Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de julio de 2012

La muñeca de las onzas


128. Cuento popular castellano

Éstas eran tres hermanas. Dos de ellas salían a coser todos los días, y la pequeña se quedaba en casa para cuidar de la comida.
Y un día cuando estaba sola la pequeña, fue una pobre a pe­dirla una limosna para un niño que tenía. Y la muchacha la dijo que no tenía nada que darla, porque ellos también eran muy pobres. Y la pobre insistía que la diera un poco de pan. Y la dijo la muchacha que si se le daba, pues la regañaban luego las her­manas, porque no tenía más que para la comida.
Pero por fin, como la pobre insistió tanto, se le dio, y la pobre la dio en cambio una muñeca. Y la dijo que la acostara con ella, y que cuando dijera, «Quiero cagar», que la dejara cagar, dicién­dola: «¡Caga, hija, caga!»
Llegaron las hermanas a comer y la pequeña no se atrevía a poner la comida por no tener pan. Ya la obligaron a decir que no le tenía.
-Ha venido una pobre y se le he dado para un niño que tenía. En pago me ha dado esta muñeca. Me ha dicho que la acueste conmigo y que cuando pida de cagar, la diga: «Caga, hija, caga».
Las hermanas se enfadaron mucho con ella y la dijeron que ella sería la que se acostara con la muñeca. Se acostaron, y a media noche, cuando estaban en la cama, dijo la muñeca:
-Quiero cagar.
Y la dijo la muchacha:
-¡Caga, hija, caga!
Y empezó a cagar duros y onzas. Tan grande fue su asombro que llamó a las hermanas. Y al ver ellas que cagaba duros y onzas, se pusieron muy contentas.
Al día siguiente estaban deseando que llegara la noche para irsen a la cama. Y así estuvieron varias noches, hasta el extremo de hacersen ricas. Se pusieron ricas y ya iban a coser en coche.
A todos causaba asombro la prosperidad de las tres hermanas y decían:
-¿Qué habrá pasado a las modistillas, que antes estaban tan pobres y ahora van en coche y tienen tanto dinero? Y la mujer de un zapatero, que vivía enfrente, dijo a su marido:
-Yo he de ver lo que ha pasado. Me voy a ir como que tú me has pegado una paliza. Voy ahora que no están las hermanas.
Fue a casa de las hermanas y la dijo a la pequeña que le de­jara entrar; que la había pegado el marido. Y dice la niña que no puede, porque la regañaban sus hermanas. Pero la mujer insistió:
-Déjame mujer, aunque sea debajo de tu cama.
Y por fin la pequeña la dejó entrar y la metió debajo de su cama.
Volvieron las hermanas y después de cenar se acostaron, sin saber que la mujer del zapatero estaba allí. A media noche la muñeca pidió que quería cagar, y la mujer del zapatero vio que cagaba duros y onzas.
Entonces, cuando las hermanas se quedaron dormidas, salió la mujer del zapatero, cogió la muñeca y se la llevó. Y al llegar a casa le dijo a su marido:
-Mira, consiste en esta muñeca. Nos tenemos que acostar con ella. Y cuando se pone a cagar, caga duros y onzas.
Estaban deseando que llegara la noche para acostarsen. Se acostaron, y a media noche la muñeca dijo que quería cagar.
-¡Caga, hija, caga! -dijo la mujer del zapatero.
Pero en vez de cagar duros y onzas, comenzó una zurraspera que le llenó hasta los bigotes al zapatero. Entonces la zurró bien a la mujer y tiró la muñeca a un corral.
Y el corral era del rey. Un día fue el rey a hacer su necesidad. No tenía papel, agarró, y era la muñeca. Y se le coló para dentro y fue a casa quejándose.
Colorín colorao, colorín colorete, por el bocín salió un cohete.

Riaza, Segovia. 30 de marzo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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