Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 29 de junio de 2012

Siguiendo las instrucciones del maestro


Era un maestro afamado. Su celebridad se había propagado de tal manera por la India que muchos eran los que acudían a visitarlo y a escuchar sus enseñanzas. Disponía de un gran ashram en los Himalayas. Todos los atardeceres se reunía con sus numerosos discípulos y visitantes y los instruía en las enseñanzas sagradas; también proporcionaba mensajes místicos, técnicas liberatorias y consejos espirituales. Tenía el don de la palabra y se hacía entender incluso por los más incultos. Pero él mismo no era ni mucho menos un ser liberado. Tenía conocimientos y sabía impartirlos, pero no había hallado la liberación defini­tiva. Gozaba más de fama que de Sabiduría absoluta.
Cierto día llegó un hombre a escuchar sus en­señanzas: Pero cada vez que el maestro daba explicacio­nes, el hombre tenía que preguntar y repreguntar, por­que no entendía el mensaje del maestro, no com­prendía las técnicas, no asimilaba la enseñanza. Así un día y otro día, interrumpiendo al maestro, perturbando a los otros aspirantes, no habiendo manera de ensan­char su entendimiento y hacerlo comprender. El maes­tro estaba desesperado. Se reunió con algunos de sus más íntimos y cercanos discípulos y los consultó a pro­pósito de lo que estaba sucediendo. Los discípulos declararon:
-Ese hombre es un necio, un gran ignorante. Te aseguramos que no va a haber quien le haga entender. Pierdes el tiempo con él. Lo único que consigue es sembrar dudas en los otros aspirantes. Lo mejor es pedirle que se vaya.
El maestro convino con sus discípulos. llamó al hombre y le dijo que no estaba maduro para seguir la vía espiritual y que debía partir lo antes posible. El hombre así lo hizo.
Pasaron los años. Un día, el hombre necio regresó hasta el ashram del maestro. Venía acompañado por numerosos criados; vestía las ropas más caras, y traía fabulosos regalos para el maestro y los discípulos de éste. Era muy rico, y nada más verlo todos se dieron cuenta de ello. El maestro le dijo:
-Enhorabuena. Veo que has prosperado mucho.
Pensó para sí: «Aunque en la vida espiritual era un desastre, se ve que no ha sido del todo tonto en la esfera de los negocios.»
El acaudalado hombre dijo:
-Maestro, todo ha sido gracias a ti.
El maestro sintió su ego henchido de placer, má­xime cuando todos los presentes pudieron escuchar tal declaración. No cabía de orgullo en sí mismo. Picado por la curiosidad, preguntó:
-Bueno, amigo, ¿y qué has hecho estos años, a qué te has dedicado?
El hombre contestó:
-He hecho simplemente lo que tú. Las enseñan­za e instrucciones que escuché de ti las di a los otros. Eso ha sido todo; nada más.

El Maestro dice: Un tonto siempre puede enseñar a otros más tontos. Ante todo, conviértete en tu propio maestro y halla tu propia paz. Enciende tu propia lámpara.

Fuente: Ramiro Calle

 004. Anonimo (india)

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