Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

jueves, 5 de julio de 2012

El sermón del día de san roque


423. Cuento popular castellano

El patrón de mi pueblo es el glorioso San Roque. Y el día del Santo, que, como ustedes saben, cae el 16 de agosto, se celebra allí con una fiesta morrocotuda. Hay de todo, bailes, corridas de toros, carreras de burras, procesión y romería; pero hay que ver la iglesia cuajada de luces y de flores: el santo parece un ascua de oro.
El perro también, a temporadas, muy majo, pues han de saber ustedes que los dos caciques que eran por turno alcalde, el uno conservador y el otro liberal, le tomaron con el chucho, y hubo cosas de risa. El primero le puso un collar con cascabeles de plata; el otro pescó la vara, le quitó el adorno, y le puso un bozal. El cura párroco, muy anciano, y sin mieja de carázter, tuvo que escribir a su ilustrísima para que prohibiera aquella profanación.
Pero eso no viene al caso. Sí viene el decir que el cura anciano no estaba al tanto de las teologías y retóricas necesarias para de­cir un sermón en honor del santo; así que el municipio mandaba siempre a llamar a un predicador de fuera, y le pagaba a respetive del mérito del sermón.
Se terció un año que vino un señor clérigo de la catedral, per­sona muy leída, y que estaba falto de conquibus, o sea, de metal. Dijo un sermón regularcito; el ayuntamiento le gratificó con doce duros, con lo cual quedó muy satisfecho, prometiendo volver al año siguiente, como así lo hizo, trayéndose un sermoncito de en­cargo, que quitaba el sentido. Porque es lo que él decía:
-Si por un sermoncillo de nada me han dado doce duros, ¿qué no me darán por éste lleno de letras, de latín de los Santos Padres?
Pues, se llevó el gran chasco el buen señor. Cuando fue a co­brar, le puson encima de la mesa diecinueve pesetas limpias y peladas. Le daban ganas de llorar al verlas tan solas. Él no se atrevió a protestar. Luego que alvirtió mis miradas, me llamó aparte y me dijo:
-No comprendo cómo me han pagado de un modo tan mez­quino el sermón de este año, que era magno, siendo que el año pasado me pagaron espléndidamente un sermoncillo de nada, he­cho de mogullón (de cualquiera manera).
-Precisamente por eso -le dije yo-. Ahí está el toque.
-¿Cómo? -me dijo. ¿Pagan aquí los sermones mejor cuan­to peor son?
-No, señor -le dije. Mire ustez, en este pueblo no hay nin­guno que sepa apreciar el mérito de un sermón, así que el muni­cipio se ha dignado pagar una pesetas por cada vez que el predi­cador nombre al santo.
-Y ¿cómo se saben las veces que el predicador nombra al san­to para sacar la cuenta?
-Pues, muy bien -le dije. ¿Ustez conoce al tío Murria, el zapatero?
-No, señor.
-Pues, es un viejecito que por encargo del ayuntamiento se sienta todos los años en el primer escalón del púlpito. Y lleva una caña larga y la cuchilla del oficio, y cada vez que oye el nom­bre del santo, hace una señal en la caña...
Y comprendido. Al año siguiente volvió a predicar trayéndose un sermoncito de encargo capaz de dejar más limpia que la pa­tena la caja de ahorros del municipio. ¡Señor mío, aquello era un chaparrón de San Roques! Empezó diciendo:
-¡Bendito San Roque! ¡Sapientísimo San Roque! ¡San Roque arriba! ¡San Roque abajo! Todos a San Roque adoran. Todos a San Roque claman. Todos a San Roque gritan. ¡Qué más! ¡La naturaleza misma, y hasta las ranas desde sus charcas te alaban! «Roque, Roque, Roque», dicen; «Roque, Roque, Roque», claman; «Roque, Roque, Roque», gritan...
Salta el alcalde, furioso:
-¡Basta, basta! ¡Ustez sí que está buen rana! ¡No miente us­tez más al santo, o salimos a las malas!
Pues, si le dejamos, no tenemos mala plaga. Sigue el predicador:
-¿Dónde pondremos hoy a San Roque? Y dice el tío Murria:
-¡En tus narices, que aquí ya no cabe!
El tío Murria, muy enfadado, tiró la caña, que se hizo mil pe­dazos. Y se fastidió la propina con que yo contaba.

Peñafiel, Valladolid. Mariano Ruiz Salinero.
29 de abril, 1936. Dulzainero, 58 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)












No hay comentarios:

Publicar un comentario