Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 27 de julio de 2012

El sol, la luna, el viento y el cielo

Hace mucho, muchísimo tiempo, cuando el mundo era aún muy joven, el Sol, la Luna y el Viento fueron invitados a comer a casa de sus primos, el Trueno y el Relámpago. Madre Cielo los pre­paró para el viaje, les deseó que se divirtiesen y se quedó sola en casa.
El Sol y el Viento eran muy golosos. Comieron todos los manjares que sus primos les servían, y no pensaron ni un instan­te en su madre, que se había quedado sola, y en ayunas, en su casa. Sólo la más joven, la pequeña Luna, se acordó de ella, y dejó aparte una porción de cada uno de los platos que había en la mesa.
Cuando el Sol, el Viento y la pequeña Luna volvieron a casa, Madre Cielo les preguntó:
-Hijos míos, ¿no me habéis traído nada?
-¿Cómo se te ocurre, Madre? -replicó con soberbia el Sol, que era el mayor de los tres. Me invitaron para divertirme y disfrutar de la comida, no para hacer de recadero y traerte una tartera. Por otra parte, ni siquiera habrías sido capaz de apreciar los exquisitos manjares que nos sirvieron.
-Claro, claro -aprobó el Viento. Después de todo, ya no te queda ni un solo diente. Y además: ¿te parece elegante traer alimentos en los bolsillos cuando nos invitan a comer fuera? Ya lo sé: una mujer de campo no puede entender estas cosas.
-¡Qué groseros y vulgares que sois! -exclamó la más joven, la pequeña Luna. ¡Me da la impresión de que ninguno de vo­sotros sabe cómo se le habla a una madre!
-Se volvió a la vieja señora y la consoló:
-Te he traído comida, madre. Pruébala. Te he traído un poco de todo lo que nos sirvieron.
-Ojalá que vivas mucho tiempo, mi pequeña Luna -dijo Ma­dre Cielo y luego, dirigiéndose a sus otros hijos, añadió:
-Voso­tros, en cambio, tendréis el castigo merecido. ¡Tú, Sol, porque fuiste a un banquete y no pensaste un solo momento en tu vieja madre, arderás con un fuego sin fin! Lanzarás ferozmente tus ra­yos y jamás sentirás el alivio del aire fresco. ¡Y tampoco tú, Viento, por ser tan egoísta, no volverás a vivir en paz! ¡Secarás todo lo que toques y nunca te quedarás quieto! Pero tú, pequeña Luna, como te has acordado de tu madre, serás siempre fresca, pacífica y hermosa, y todo el mundo te querrá siempre. Cuando alcen sus ojos hacia ti, cantarán tus virtudes y te bendecirán.

004. anonimo (india)

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