Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 30 de julio de 2012

El tigre y el mono


Cuento popular

Cuentan que un día sucedió lo siguiente.
En lo más oscuro del bosque, se encontraron un tigre y un mono. El tigre, que hacía días no probaba bocado, se arrojó sobre el mono, pero este, antes de que el zarpazo le alcanzara, dijo:
-¡Ay, don Simón, si usted me mata, está perdido!
-¿Por qué? -preguntó el tigre curioso.
-Viene una gran tormenta que va a arrastrar a plantas y a animales. Yo he salvado a muchos gracias a la agilidad de mis manos y de mi cola.
Enojado pero temeroso, preguntó el tigre:
-¿Ah, sí? ¿Y a mí cómo puedes salvarme?
-¡Oh! Eso es muy fácil -dijo el mono-. Igual que a los demás. Lo importante es asegurarle al tronco de un árbol grueso.
-Bien, bien -aceptó el tigre.
Entonces, el mono arrancó con rapidez las lianas más fuertes que encontró y ató al tigre, de pies a cabeza, contra el árbol. Le dijo que probara si estaba bien asegurado, y, cuando el tigre le dijo que no podía moverse, el mono cortó una vara fuerte y -¡zas, zas!- azotó a don Simón hasta cansarse.
El tigre gritaba y suplicaba en vano, pero el mono seguía con la azotaina y, cuando al fin se cansó, le dijo:
-Aquí te quedarás y te morirás de hambre y de sed.
El mono siguió su camino, dejando al tigre atado y en estado lamentable. Por casualidad, pasó por allí un zorro, y el tigre le contó toda la historia y le rogó que le soltara. A cambio, le prometió los corderos más gordos del rebaño del vecino. El zorro le soltó, y don Simón se estiró y juró vengarse del mono.
Como había una gran sequía por la zona, el tigre pensó que el mono bajaría a beber en el único pozo con agua de los alrededores. Pero como el zorro era compadre y gran amigo del mono, fue corriendo a avisarle de que el tigre había jurado devorarle en cuanto lo viera. Le aconsejó que se revolcara en un pajar recién quemado hasta que su pelo tomara el color de las nutrias, y bajase con ellas hasta el bebedero.
El mono así lo hizo y, cuando se aproximó al pozo, vio al tigre que, echado al pie de un árbol, con la boca abierta y los ojos encen-didos, lo confundía con las nutrias.
Las nutrias bebieron y se bañaron y, después, se fueron, y el mono con ellas. Entonces, el zorro le dijo al tigre que el mono se había burlado de él haciéndose pasar por nutria. Tan furioso estaba el tigre que se lanzó sobre el zorro y, apretándolo entre sus garras, le dijo que si no le decía la forma de atrapar al mono, le comería en el acto.
El zorro, para salvarse, tuvo que traicionar a su compadre. Le reveló al tigre el lugar donde dormía el mono y le aconsejó la forma de atraparlo: por la noche, debía ir con el carancho y hacerse el muerto al pie del árbol donde dormía el mono.
Y así fue esa noche el tigre con cuidado al árbol donde roncaba el mono, se tumbó y quedó quieto, inmóvil, hasta el amanecer. Muy temprano, llegó entonces el carancho y comenzó a revolotear alrededor del «muerto», gritando varias veces:
-¡Cras, cras, cras! ¡Omanó niporaé caraí Simón! -que en guaraní quiere decir: `¡Ha muerto el señor Simón!'.
El mono, que no tenía un pelo de tonto, pensó que podía tratarse de una trampa y le dijo al carancho, que se había posado en una rama:
-Yo no creo que don Simón esté muerto, pues me acuerdo de que cuando mi pobre madre murió, extendió los brazos y las piernas y soltó tres fuertes ronquidos; don Simón no ha roncado todavía ni una sola vez.
Creyendo el tigre que para pasar por muerto eran indispensables los ronquidos, estiró las piernas y, en vez de roncar, le salieron tres aterradores rugidos.
-¡Ah! -dijo entonces el mono, ahora sí que veo que don Simón está bien muerto. ¡Pobrecito! ¡Era tan bueno! Bajaré a cerrarle los ojos.
Pero el mono, en lugar de cerrarle los ojos, en cuanto estuvo abajo, le dio una palmada al «muerto» y, echando a correr, gritó:
-Ja, ja. ¡Nunca he visto a un muerto que ronque y, menos, que ruja!
Enfurecido, el tigre se levantó y lo persiguió con toda la velocidad de sus patas y, al entrar el mono a una cueva, lo agarró de la cola. El mono gritó enseguida:
-¡Epa, amigo, que has agarrado un palo!
El tigre, creyendo que en realidad había cogido la raíz de un árbol en vez de la cola del mono, la soltó. El mono, entonces, aprovechó para recorrer la cueva y salir por la otra entrada. Después, se marchó de la región.
El tigre, dicen, sigue en la entrada de la cueva esperando a que salga.

Los guaraníes eran un pueblo indígena que residía principalmente en el norte de Argentina y al sur de Brasil, aunque se extendió por toda América. Hoy apenas queda algo de su cultura y de su lengua, también denominada «guaraní». Esta palabra significaba, originariamente, `guerra' y, quizá pasó a designar al pueblo cuando la escucharon los conquistadores. Los guaraniles se denominaba a sí mismos «carios».

015. anonimo (argentina)

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