaciño, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y ella, la pobre, llorando se le dio.
Al día siguiente pasó otra vez el lobo y le dijo:
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes? Y dice la picaciña:
-Cuatro.
-Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y la pobre picaciña se le dio también. Al día siguiente pasó el lobo otra vez.
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
-Tres.
-Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y la picaciña se le dio.
Al día siguiente pasó el lobo otra vez.
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes? Y le contesta la picaciña:
-Ya dos sólo.
Y dice el lobo:
-Pues dame uno, que si no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y ya la pobre se le dio también, y se quedó llorando ya de ver que le quedaba uno sólo.
Entonces pasó por allí el alcancaraván y, viendo que la picaci­ña estaba llorando, la preguntó:
-Picaciña, ¿por qué lloras?
-Pues, porque tenía cinco picaciños, y ha pasado el lobo y poco a poco me los ha ido llevando. Y ya sólo me ha dejado uno, y va a venir hoy y también me le va a llevar. Y él la dice:
-¿Por qué se los has dado?
-Porque me decía -contesta la picaciña- que si no, a cu­ladas y a rabadas me iba a derribar el nido.
-¡Ay tonta, tonta! -le dijo el alcancaraván, que te has de­jado engañar. Otro día cuando venga, le dices: «Mi nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se derriba con hacha de acero bien afilada».
Cuando se hubo marchado el alcancaraván, llegó el lobo y la dice a la picaciña:
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
-Uno -dice.
-Pues, dámele -dice el lobo-, que si no, a culadas y a raba­das te derribo el nido.
Y contesta la picaciña:
-Mi nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se de­rriba con hacha de acero bien afilada.
-¿Quién te ha dicho eso? -preguntó el lobo.
-El alcancaraván -dice.
-¿Por dónde ha ido el alcancaraván? -preguntó el lobo.
-Por ahí abajo.
-Ahora voy a dar yo a él.
Y el lobo se fue a buscarle. Ya le encontró y le dice:
-Oye, ¿por qué la has dicho a la picaciña que me dijera que su nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se derriba con hacha de acero bien afilada?
-Porque sí -dice el alcancaraván; porque me ha dado pena de que la has quitado sus hijitos y que los has comido.
-Pues, ahora te voy a comer yo a ti -dijo el lobo, y de un bocado le metió a la boca.
-Pues mira -le dice el alcancaraván. Para comerme a mí tienes que decir tres veces, cuando me tengas en la boca: «¡Al alcancaraván comí!» porque si no, tengo una raspa muy grande y se te clava en el paladar y te ahogas. Pero tienes que abrir bien la boca. ¡Hale! ¡A ver!
-¡Al alcancaraván comí! -gritó el lobo.
-¡Pero fuerte! ¡Pero abre más la boca!
-¡¡Al alcancaraván comí!!
Y a la que va a abrir la boca para decirlo la última vez, se escapó el alcancaraván de la boca del lobo y gritó:
-¡A otro tonto, que no a mí!

Pedraza, Segovia. Narrador LVII, 24 de marzo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

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