Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 4 de julio de 2012

El rey y el cura de villamediana

249. Cuento popular castellano

Celebrando una cacería un rey, se encontró al cura del pue­blo de Villamediana, gordinflón y pachungo. Chocándole al rey su excesiva robustez -sin duda por lo poco que tenía que dis­currir -le preguntó:
-Parece, señor cura, que está ustez muy gordo y será por lo poco que discurre. Le voy a hacer tres preguntas las cuales quie­ro que me conteste, y así puede ustez pasar sus ratos de ocio. Si me contesta ustez con acierto, le prometo colocarle en mi pa­lacio.
El cura se acongojaba ante el rey; pero le prometió hacer lo posible por contestarle todo lo mejor que él pudiera.
-Las preguntas son las siguientes. Vamos a ver, señor cura, ¿cuánto valgo yo?
-¡Hombre!...
-No, no, no; ya me contestarás. La segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo? 
-¡Oy, qué difícil, señor rey!
-Otra pregunta: ¿qué pensamiento es el que yo tengo ahora con error? Dentro de un mes le espero a ustez en mi palacio y si me contesta ustez con acierto le nombraré capellán de mi pa­lacio; y si no, públicamente le montaremos en un burro y le da­remos unas azotainas.
Alejóse el rey, y el muy buen cura quedóse bien preocupado. No tardó muchos días en salir de paseo y muy preocupado en­contró al cabrero del lugar. Mucho le chocó al cabrero encon­trar al cura muy desmejorado y le preguntó:
-¿Qué le pasa, señor cura? Paece que le encuentro algo malo. ¿Es que está ustez enfermo?
-No, hijo, no. Es que tengo grandes preocupaciones.
Volvióse a repetir el frecuente paseo del cura gordinflón y nuevamente se encontró con el cabrero.
-Me paece, señor cura, que cada vez le encuentro a ustez pior y me paece que le pasa a ustez una cosa muy grave.
-¡Déjame en paz! -le dice el señor cura. Tú eres muy bru­to y no puedes sacarme de tan graves apuros.
-Bueno, señor cura, si yo no pueo ayudarle en algo, me callo.
Continuó su paseo el cura gordinflón y regresó a su casa. An­tes de terminar el mes -plazo que le había fijado el rey para la contestación de sus tres preguntas-, volvióse a encontrar con el cabrero y éste le preguntó:
-¿Cómo vamos, señor cura, de esas cosas graves que a ustez le pasaban?
Y el cura, acongojado y no habiendo resuelto las tres pregun­tas que el rey le había hecho, ya se confesó al cabrero.
-Pues mira, chico. No puedo menos de confesarte que el día que estuvo el rey en ésta de caza, me hizo estas tres preguntas: cuánto valdría él, en cuánto tiempo daría él la vuelta al mundo, y qué pensamiento tenía él con error. Y me dijo que si no contes­taba a estas tres preguntas en el plazo de un mes, me montarían en un burro y me darían azotainas públicamente.
Ttegresó el cura a su casa, y el pastor se quedó con sus cabras. Aproximándose ya los treinta días fijados por el rey, nuevamente se encontró con el cabrero. Y al ver que el cura cada día estaba más flaco y acongojado, le preguntó el cabrero:
-¿Cómo van las tres preguntas, señor cura?
-Mal, hijo, mal.
Apoyóse en la cayada el cabrero y mirando con el ojillo dere­cho al señor cura, le dijo:
-Señor cura, no se apure, pues me paece que yo podría con­testar y ha de salir airoso en esta empresa.
-Pero, ¿tú te comprometes a contestar estas preguntas?
-Me paece a mí que sí, señor cura.
-Pero, ¿tú te vas a presentar ante el rey? ¿No ves que yo soy un sacerdote y tú eres un cabrero?
-No importa, señor cura. Ustez me deja esos hábitos, y yo
voy a palacio y contestaré y saldré bien. No se apure, señor cura. Llegó el día convenido con el rey y el buen cabrero se pre­senta en palacio. Y avisa que allí está el cura de Villamediana
que viene a contestar las tres preguntas que le hizo.
-Que pase -dice el rey.
Al presentarse el cabrero con los hábitos del cura gordinflón, no dejó de chocarle al rey lo mucho que los papazos habían dis­minuido en el cura de Villamediana.
-Señor cura, paece que han aflojado los carrillos.
-No le extrañe, su Majestaz. Las tres preguntas que ustez me hizo me han tenido preocupado y ésa ha sido la causa de no estar tan gordo.
-Vamos a ver. Viene ustez a contestar las tres preguntas que le hice, ¿no es verdaz? Vamos a ver. La primera: ¿cuánto val­go yo?
-Pues a mí me parece que ustez valdrá treinta y cuatro mo­nedas.
-¡Hombre! Pues, ¿cómo así, cómo así?
-Pues sí, señor, porque el rey de los Cielos dieron por él treinta y cinco monedas, y ustez, como es rey de la tierra, valdrá treinta y cuatro.
-Muy bien, muy bien. Vamos a ver, y la segunda pregunta: ¿en cuánto tiempo podría yo dar la vuelta al mundo?
-Pues a mí me parece que si se monta ustez en el sol, en veinte y cuatro horas.
-Muy bien, muy bien. Vamos, vamos. Me parece que no va a haber azota-inas. Vamos a ver, vamos a ver, la tercera pregunta: ésta es la más grave. Ustez, señor cura, podrá saber ahora qué pensamiento tengo yo con error.
-Pues..., yo creo que está ustez pensando que está ustez ha­blando con el cura de Villamediana y está ustez hablando con el cabrero.
-Muy bien, muy bien. Pues mira, ahora te vas a quedar en mi palacio y el cura se va a encargar de cuidar las cabras.

Peral de Arlanza, Burgos. Jesús Vega. 29 de mayo, 1936. 55 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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