Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de julio de 2012

La joven lista


276. Cuento popular castellano

Éste era un padre que tenía dos hijas..Y una era muy tonta y la otra muy lista. Y una vez el padre se marchó a la feria con la mujer y les dijo a sus hijas:
-No almitáis a nadie hasta que yo no venga.
La hermana lista salió a cuidar el ganado, y cuando la tonta iba a cerrar la puerta, llegó una mujer vieja y la dijo:
-¿No podrán ustedes darme posada para esta noche, que soy muy vieja y me voy a arrecir de frío?
Y como ella tenía buen corazón, la almitió. Y fue y la dijo:
-Suba usted a la cocina, que una hermana que tengo pronto volverá.
Y ella subió. Y cuando volvió la otra hermana de cuidar el ganado, se estaba calentando a la lumbre, y la vio que traía panta­lones por abajo.
-¡Ay, Dios mío, que éste es un ladrón que nos va a matar! -dijo para sí.
Y dijo ella en voz alta:
-Voy a hacer unas sopas para cenar.
Y fue y dijo él (pues en efecto era un ladrón):
-Ahí tengo unas castañas en esas alforjas y las podremos cocer.
Las cocieron y cenaron, y la tonta, venga a comer castañas dormilonas hasta que se quedó dormida. Y la lista hacía que las comía y las tiraba debajo de la mesa. Después de cenar, la dijo la vieja que dónde tenía que acostar. Y le dice la lista:
-Voy a alumbrarla, porque ahí abajo en la pajera puede dormir.
Entonces fue y dice:
-Voy a salir un poco, porque tengo gana de mear.
-Anda, mee usted ahí -le dice la lista.
-No, yo tengo que salir afuera -dice él.
Salió y tocó un pito para que acudieran los demás ladrones.
Y la lista, al ver eso, fue y dio un portazo a la puerta y la atrancó.
-Anda, mujer, abre -la decía, que me hielo aquí.
-Si metes la cabeza por la hornilla -le dijo, te abro la puerta.
La metió y le cortó una oreja.
-¿Ay, que me ha cortado una oreja! -les decía a los otros. Pero volvió a llamarla:
-Anda, mujer, abre.
Fue y dice ella:
-Si metes la mano por la hornilla, te abro la puerta.
Fue y metió la mano y le cortó un dedo.
Y ya se hizo de día, y se marcharon los ladrones. Y ella abrió la puerta y vio que él se había dejado una mano negra, una mano blanca y un cuchillo relumbrador. Vinieron los padres de la feria y la hermana lista se lo contó y dijo:
-Mira lo que se dejó.
A los tres meses volvió él vestido de caballero a pedir parecer a las hijas. Llegó a su casa y dijo al padre:
-Don Jaime, me han dicho que tiene usted dos hijas y vengo a pretender a una -la que me quiera de las dos. Y dijo la tonta:
-Yo no, padre, yo no me caso.
-Pues si no te casas tú -dice la lista, pues me casaré yo. Y fue y se casaron y estuvieron tres meses an ca su padre.
Por fin dice él:
-Mira, tenemos que marchar a nuestra tierra.
Y dice ella:
-Pues ¿qué mejor que en ca mi padre? ¿qué mal estamos aquí?
Pero por fin se marcharon. Ya llegaron lejos, y notó ella que tenía una oreja cortá, y le dice:
-¡Ay, maridito mío, que te falta una oreja!
-¡Anda, perra traidora, que tú me la cortastes! De que lle­guemos, ya me lo pagarás.
Entonces notó que le faltaba un dedo y fue y le dice:
-¡Ay, maridito mío, que te falta un dedo!
-¡Anda, perra traidora, que tú me lo cortastes! De que lle­guemos, ya me lo pagarás.
-Maridito mío, ¿cuándo llegamos a tu tierra?
-De que pasemos este monte, el otro y otro, ya me lo pagarás. Por fin llegaron y salieron catorce ladrones a recibirlos. Y les dijo:
-A por leña. Y a ésta, atarla al ciego. Poner buena lumbre para que se caliente el aceite, y en cuanto esté caliente, matarla y freírla.
Cuando se marcharon a buscar leña, ella cogió las tijeras -como la ataron al ciego- y cortó las cuerdas donde la habían atado, y se marchó. Decía él:
-¡Apelda, apelda, que me se va!
Fueron y tenían una perrita china. Y decían:
-Perrita china, búscanola, que la mejor tajadita para ti será Y ella llegó a una encina y dijo:
-Encinita, ábrete y vuélvete a cerrar y méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió la encina y se metió dentro. Llegaron los ladrones, y la perrita venga a dar vueltas a la encina.
-Pues aquí está -dijeron los ladrones. Vamos a por ha­chas pa cortar la encina y sacarla.
Al ver que se marchaban a buscar hachas, ella dijo:
-Encinita, ábrete y sácame fuera, que me vienen persiguien­do para matarme.
Se abrió la encina y salió. Cuando ya venían los ladrones, se encontró una piedra:
-Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar y méteme dentro, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió y se metió dentro. En este momento llegaron los ladrones a la encina y la cortaron.
-Pues aquí no está. Vamos a buscarla. Perrita china, búsca­nola, que la mejor tajadita para ti será. La perra a dar vueltas a la piedra.
-Pues aquí está. Vamos a levantar la piedra para sacarla.
-No hay barras.
-Vamos a por ellas.
Cuando se marcharon los ladrones, ella dijo:
-Piedrecita, ábrete y vuélvete a cerrar, y sácame fuera, que me vienen persiguiendo para matarme.
Se abrió la piedra y la sacó fuera. Llegaron los ladrones y le­vantaron la piedra:
-Pues no está.
Pero ella a correr, correr, cuando se encontró en el camino con un hombre que llevaba dos burros con arcas; y se le había caído una.
-Buen hombre -le dijo-, si hiciera usted el favor de me­terme en un arca y guardarse la llave en la planta de un pie, por­ que me vienen persiguiendo para matarme.
La metió en el arca. Llegaron los ladrones:
-Buen hombre, ¿qué lleva usted en esas arcas?
-Vacías, hombre.
-Hombre, pues queremos verlas.
-Pues nada más que las abra.
-¿Y ésta que está cerrada?
-Pues he estado comiendo ahí en el pueblo inmediato y me he dejado las llaves encima dé la mesa. Si quieren, ir por ellas.
Todos se marcharon a buscar las llaves. Y ella mientras es­tuvo cerrada, mandó que la abriera y entonces le dijo que su pa­dre se llamaba don Jaime, que vivía en el pueblo inmediato, que nada más preguntase por él.
Los dos burros, cuando les decía «arre», se paraban, y cuan­do decían «so», corrían. Y les dijo:
-¡So, burro! ¡So, burro!
Y los burros más corrían. Llegaron al pueblo y llamaron a don Jaime:
-¡Abre, que ya tengo aquí a su hija!
Y nada más abrir, metieron los burros, y dijo la muchacha:
-¡Ay, por Dios, cerrar la puerta, que están aquí los ladrones! Cerraron la puerta, y colorín, colorao, este cuento se ha acabao.

Matabuena, Segovia. Bonifacia Sanz. 27 de marzo, 1936. 19 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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