Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de julio de 2012

La pata de carnero


129. Cuento popular castellano

Éstos eran dos hermanos. El uno era muy rico, y el otro era muy pobre. El rico tenía mucho dinero y muchas casas, mien­tras que el pobre apenas se mantenía.
Un día el pobre se encontraba tan apremiao y tan escaso de recursos que se decidió a enviar a su mujer en casa de su herma­no rico a pedir algo, porque otro día era la romería del pueblo. La mujer se fue en casa del rico, y estuvo con su cuñao para ver si le daba algo. El hermano rico se molestó mucho; pero, por fin, se metió en la casa y salió con una pata de carnero. Se la dio a su cuñada y le dijo:
-Toma esta pata de carnero. Pero te advierto que primero casi se la daba al diablo que a mi hermano.
La pobre mujer se fue entonces para su casa y le contó a su marido lo que había dicho el hermano rico cuando le dio la pata de camero:
-Dice tu hermano que primero casi se la daba al diablo que a ti.
El hermano pobre dijo entonces:
-Hay que ir a dársela al diablo.
Y empezó a andar y andar con la pata de carnero en la mano y a todas las gentes de todos los pueblos les preguntaba que adónde estaban los infiernos. Y la gente sólo le respondía:
-¡Jesús María! ¡Jesús María!
Por fin se encontró con un señor que le dijo que fuera a ver un ermitaño que vivía cerca de allí, y que ése tal vez le podría decir dónde estaban los infiernos.
Llegó donde el santo, y éste le dijo:
-¡Jesús María! Yo tengo ya ciento veinte años y en mi vida he oído otro disparate como ése. Sin embargo, le aconsejo que vaya usté todavía unas doscientas leguas, donde tengo yo un hermano, y acaso ése le dará cuenta dónde se encuentran los in­fiernos.
El pobre emprendió de nuevo su camino y llegó allá. El otro ermitaño era un santo y le dijo:
-Llegará usté a los infiernos, y, antes que llegue, saldrán a recibirle y le darán a usté una buena cama y todo lo que necesi­te, y le dirán que usté necesita descansar; pero usté no quiera nada de lo que le ofrezcan. Le insistirán que coma; pero usté no coma nada. El diablo tiene un anillo en el dedo, y ése ha de reci­bir usté; y antes de que se marche, vuelva con el anillo aquí. Ahora va a ser usté más rico que su hermano. Cuando usté reci­ba el anillo del diablo, ya tendrá mucho que comer, porque siem­pre que le diga al anillo, «Anillo, por la gracia que el santo te dio, haz tu menester», aparecera una mesa de manjares de los más exquisitos que hay en la tierra.
El pobre entonces se encaminó en casa del diablo. Llegó y le entregó la pata de carnero, y el diablo le recibió con muchas aten­ciones; pero él nada quiso aceptar, sino recibir el anillo. Después de recibir el anillo, le dijo adiós al diablo y se fue. Y dijo enton­ces al anillo:
-Anillo, por la gracia que el santo te dio, haz tu menester.
Y apareció de pronto una mesa de ricos manjares, y comió. Por el camino se encontró con dos gigantes, y ellos le dicen:
-Gusanillo de la tierra, ¿sabes que te vamos a comer? Y él les responde:
-No, no; no me coman, que yo les daré de comer.
En seguida sacó el anillo y dijo:
-Anillo, por la gracia que el santo te dio haz tu voluntad.
En seguida se forró una mesa con los más ricos manjares. Los gigantes dijeron:
-¡Válgame Dios!
Y después que comieron, le dijo uno de los gigantes:
-¿Me quieres cambiar ese anillo por esta cachava? Esta ca­chava tiene la virtud que cuando digas, «Cachava, por la gracia que el gigante te dio, haz tu menester», se formará en cuatro di­visiones y matará a un ejército que encuentre.
El pobre entonces tomó la cachava y se la echa a los dos gi­gantes diciendo:
-Cachava, por la gracia que el gigante te dio, haz tu menester.
Se formaron en seguida cuatro divisiones y mataron a los gi­gantes, y el pobre se quedó con la cachava y el anillo.
Empezó otra vez a caminar, y se le presentó otro gigante, que le dice:
-Hola, gusanillo de la tierra, ¿sabes que te voy a comer? Y él le respondió:
-No, no; no me coma.
Y dijo a su anillo:
-Anillo, por la gracia que el santo te dio, haz tu voluntad.
Y se formó en seguida una mesa llena de ricos manjares y comieron. Después de comer, le dijo el gigante:
-Me tienes que cambiar ese anillo por este vaso. Este vaso tiene la virtud que cuando digas, «Vaso, por a gracia que el gi­gante te dio, haz tu voluntad», se formará un palacio que aunque tiren bombas y flechas, se volverán y matarán al mismo que las tire.
Se lo cambió, y en seguida el pobre dijo a su cachava:
-Cachava, por la gracia que el gigante te dio, haz tu voluntad. Y en seguida se la echó al gigante, y se formaron cuatro di­visiones y mataron al gigante. Y así se quedó el pobre con el anillo, la cachava y el vaso.
Entonces el pobre se fue para su casa. Encontró a su mujer y le contó todo lo que le había pasado. Y entonces dijo al vaso:
-Vaso, por la gracia que el gigante te dio, haz tu menester.
Y en seguida se formó un hermoso palacio. Así se hizo rico y poderoso y quedó por rey de toda aquella tierra.

Burgos, Burgos.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)



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