Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de julio de 2012

¿Es burra o marrana?

333. Cuento popular castellano

Ésta era una madre que tenía un hijo que era bobo. Decía ella que era bobo. Y ya, pues, le llevaron al servicio. Y cuando vino del servicio, dice:
-Madre, yo quiero ser panadero.
-Pero hijo, ¿cómo vas a ser panadero si no sabes el oficio? Dice:
-Sí, madre; sí lo sé; que lo he aprendido en el servicio.
-Pero, bueno, hijo, si no tenemos dinero. Dice:
-Pues venda ustez esa marrana que tiene ustez en el corral.
-Bueno, pues, llévala al mercao y la vendes.
Y pa ir al mercao tenía que ir a otro pueblo y pasar por un convento de frailes. Y aquellos frailes eran muy ladrones. No pa­saba uno por la carretera que no le engañaran y le quitaran lo que llevara. Y al marcharse el muchacho, le dijo su madre:
-Pero ten mucho cuidado. No pases por el convento, que los frailes son muy ladrones.
Salió el muchacho y cuando iba cerca del convento, salieron a él dos frailes. Y le dijeron que dónde iba con esa burra. Y dijo él que no era burra, que era marrana. Y dijeron los frailes que no, que era una burra. Y él decía que no, que era una marrana. Y dicen los frailes entonces que la tiene que apostar: se lo van a preguntar al primero que venga por la carretera. Si dice que es burra, ganan ellos, y si dice que es marrana, pues gana él. Y le tenían que dar, si ganaba él, doble que valiera la marrana; y los frailes dijeron que si era burra, ellos se quedaban con ella.
Mas el primero que viene por la carretera es otro fraile. Y le dicen que qué es aquello que lleva aquél al mercao. Y dice el fraile que una burra. Dijeron los frailes:
-Pues venga la burra.
Y él dijo:
-Pues tengan ustedes la marrana.
Mas se va a casa y dice a su madre que los frailes le han quita­do la marrana. Y le dijo su madre:
-Ya te decía yo que no pasaras por allí, que eran muy ladrones. Dice:
-Pues no se apure ustez. Me va ustez a traer un vestido de mujer, una burra y unos aguaderos.
Se vistió de mujer, se puso muy guapa y fue al convento de los frailes a ver si querían pan. Mas se formó un nublao mu grande y la panadera lloraba y decía que tenía mucho miedo. Y la dijeron los frailes que no se apurara, que allí había casa para todos. En esto que ya era de noche. Como el nublao seguía, pues ella se quedó a dormir allí. Y dice el prior a todos los frailes que se acuesten, y que onque oigan ruido en su celda, que no les preo­cupe, que no se levante nadie.
Mas no hacen más que acostarse todos los frailes, y él dijo a la panadera que se acostara allí. Mas ella le dijo que se desnudara él el primero. No hizo más que desnudarse el fraile, y sacó él un vergajo que tenía escondido entre la ropa y le empezó a dar verga­jazos. Y le dijo que si era burra o si era marrana.
-Ahora -dice-, me tiene que decir si era burra o marrana.
Y cuantas veces le decía eso, tantos vergajazos daba al fraile. Y después que le dio una buena paliza, le dijo que le tenía que dar todo el dinero que tuviera. Y le dio el dinero y quedó, pues, muy tullido en la cama. Y el muchacho, claro, se fue.
Mas al otro día el muchacho se fue a dar un paseo por cerca del convento., Y los frailes tenían un prao orilla del convento. Y estaban dos paseándose. Y él estaba vestido de médico. Y cogía las hierbas del prao y hacía como si las estuviera examinando. Y los frailes, que le vieron, como los frailes son tan listos, en se­guida se arrimaron a él. Y le dijeron que qué hacía por allí, que le habían oservao que examinaba mucho las hierbas.
Y él dijo que sí, que estaba examinando las hierbas, y que de quién fuera el prao, que no sabía lo que tenía; que tenía un teso­ro; que aquellas hierbas, que valían para curar heridas de palos, de vergajos, de caídas y de esas cosas. Y entonces le dijeron los frailes:
-¡Ay, señor, pues tenemos nosotros al padre muy malito! ¡Si ustez quisiera venirle a ver!
Y dice él:
-¡Ah, sí! Con mucho gusto.
Conque fue a verle y le dijo el fraile que era una caída muy grande que había tenido; que por eso estaba así tullido; que por eso no se podía menear. Y dijo él que eso no era de caída, que era de zurra y de vergajo. Y ya dijo el fraile que sí, que era muy listo, que había acertao. Pero dijo el muchacho que era lo mismo, que él le curaba, que le curaba con aquellas hierbas de su prao. Pero que tenía que hacer una medicina con ello. Y a los frailes que estaban allí con él, los mandó unos a un lao y otros a otro. Y se volvió a quedar solo con el fraile. Y entonces volvió a sacar el vergajo y le dijo:
-¿Es burra o es marrana?
Y ya el padre le pidió por Dios que ya le dejara, que ya le daría todo lo que tenían en el convento y seria obedeciente en todo lo que él mandara. Y entonces le dijo el muchacho que por la noche tenían que ir a su casa tres frailes con tres carros de trigo, que si no iban, que ellos verían lo que iba a pasar, que daría fin de todos los frailes que había en el convento.
Mas llegaron los otros frailes que él había mandao fuera y vieron que le había quedao todavía peor de palos. Y les dijo el prior que era el de la marrana; y que le había quedao orden de que tenían que estar allí en su casa aquella noche con tres carros de trigo; y que se los tenían que llevar tres de ellos, que si no, no les dejaría en paz nunca.
Y el muchacho, al marcharse a su casa, se llevó los hábitos del que estaba en la cama. Llegó a su casa y los colgó de la chimenea. Y en esto que llegaron los frailes con los carros de trigo. Y abrió las puertas del corral y de la calle y las quedó en par en par.
Y les dijo a los frailes que entraran a darse un calentón a la lumbre.
Como tenía colgaos allí los hábitos del fraile, miraron los frai­les y vieron aquello colgao allí. Y fue él y se daban los unos a los otros, para que miraran aquello. Y él estaba observándolos y les dijo:
-Veis lo que he hecho con ése. Pues eso mismo voy a hacer con vosotros.
Como estaban todas las puertas en par en par, los frailes, pues, echaron a correr todos y le quedaron allí los carros con el trigo y con las mulas. Y dijo a su madre que pa que viera que no era bobo, había cobrao la marrana muchas veces. De manera que co­lorín, colorete...

Medina del Campo, Valladolid. Julia, señora de unos 55 años. 8 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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