Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de julio de 2012

El tonto de palacios


334. Cuento popular castellano

Éste era un tonto que vivía con su madre en Palacios. El tonto crió un cerdo muy grande, y un día le dijo su madre:
-Vete a Estudillo y vendes el cerdo.
Lo supon los frailes de Villasilos, que un poco más abajo es­taba el convento, y vinon cuatro flailes y se puson uno a cada boca de la plaza de aquí de Estudillo. Y sigún entró el tonto en la plaza, le encuentra uno de los frailes y le dice:
-Oye, tú, ¿quieres vender la burra?
-Me ha dicho mi madre que es un cerdo.
Va dando vueltas a la plaza y se encuentra a otro fraile:
-¿Quieres vender la burra?
-Me ha dicho mi madre que es un cerdo.
Anda por la plaza, llega a otra esquina, y estaba allí otro de los frailes y le vuelve a decir:
-Oye, tú, ¿quieres vender la burra?
-Me ha dicho mi madre que es un cerdo.
Va dando la vuelta y se encuentra con el otro fraile:
-¿Quieres vender la burra?
Y entonces dice el tonto:
-Me lo van diciendo cuatro; puede que tengan razón que sea una burra.
Y se le vendió por burra al flaile. Le dio por ella treinta duros.
Viene a Palacios y entraba él loco de contento diciendo a su madre:
-Madre -dice-, he vendido la burra a los flailes en treinta duros.
-¡Mil demonios! ¡Si era un cerdo! ¡Cómo le has vendido por burra en treinta duros!
Coge un palo y empieza a darle golpes. Una vecina que lo oyó pasó inmediatamente y preguntó que por qué castigaba al hijo de esa forma.
-¡Mil demonios! -dice la madre del tonto-. Le he mandao a vender la cerda y la ha vendido a los frailes por una burra. Y le dice la vecina:
-No le pegues por eso, que para más de cuatro cerdos traerá a casa.
Y la dice la madre:
-Y ¿de qué forma va a traer para más de cuatro cerdos? Y la dice la vecina:
-Mira, mañana, si Dios quiere, tienes que buscar un buen traje de señorita, y le vamos a vestir de señorita mañana, si Dios quiere, al tonto.
Al día siguiente le vistieron de señorita al tonto. Y al nochecer le mandó bajar la vecina al convento. Y estaban los frailes, al nochecer, así entre dos luces, paseándose alrededor del convento. Como estaban al fresco, vieron a la sñorita, que también se pa­seaba por allí. Y el padre guardián se enamoró de ella, y la hizon pasar al convento. Entró y la subieron a la celda del padre guar­dián, y éste dijo que iba a dormir con ella. Le contestó la señorita que primero ordenara a los demás de los frailes de que anque oyesen ruido aquella noche, que todo el mundo quieto. Y la seño­rita llevaba un meano muy bueno debajo el vestido.
-Bueno, métete en la cama -le dijo el fraile.
-No; se meta ustez, que después yo me meteré.
Sigún estaba él acostao, saca el meano de debajo de los vesti­dos y empieza a darle meanazos: ¡pim pam, pom pim, pam pom! Y a cada golpe que le pegaba le preguntaba:
-¿Es burra, o es lechón?
¡Pim pam, pom pim, pam pom!
-¿Es burra, o es lechón?
¡Pim pam, pom pim, pam pom!
-¿Es burra, o es lechón?
Y ya cuando estaba medio muerto, le pedía perdón el fraile. Y él le dijo:
-Para perdonarle tiene ustez que darme dos mil reales.
Ya le dio los dos mil reales, y habiéndole dejao medio muerto de golpes que le dio con el meano, se retiró para casa con los dos mil reales. Al llegar a casa le dice la vecina:
-¿Qué tal te ha ido en el convento?
-Buena paliza le he dao, y dos mil reales que me ha dao también.
Y le dice la vieja:
-Mañana, si Dios quiere, tienes que bajar vestido de médico. Y al nochecer, cuando estaban a1 fresco los frailes, andaba él buscando hierbecillas allí alrededor del convento. Y le pregunta­ron los frailes que por qué era el buscar esas hierbecillas. Y les contestó él que era un facultativo.
-Pues bueno, pues haga ustez el favor de entrar a ver al pa­dre guardián del convento, que está bastante grave.
Entró, subieron a la celda con él para que le viera y les dijo: 
-Dejarle desnudo.
Y quitaron la ropa de la cama. Y dijo el facultativo:
-¡Carajo! -dice, este mal que tiene es de una paliza.
Y él cogió la pluma y las recetas y les fue compartiendo a los frailes a las boticas de los pueblos inmediatos y se quedó con el padre guardián sólo en el convento. Saca el meano de entre el cuerpo y empieza a darle otros tantos de golpes, y le volvía a repetir:
-¿Es burra, o es lechón?
¡Pim pam, pom pim, pam pom!
-¿Es burra, o es lechón?
Y ya medio muerto le pedía perdón el fraile; y le dijo:
-Bueno, pero mañana, cuando vengan los frailes, tienen que subirme otros dos mil reales y dos carros de trigo.
Al día siguiente se presentaron dos de los frailes en casa del tonto con los dos mil reales y los dos carros de trigo. Sigún des­cargaron el trigo en casa del tonto, iban a marchar al convento; pero les dijo el tonto:
-De mi casa no sale nadie sin cenar.
Y les puso a cenar en una cocina antigua. Y la vecina había hecho un fosoque y le vistió con los mismos hábitos que los frai­les. Y le tenía colgao en la cocina. Y según estaban cenando, les dio a beber el vino en una bota, y se quedaron mirando al foso­que bebiendo. Y el primero que bebió bajó la vistaa a escape de miedo que le entró al ver el fosoque. Le alarga la bota al otro, éste empina la bota pa beber y se encuentra que está el fosoque arriba, un fraile. Y tardó bastante en bajar la bota, para enterarse de lo que era; y le dice el tonto:
-¿Qué tal, compañero? Es buen vino, ¿eh?, que paez que es­tás mucho tiempo tirando de la bota. Y le dice el fraile:
-No es que estaba bebiendo; es que estaba enterándome del fosoque que hay ahí, que es un flaile.
-Es un flaile que hace unos años me vino a traer otro carro de trigo y por cagarme la cama -dice- le colgué allí. Y ahora -dice- vais a dormir y si me cagáis la cama, sos cuelgo allí.
Se fueron a acostar. Y nada más quedarse dormidos los dos frailes, tenía el tonto un puchero de lentejas bien cocidas. Esta­ban hechas caldo. Y así que se quedaron dormidos, fue el tonto con el puchero de lentejas y se las echó entre los dos según esta­ban los dos juntos en la cama. De suerte que a la mañana siguien­te uno de ellos se echa la mano al culo y hasta el codo se llenó de lentejas que había echao el tonto allí. Le da de codo al otro com­pañero:
-Fulano, Fulano -dice. 
Te has cagao. 
-Yo no.
-Pues yo tampoco.
Y estando en esto, entra el tonto por la puerta de la habitación con un meano en la mano y empieza a darles meanazos.
-¡Ah, coño! Habernos cagao en la cama, ¿eh?
Cogieron los dos frailes y saltaron por la ventana y caminaron al convento. Y se quedó el tonto con los dos carros, con dos mu­las y con los dos mil reales que le habían subido.

Astudillo, Palencia. Pedro Velasco.
13 de mayo, 1936. Labrador, 69 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)

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