Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 27 de julio de 2012

El gato, la codorniz y el conejo

Una codorniz tenía su nido en un arbusto. Después de vivir un tiempo allí, desapareció y nadie la volvió a ver. Los vecinos cre­ían que le había ocurrido algo malo. En el nido abandonado, construyó su refugio un conejo, quien se quedó allí, feliz y con­tento, durante más de un año.
Fue entonces cuando volvió la codorniz y, al ver su nido ocu­pado, comenzó a chillar:
-¡Fuera de aquí, ladrón! ¡Fuera de mi casa!
-¿Tu casa? -repuso el conejo. Si el que esta viviendo aquí soy yo, quiere decir que la casa es mía.
-¡Pero yo la he construido!
Y el conejo:
-Y yo la he reparado y la he dejado más bonita.
-¡Tengo pruebas de lo que digo!
-También las tengo yo.
-Reclamaré ante el juez.
-Y yo también.
-Ya -se interrumpió la codorniz, pensativa, pero ¿quién hará de juez entre nosotros dos?
-¿Quién, según tú?
Los vecinos aconsejaron:
-El gato montés que vive más allá, en el hueco del árbol, en la linde del bosque.
La codorniz y el conejo se fueron a ver al gato. Vivía en el tronco vacío de una vieja encina. Cuando vio llegar a los dos litigantes, adivinó de qué se trataba. Colocó la cabeza entre sus patas y adoptó una actitud meditabunda.
La codorniz se detuvo a una respetuosa distancia, saludó y dijo:
-Perdona, gato sabio, si interrumpimos tus meditaciones. Hemos venido a hacerte una consulta.
El conejo añadió:
-Hemos oído hablar de tu sabiduría y de tu lucidez, y desea­mos que juzgues nuestro caso.
Pero el gato sabio sacudió la cabeza:
-Queridos míos, si queréis algo de mí, tenéis que acercaros un poco más. Ya sabéis que soy viejo y no oigo muy bien.
La codorniz y el conejo se armaron de valor, se adelantaron unos pasos y volvieron a rogarle al gato que hiciese de juez entre ellos dos. Pero el gato repitió:
-Más cerca, amigos, más cerca. Ya os he dicho que estoy un poco sordo.
La codorniz y el conejo se acercaron aún más y repitieron su petición por tercera vez. Pero el gato, por tercera vez, maulló:
-Es inútil. Si no me habláis al oído, no llego a comprender ni una sola palabra.
La codorniz y el conejo se colocaron finalmente muy cerca y comenzaron a contarle su caso, hablándole al oído.
En la mitad del relato, el gato dio un salto, atrapó a la co­dorniz con sus uñas, al conejo con sus dientes y, en sendos bo­cados, devoró a los dos litigantes.
La codorniz y el conejo deberían haber tenido en cuenta que, frente a dos que discuten, quien se lo pasa mejor es el tercero.

004. anonimo (india)

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