Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 26 de julio de 2012

Historia del carnero cuyos cuernos unían el cielo y la tierra


Eranse una vez tres jovencitas, las cuales estaban casi siempre enfermas. Un día, cansadas de tanto padecer, fueron a pedir consejo a una anciana acerca del medio de recuperar la salud.
-Si queréis sanar -les aconsejó la anciana, te­néis que ir a visitar al carnero cuyos cuernos unen el cielo y la tierra; sin duda él hallará algún remedio para vuestro mal.
Y de este modo se llegaron hasta el lugar donde se halla­ba el carnero y le preguntaron:
-¿Podrías tú ayudarnos a sanar?
-¡Ah! -exclamó el carnero.
-¡Pero si yo también estoy muy enfermo...!
-Está bien, carnero, dinos entonces, ¿qué podemos hacer para encontrar un remedio tanto para ti como para nosotras?
Tras reflexionar un momento, el carnero les reveló:
-Tengo entendido que la madre del Sol posee el secreto del buen remedio.
-Pero ¿cómo y dónde vamos a encontrar a la madre del Sol? A no ser que hagas tú de escalera para que podamos su­bir hasta allá arriba... Le pediríamos un remedio para noso­tras, pero también para ti... -le dijeron ellas.
Entonces el carnero formó una escalera con sus cuernos, ascendieron las jóvenes por ella y se presentaron ante la ma­dre del Sol.
-Habéis sido imprudentes al venir hasta aquí -observó ella; porque mi hijo el Sol podría devoraros.
-¿Y por qué no nos escondes tú en algún sitio por aquí?
-Está bien. Metéos dentro de ese armario.
Al poco tiempo llegó el Sol y nada más entrar dijo:
-Aprisa, madre, prepárame algo de comer -y se sentó a la mesa.
-Dime, madre -preguntó al cabo de unos momentos de silencio.
-¿Cómo es que hay tres pares de zapatos delante de la puerta?
-Pues verás, hijo mío; en primer lugar están los zapatos que me pongo para ir al mercado; después los que llevo cuando voy a visitar a mis amigas y, por último, los que uti­lizo para hacer la limpieza en el patio.
-Está bien; pero aquí hay trazas de que ha entrado al­guien extraño.
-No, no, hijo mío, créeme; ningún humano se atrevería a subir hasta aquí.
El Sol acabó de comer y se fue a iluminar la tierra. En­tonces su madre abrió el armario y salieron de él las tres jó­venes. Después de escuchar atentamente cual era el objeto de su visita, recogió los restos de pan que había dejado su hijo sobre la mesa y se los entregó diciendo:
-Tomad y comed de estas migas. De este modo sanaréis.
Las jóvenes se lo agradecieron; pero no se olvidaron del carnero que las había ayudado, y añadieron:
-Hay un carnero cuyos cuernos unen el cielo y la tierra, también él está enfermo. ¿Qué podríamos hacer para curarlo?
-Si quiere restablecerse, tiene que dejar caer a alguien de la escalera de sus cuernos.
-Y les advirtió:
-¡Pero no se lo di­gáis antes de haber descendido vosotras!
Regresaron las tres jóvenes junto al carnero, quien ense­guida les preguntó:
-¿Qué, habéis encontrado ya el remedio para nuestros males?
-Primero déjanos bajar, te lo diremos cuando estemos en el suelo.
Y el carnero les tendió su cuerno escalera para que des­cendieran.
Una vez en tierra las tres jóvenes le dijeron:
-Si quieres curarte, debes hacer caer a alguien de la esca­lera de tus cuernos.
-¿Y por qué no me lo habéis dicho antes de bajar voso­tras? ¡Yo habría agitado un poco mi cuerno y así habría re­cuperado la salud!
Las jóvenes se marcharon y vivieron felices, mientras el carnero aún espera a alguien que quiera subir hasta el Sol para hacerle caer desde lo alto y de este modo curar de sus achaques.

110. anonimo (albania)

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