Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 4 de julio de 2012

El gallego tonto

368. Cuento popular castellano

Era un gallego que tenía un hermano en Madrid. Y una vez fue a pasar una temporada con él. Como al hermano parece que le molestaba porque se había quedado mucho tiempo en su casa, ideó cómo había de echarle. Y una noche, cuando estaba dur­miendo, cerró bien todas las ventanas y puertas bien cerradas, para que no hubiera luz, para hacerle estar todo el tiempo en la cama, a ver si de ese modo se iba.
Así que al día siguiente, cansado ya de dormir, el gallego llamó:
-¡Hermanu!
El hermano se desnudó y fue a ver lo que quería. Y el otro le dijo:
-¡Ay, cuánto siento haberte molestado! ¿Cuándo amanece?
-Pero, hombre, ¿conque acabas de acostarte y preguntas que cuándo amanece?
-Bueno, hombre, vete, que no te volveré a molestar.
Como pasaron otro día sin abrirle, ni ver luz, él volvió a gritar:
-¡Hermanu! ¿Cuándo amanece? El hermano volvió otra vez a desnudarse y le dijo:
-Pero, hombre, hombre, estamos a mitad noche.
-¡Ay, cuánto siento incomodarte! Perdona, hermanu.
A la noche siguiente, el hermano, ya cuando vio que llevaba tanto tiempo sin comer, le abrió las ventanas para que al amane­cer viera la luz. Cuando amaneció, se levantó el gallego y le dijo al hermano:
-Hermanu, yo me marcho al pueblu.
-Pero, hombre -le dijo el hermano, ¡qué pronto te cansas de estar en Madrid!
-¡No quiero más Madrid! ¡Me voy al pueblu! Y partió para el pueblo.
Se le hizo de noche en el camino y llegando a un pueblo, pre­guntó por la posada. Le dijo al posadero que si había posada, y el posadero le dijo que sí, que sí había posada.
-Pero, antes, ¡coñu!, tengo que preguntarle una cosa -dijo el gallego.
-¡Dígame!
-¿Aquí son las noches tan largas como en Madrid?
-Hombre -dijo el posadero, ¿qué más tiene? 
-¡Pues entonces no me quedo!
Y siguió el camino, andando, andando. Al día siguiente se sentó a descansar en una pradera. Como iba rendido de sueño, se quedó dormido. Cuando estaba durmiendo, pasaron por allí unos frailes. Y como curiosos los frailes, fueron a ver a aquel hom­bre que estaba tumbao y vieron que dormía. Le tocaron y no des­pertaba. Entonces uno de ellos dijo:
-¿Queréis que lo vistamos de fraile?
Y así lo hicieron. Le quitaron la ropa y le pusieron los hábitos y se marcharon. Cuando el gallego despertó y se vio vestido de fraile, empezó a dudar si era él o no era él. Se levantó y cuando caminaba decía:
-¿Son eu o no son eu?
Se tentaba la ropa y decía:
-No son eu.
Volvía a mirarse y decía:
-Sí, son eu.
Así fue todo el camino hasta llegar a su pueblo.
Al llegar a su pueblo, al primero que encontró le preguntó:
-¿Hijo de Domingo, Mingacho Mingachón, vino de los Ma­driles?
-No, non vino.
-¡Pues sí son eu, coñu!
Se dirigió a la casa su padre, y cuando lo vieron, empezaron a abrazarle:
-¡Un hijo fraile! ¡un hijo fraile!
Todos los amigos fueron a visitarle y, como era la víspera de la fiesta, acordaron que predicara el sermón. Al día siguiente se fue a la iglesia tan templao y se subió al púlpito. El padre, para oírle mejor, se puso debajo del púlpito. Empezó el fraile diciendo:
-Señores, el que oya mi voz se va a salvar y el que no, será condenao.
Empezó a accionar con las manos fuertemente y hacer con la boca aspavientos como si hablaba. Y una vieja sorda que había allí decía:
-¡Boca de ángel, boca de ángel! Y los demás decían:
-Estamos condenaos porque nosotros no oímos nada.
En esto el padre, que estaba debajo el púlpito y no veía nada
de lo que accionaba el hijo, salió fuera y le dijo: 
-¿Qué haces ahí, borrico? Y él contestó:
-¡Ya que mi padre me llama borrico, nin digo misa nin pedrico!

Peñaranda de Duero, Burgos. Amalio Hernán. 16 de julio, 1936. Sastre, 60 años.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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