Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 29 de julio de 2012

El buen tiempo

Hace muchos, muchos años, hubo un invierno muy riguroso, con tanta nieve que nadie podía salir de caza. El mal tiempo se prolongó tanto que muchos se preguntaban cuándo volvería el calor. Los animales se habían refugiado en una gran tienda y dormían al amor de la lumbre. La que estaba más cerca del fue­go era la ardilla, que una noche se despertó y dijo:
-He soñado con el calor. Salgamos y vayamos a buscar el ve­rano.
Y así todos partieron en busca del verano. Después de mu­cho caminar, llegaron a un extenso claro y, desde allí, observa­ron una pequeña grieta en las nubes. Se deslizaron a través de esa grieta y alcanzaron el reino del cielo. En ese reino vivía un oso negro que había robado el calor a la tierra y lo había ence­rrado en un saco.
Los animales llegaron a la tienda del oso, pero el oso no es­taba allí. Había salido con su canoa y había atravesado el río para cazar en la otra orilla.
La ardilla le dijo entonces al ratón:
-Ratón, ratoncito, persigue al oso y roe el remo de su canoa.
El ratón corrió por la orilla hasta que encontró la canoa del oso. Rogó el remo y volvió a la carrera junto a los demás ani­males. Mientras tanto, éstos habían encontrado el saco donde estaba encerrado el calor y corrían hacia la grieta en el cielo, para volver a bajar a la tierra con el saco.
El oso, después de cazar, se dirigió hacia su canoa, entró en ella y tomó el rumbo de su casa. Pero en cuanto comenzó a re­mar, el remo se hizo pedazos. Se vio obligado a bajar y a inter­narse en el bosque para hacer uno nuevo. Cuando finalmente lle­gó a su tienda, se dio cuenta de que alguien le había robado el saco del calor. Sin perder más tiempo, corrió hacia la grieta del cielo.
Los animales habían llegado allí justo en ese instante: el saco del calor era muy pesado, y habían hecho tanto esfuerzo lleván­dolo a rastras por el camino que ya estaban al borde del desma­go. La grieta del cielo estaba a punto de cerrarse; sólo quedaba una hendidura muy pequeña. La ardilla le dijo entonces al lucio:
-¡Lucio, rápido, haz un agujero!
El lucio introdujo su boca en la pequeña hendidura y abrió un buen agujero. Desde entonces al lucio le ha quedado esa ex­traña boca aplanada.
El oso estaba muy cerca de ellos. La ardilla, en cuanto lo vio, arrojó el saco a tierra, el saco se abrió y el calor quedó libre. Los animales se lanzaron a través del agujero y el oso siguió tras ellos. Desde aquel momento, el oso ha seguido viviendo con los demás animales, conservando por siempre un carácter combati­vo y huraño.

007. anonimo (norteamerica)

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