Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 4 de julio de 2012

El nuevo cura


414. Cuento popular castellano

Una vez había un labrador que tenía un hijo estudiando pa cura. Pero resulta que en vez de estudiar, se marchaba todos los días de juerga y las asignaturas las daba al diablo. Pero llegó ya la hora en la cual ya debía de haber terminao la carrera y los profesores, aun cuando reconocían que no sabía ni una palabra, decidieron darle la carrera por terminada por causas que, ¡vete a saber!
Y regresó al pueblo el muchacho, y él, a pesar de ser un juer­guista, picardía tenía poca, pero la suficiente para engañar al res­to del pueblo, que todos eran más tontos que él.
Y cuando llegó a casa, le chocaron grandemente las dimensio­nes del horno para cocer el pan. Y agarra un metro y venga a medir el horno por acá, venga a medir el horno por allá; y venga a medir la puerta de la casa; medía las ventanas, medía los bal­cones y se volvía loco el hombre midiendo todo, hasta que su pa­dre se fijó de tantas medidas como tomaba y le dijo:
-¿Qué es lo que mides?
Y el muchacho le dice:
-Pues que me choca pa ónde han podido meter el horno en casa.
Y le dice el padre:
-¡Pero, so animal!, ¿así has empleao las pesetas que yo te
enviaba, que tan poca ciencia azquiristes para no poder compren­
der que el horno fue metido ladrillo por ladrillo? Y entonces dice el muchacho:
-Pero, ¿ustez cree que yo no estudié? Pos, mire si estudié, que llego hasta adivinar las cosas.
Y va y coge la lezna que tienen los labradores para arreglas las sogas y se la mete en un cajón de salvaos. Y el padre, al día si­guiente, fue a buscar la lezna, y nada, que la lezna no aparece. Y entonces le dice al hijo:
-Ven acá, majadero, tú que adivinas las cosas; a ver si me adivinas dónde está la lezna.
-¿No es más que eso? -le dice el muchacho-. Pos eso en seguida se adivina.
Agarra el misal, le abrió por donde le pareció y dice:
-Lezna leznatis, cajonatis salvaratis.
-Y eso, ¿qué es? -dice el padre.
-Pos, hombre; eso es que está en el cajón de los salvaos. Va el hombre para allá y mete la mano, y tanto revolvió que se la clavó en un dedo y dice:
-¡Sí que es verdá! ¡Sí que es verdá que está!
Bueno; conque, ¿qué hace después? Coge una vacaa del cura del pueblo y la sujetó en el monte a un roble en un sitio que le llaman el Monte de la Cabaña. Llega la noche y la vaca el cura, que no aparece. Venga a buscarla por todas partes, hasta que dice el ama del cura que era mejor preguntar al nuevo cura, que todo lo adivina. El cura viejo dijo que eso que era creer en brujerías; pero el ama fue a preguntarle sin decirle a su amo nada:
Abre el libro el nuevo cura y lee:
-Vaca vacatis, sujetatis en el montatis de la cabañatis.
-Y, ¿qué es eso? -pregunta el ama.
Y responde el nuevo cura:
-Pos que eso quiere decir que la vaca está en el Monte de la Cabaña, sujeta a un roble.
Y fueron allá y efeztivamente allí estaba la vaca.
Bueno; pues resulta de que el primer domingo tenía el nuevo cura que cantar misa por primera vez y el sábado por la tarde le dijo al sacristán:
-Te vas a subir a las bóvedas de la iglesia y llevas un tizón encendido y una paloma. Y cuando yo diga que salga Dios en figu­ra de paloma, sueltas por un agujero la paloma para que caiga en la iglesia. Y cuando yo diga que caigan chispas sobre esta ilumi­nación, soplas el tizón pa que salgan las chispas y las vea toda la gente.
Así que llegó por fin el domingo, y el nuevo cura dijo la misa allá como Dios quiso. Se subió al púlpito y empezó el sermón de esta manera:
-Lagartis pintis travesabis caminis. Por debajo el puenti, pe­cis. Debajo de los cantis, sapis.
Y tenía una calavera en las manos; pero cuando la cogió, no se dio cuenta que estaba llena de avispas. Y al decir «Calavera mortis», le picó una avispa, y dijo:
-¡Calavera mortis, mosquis!
Y tiró la calavera entre toda la gente, por lo cual se armó un revuelo que no había quien parara. Y para sosegar la gente y hacerle ver que era un hombre que tenía don divino, dijo:
-¡Que salga Dios en figura de paloma!
Y nada ocurría. Y era que el sacristán andaba corriendo por las bóvedas detrás de un gato que se había comido la paloma. Y por fin logró atrapar el gato, y cuando el nuevo cura volvió a de­cir, «¡Qué salga Dios en figura de paloma!», fue el sacristán y echó el gato y dijo:
-¡No sale Dios en figura de paloma, pero sale el cochino. que se la comió!
Y entonces dijo el nuevo cura:
-¡Éste es un castigo de Dios! ¡Que caigan chispas sobre esta iluminación!
Y mientras el sacristán corría tras del gato, se le apagó el ti­zón; así que cuando el cura repitió:
-¡Que caigan chispas sobre esta iluminación! -el sacristán asomó la cabeza por el agujero y dijo:
-¡Que caigan hostias benditas, que se me apagó el tizón!
Y entonces la madre del nuevo cura gritó:
-¡Hijo, hijo, benditos sean los nueve meses que te tuve en el vientre!
Y ahí terminó la misa.

Frama (Potes), Santander. Juan José Orga Díaz.
25 de mayo, 1936. Maestro calzador, 31 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

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