Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de julio de 2012

Freir, freir, freir


436. Cuento popular castellano

Éstos eran tres estudiantes, alumnos del seminario de Burgos, que vivían en un pueblo cerca de Barbadillo del Mercado. Con mo­tivo de las fiestas de Navidaz, habían ido a pasar unos días en sus casas. Al terminarse las vacaciones, al día siguiente de Reyes, co­gieron sus yeguas y emprendieron el regreso a la capital.
Por aquí nieva bastante en el invierno, y dio la coincidencia que, a poco de salir los estudiantes, comenzó a nevar. De tal modo nevaba que no podían dar un paso, y al llegar a Barbadillo deci­dieron suspender el viaje y entrar en la posada.
El tabernero era muy amigo de hacer apuestas. Como los es­tudiantes se hallaban sin dinero, y allí se hacían gastos, dijo unqo de ellos:
-A éste, que le gusta tanto hacer apuestas, se la vamos a dar.
-Mire ustez -le dijeron al posadero-, ¿le gustaría hacer al­guna apuesta?
-Bueno -contestó el posadero-. ¿Qué apuesta podríamos hacer?
-Pues, nosotros le apostamos a ustez que no asa ustez un rostrizo sin dejar de decir la palabra «freír». Tiene ustez que ir diciendo «freír, freír, freír, freír...». Si ustez deja de decir «freír», nos paga ustez la gran merienda que nos vamos a dar; pero si ustez consigue asar el rostrizo sin dejar de decirlo, nosotros se la pagaremos a ustez.
-Bueno, bueno; en eso quedamos.
En ese momento tocaron a misa y los estudiantes, como estu­diantes para cura, se marcharon para la iglesia; pero uno de ellos se quedó con el posadero a ver cómo asaba el rostrizo. El estu­diante se puso en seguida a tirarle de la chaqueta y a decirle cosas:
-¡Vaya, que tiene ustez una hija muy fea!
En fin, cosas que le podían herir o halagar demasiado; pero era inútil. Sin hacer caso de lo que hacía o decía el estudiante, el posadero empezó a preparar el horno y a asar el rostrizo, repi­tiendo sin cesar:
-Freír, freír, freír, freír...
Los otros dos estudiantes habían entrado en la iglesia. Era costumbre en ese pueblo interrumpir la misa en cierto momento y rezar un padrenuestro para el alma de las ánimas benditas, y a veces se añadían oraciones para alguna cosa extraordinaria. Apro­vechándose de esta costumbre, uno de los estudiantes se acercó al señor cura y le dijo en voz baja:
-Señor cura, ha sucedido una cosa terrible. Tenga ustez la bondaz de rezar un padrenuestro para el posadero, que se ha vuelto loco.
El sacerdote se volvió hacia los feligreses y anunció:
-Un padrenuestro para el posadero, que se ha vuelto loco.
La mujer y las hijas del posadero estaban presentes. Al oír tan espantosa noticia, se levantaron sobresaltadas, y saliendo de la iglesia, corrieron inmediatamente hacia la posada. Al entrar en la cocina, encontraron que el posadero estaba asando un rostrizo, y que estaba diciendo constantemente:
-Freír, freír, freír, freír...
Laa mujer del posadero, afligida en extremo, rompió en amargo llanto y trató de abrazar a su marido. En ese momento llegaron los demás parientes del posadero, asustados y dando voces; pero el posadero no les prestó atención alguna. Se apartó violentamente de su esposa, y continuó asando el rostrizo, repitiendo sin inte­rrupción:
-Freír, freír, freír, freír,...
La mujer no pudo sufrirlo más, y llorando a lágrima viva co­menzó a gritar:
-¡Ay, mi pobre marido! ¡Mi pobre marido, que se ha vuelto loco! ¡Se ha vuelto loco!
Tanto lloró y tantos gritos dio que por fin el pobre posadero no pudo contenerse, y, tirándose de los pelos, exclamó:
-¡Basta ya! ¡Me habéis reventao!
Y perdió la apuesta y tuvo que pagarles la merienda a los estudiantes.

Barbadillo del Mercado, Burgos.        
El señor cura párroco de San Aro de la Fuente, Burgos, Burgos. 19 de julio, 1936.    

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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