Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 22 de julio de 2012

El sapo .081

En una tribu de indios araucanos había un guerrero que se llamaba Huaranca. Era el más joven, ágil, fuerte, valiente y el mejor cazador. Todos lo querían y respetaban.
Huaranca amaba a la única hija del cacique de la tribu: Chebarén. Ella era linda y graciosa, de ojos grandes y negros como sus trenzas. Chebarén era la joya de la tribu y el tesoro de su viejo padre, que hubiera sido capaz de cualquier sacrificio por la felicidad de su hija.
Huaranca y Chebarén se querian y ambos habían decidido casarse, para lo cual necesitaban el consentimiento del cacique.
Para hacer las cosas bien y como era costumbre, antes de presentarse él mismo, Huaranca envió unos emisarios para que hablaran con el viejo cacique, ponderaran sus virtudes y presentaran los obsequios que debía depositar a sus pies.
Cuando los emisarios llegaron, el cacique estaba durmiendo en su habitación.

‑Mal presagio es éste ‑exclamaron, pero esperaron para poder cumplir su misión.

Cuando el cacique despertó, se presentaron y le explicaron el motivo de la visita, haciéndole entrega de las piedras preciosas, plumas y presentes que enviaba Huaranca.
El padre de Chebarén los recibió con agrado, elogió las virtudes de su hija y consintió a que se realizara la boda.
Unos hombres fueron en busca del novio, mientras las mujeres buscaron a la novia gritando:

‑¡Chebarén! ¡Chebarén! Tu padre te llama para presentarte a Huaranca como tu futuro esposo.
Chebarén se presentó ante su padre y, al ver a Huaranca recién llegado, se adelantó hacia él y le entregó una piedra verde, símbolo de fidelidad, que los araucanos llamaban caru‑curá.
Luego la adivina empezó a quemar raíces para alejar al diabio, pero vio que el humo ascendía en espirales y no en línea recta, por lo que interpretó un mal presagio.
Esto no impidió que Huaranca y Chebarén decidieran su boda después de tres lunas.
Llegó el día de la boda. Festejaron con grandes comidas, danzas y cantos, que duraron hasta avanzada la noche.
Cuando Chebarén y Huaranca quisieron retirarse, toda la tribu danzó y cantó en su honor para despedirlos.
Todavía no se habían alejado cuando alcanzaron a escuchar una voz que salía del fondo de la laguna:

‑iHuaranca!... iHuaranca!... iHuaranca!...

Se detuvieron horrorizados y se quedaron clavados al suelo por un instante, mientras la voz continuaba llamando:

‑iHuaranca!... ¡Huaranca!... iHuaranca!...

Chebarén palideció de miedo y Huaranca, mudo y hechizado, como obedeciendo a una fuerza superior, comenzó a caminar lentamente hacia la laguna.
Un adivino explicó:

‑Esa voz poderosa que llama a Huaranca es la luna, dueña de las aguas. Ella no ha aprobado la boda, por eso descendió a la laguna y desde allí lo llama con voz humana, para separarlo de Chebarén.

Cuando ya Huaranca estaba por entrar en las aguas, la adivina invocó a los dioses para que viniesen en su ayuda.
De pronto, Huaranca se detuvo en la orilla; librado del hechizo, se dio vuelta y corrió hacia los brazos de Chebarén.
Al día siguiente, Chebarén se despertó oyendo la voz de Huaranca que le decía:
‑¡Adiós, Chebarén!... ¡Adiós, Chebarén!... Me voy para siempre... ¡Adiós!
Chebarén salió corriendo y escuchó a la adivina que decía:

Se ha contrariado el designio de la diosa y Huaranca sufrirá un castigo.
Chebarén buscó a Huaranca pero no lo encontró. Sólo vio junto a la entrada de la habitación un animalito verde y feo, que con la voz de Huaranca le volvió a decir:

‑¡Adiós, Chebarén! ¡Me voy para siempre! ‑y dando saltos, se fue a la laguna.
Chebarén corrió al animal que seguía siltando sin detenerse hasta que se metió en la laguna y desapareció.
Chebarén comprendió que la dueña de las aguas los había castigado por desobedecer sus designios y se quedó muy triste, llorando la pérdida de su amado.
Cuenta la leyenda que así nació el sapo. Que croa de noche porque al ver reflejada en el agua la imagen de la luna que lo mira desde el cielo, sigue pidiéndole perdón para volver con su amada.

Argentina, Chile, Paraguay.

Fuente: María Luísa Miretti

15. Pescados,


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