Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de julio de 2012

El tucán, el gorrión y la paloma

Eranse una vez un tucán, un gorrión y una paloma que vivían en lugares cercanos, pero sin mantener entre sí relaciones de buenos vecinos, por la sencilla razón de que cada uno pertenecía a voladores de distinta especie.
Un día, el inquieto y charlatán gorrión tuvo una idea feliz: propuso a sus compañeros que se reunieran los tres para realizar en común ciertas actividades: trabajar juntos, comer juntos, salir de paseo juntos y, cuando fuese necesario, ayudarse entre sí.
La sencilla paloma aceptó la propuesta del gorrión con quien, a partir de aquel día, compartía las tareas, la mesa, los ocios y también las preocupaciones. El tucán, en cambio, prefirió proseguir en su aislamiento egoísta.
Cierta mañana del mes de enero, el charlatán gorrión tuvo la desgracia de perder a su anciana madre. Faltó tiempo a la paloma para volar a su lado, darle el pésame y ayudarle en todas las ceremonias del entierro.
Al poco tiempo, el primogénito de la dulce paloma pereció víctima de un ave rapaz (Nduiñ). Cuando lo supo el gorrión, acudió presuroso para acompañar en el dolor a la llorosa madre y prestarle los auxilios necesarios. Ya el gorrión y la paloma se habían repuesto de sus desgracias, cuando el egoísta tucán llamó a su puerta, con la siguiente súplica:
-Acaba de morir mi padre, estoy solo. No tengo quien me valga y ayude en el entierro. Os ruego, por lo que más queráis, que vengáis a mi casa y me echéis una mano.
Tanto el saltarín gorrión como la arulladora paloma le respondieron a una:
-Acuérdate de que preferiste trabajar solo, comer solo, vivir solo... Cuando murieron nuestra madre y primogénito, no viniste a darnos el pésame ni a ayudarnos... Ocúpate, pues, tú solo del entierro de tu padre.
Ante esta respuesta dura, pero merecida, el tucán regresó triste y pensativo a su casa. Solo y con mucho trabajo, preparó el ataúd de su padre. Metió en él el cadáver, y solo cargó con él sobre la cabeza, hacia el cementerio.
Cuando llegó a la sepultura, por más esfuerzos que hizo, no consiguió despegar el ataúd. Recorrió la selva en todas direcciones y con sus lastimeros cantos pidió a las demás aves que le ayudasen para desprender de su cabeza el ataúd de su padre. Ninguna le hizo caso. Por eso, a partir de entonces, el tucán lleva a todas partes el ataúd y acompaña su canto con tristes fúnebres notas.
Con la misma medida con que midiereis seréis medidos.

111. anonimo (guinea ecuatorial)

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