Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 29 de julio de 2012

De dónde vienen los tontos

Una vez, en una encrucijada, se encontraron tres hombres. Los habían echado de su casa porque eran demasiado tontos, y an­daban errantes por el mundo. Buscando una solución, dijeron:
-Si juntamos nuestras tres cabezas, aunque sean tres cabezas tontas, algo bueno tendrá que salir.
Decidieron, por ello, mantenerse siempre unidos.
Durante el trayecto, llegaron a un campo donde estaba tra­bajando un viejo campesino. Los tres tontos lo saludaron educa­damente y el viejo les preguntó adónde iban.
-Andamos por el mundo en busca de trabajo -respondieron los tres necios-. Nos echaron de casa porque somos demasiado tontos.
-Yo os daré trabajo -dijo el viejo, y los llevó a su casa, don­de vivía con sus tres hijas.
Al día siguiente, el viejo se levantó temprano y le ordenó al primer tonto:
-Tú irás a pescar.
El tonto cogió la red y se fue al lago.
El hombre llamó al segundo tonto y le dijo:
-Tú irás al bosque y harás una cuerda trenzando lianas.
El segundo tonto fue al bosque.
Por último, el viejo le ordenó al tercer tonto:
-Tú irás a coger cocos.
El tercer tonto cogió una vara y salió en busca de cocoteros.
El primer tonto comenzó a pescar y, mientras pescaba, sintió mucha sed. ¿Qué hizo entonces? Dejó los peces y la red en la ori­lla del lago y volvió corriendo a casa a beber.
-¿Dónde están los peces? -le preguntó el viejo.
-Los he dejado en la orilla del lago, porque he sentido sed y he vuelto a casa a beber -respondió el tono.
-Vaya... ¿Y no podías beber agua del lago?
-Fíjate, fíjate, no se me había ocurrido -dijo el tonto y, ya que estaba, se quedó en casa.
El segundo tonto, mientras tanto, había preparado un buen haz de lianas y quería emprender el camino de regreso. Pero ¿cómo hacer para llevarlas si no tenía con qué atarlas? Decidió volver a casa a buscar una cuerda.
-¿Por qué no has atado el haz con una liana? -le preguntó el viejo.
-Fíjate, fíjate, no se me había ocurrido -respondió el tonto y, ga que estaba en casa, allí se quedó.
Lo primero que hizo el tercer tonto fue trepar a una palmera, le mostró a su vara los cocos y le dijo:
-Míralos bien y, cuando yo te suelte, golpéalos para que cai­gan al suelo.
Bajó de nuevo a tierra y comenzó a lanzar la vara contra los cocos. Pero se cansó en balde: en todo el día no tiró del árbol un solo coco. Al anochecer volvió a casa exhausto y con las manos vacías.
-¿Por qué no les has dado a los cocos con la vara cuando tre­paste a la planta? -le preguntó el viejo.
-Fíjate, fíjate, no se me había ocurrido -respondió el tonto.
El viejo se dio cuenta de que muy poco provecho podría sa­car de los tres. Pero como sus tres hijas no eran menos tontas que ellos, decidió que lo mejor era que se casasen y saliesen a buscarse la vida.
Pero los tontos no fueron muy lejos. Pasada la primera coli­na, se detuvieron y dijeron:
-Por más vueltas que demos por el mundo, la gente nos echa­rá siempre porque somos muy tontos. Es mejor que fundemos un pueblo sólo para nosotros.
Y así lo hicieron. Construyeron casas, cercaron los campos y vivieron lo mejor que podían, con sus hijos, nietos y biznietos, hasta la décima generación.
Aquellos tres tontos se multiplicaron tanto en poco tiempo que ga no había lugar para ellos en el pueblo. Así que muchos de sus descendientes se dispersaron por el mundo.
Y ésta es la razón de que hago tontos por todas partes.

009. anonimo (africa)

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