Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 5 de junio de 2012

Póstumo y benjamín

Erase un zar que tenía tres hijas y siempre las tenía escondidas, así que nunca salían. Cuando estuvieron en edad de tomar marido, por primera vez las dejó su padre ir al baile. Pero en cuanto que entraron en el corro, sopló un torbellino y se las llevó a las tres. Se asustó el zar al ver que habían desaparecido y a toda prisa mandó a los criados a buscarlas por todas partes, mas cuando volvieron los criados diciendo que no las habían podido encontrar, enfermó el zar y se murió de pena.
A la zarina la dejó embarazada y, cuando le llegó el tiempo, dio a luz a un niño al que llamó Póstumo. Al crecer, Póstumo se convirtió en un muchacho tan valeroso como había pocos. Al cumplir los die­ciocho años, le preguntó a su madre:
-En nombre de Dios, madre, ¿cómo es que no tuviste más hijos antes de que naciera yo?
Ella suspiró y se echó a llorar, pero no se atrevió a decirle que tenía tres hijas y que habían desaparecido, temiendo que Póstumo se mar­chara al mundo a buscarlas y entonces lo perdería a él también. Él, al ver llorar a su madre, porfió aún más y le hizo contestar bajo juramento. Entonces la madre se lo contó todo, que tenía tres hijas como tres rosas, que habían desaparecido y que en vano las buscaron por todas partes. Póstumo, una vez enterado de todo, le dijo a su madre:
-No llores, madre. Me voy a buscarlas.
La madre, al oír esto, se golpeaba el pecho: «¡Ay, pobre de mí! ¡Y que tenga que quedarse la madre también sin hijo!» y empezó a disua­dirlo y a suplicarle que no se fuera, le decía que todo había sucedido hacía muchísimo tiempo y tal vez ni siquiera estuviesen vivas. Pero él no se dejó convencer sino que le preguntó:
-Dime, si mi padre era zar, ¿dónde están las armas que ceñía y dónde el caballo que montaba?
Entonces la madre, viendo que Póstumo no cedería, le dijo que su padre, al ocurrirle tan gran desgracia, dejó el caballo en la caba­lleriza y tiró sus armas en el desván. Póstumo en seguida encontró en el desván las armas, todas polvorientas y aherrumbradas, pero las lim­pió tan bien y les sacó tanto brillo que parecían recién forjadas; luego fue a la caballeriza y encontró el caballo de su padre, lo condujo a casa, y en el sótano empezó a alimentarlo y a almohazarlo, así que al mes parecía que iba a echar a volar, aunque antes ya era alado y fuerte como un dragón. Cuando se preparaba para marchar, le dijo Póstu­mo a su madre:
-Madre, ¿tienes alguna prenda de mis hermanas que pueda lle­varme para que me reconozcan si es que las encuentro?
Su madre contestó entre lágrimas:
-Corazón mío, tengo tres pañuelos que ellas bordaron con sus propias manos -los sacó y se los dio.
Entonces besó la mano de su madre, montó a caballo y se fue al mundo a buscar a sus hermanas. Anda que te anda por el mundo, llegó una vez a las cercanías de una gran ciudad. Poco antes de la ciudad había una fuente a la que todos iban por agua. Póstumo, al llegar a la fuente, bebió agua, se tumbó a la sombra para descansar y se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que no le picaran las mos­cas. En eso llegó una señora a por agua y vio a Póstumo tumbado al fresco. Apenas vio el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua sin quitarle la vista de encima y cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin moverse de allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstu­mo se dio cuenta y le preguntó:
-¿Por qué me miras así, mi señora? ¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo porque lo bordé con mis manos.
Entonces se alzó Póstumo y le preguntó de dónde era y de qué linaje, y ella le dijo que era hija del zar de tal y tal ciudad, que eran tres hermanas y que a las tres se las llevó un torbellino.
Póstumo, al oírlo, en seguida se presentó:
-Yo soy tu hermano. ¿No te acuerdas de que nuestra madre esta­ba embarazada cuando os arrastró el torbellino?
Ella se acordó al instante y abrazándolo se echó a llorar:
-Mi querido hermano, las tres estamos en manos de los drago­nes, ellos nos llevaron y nos tienen en sus palacios.
Se cogieron de la mano y se fueron al palacio del dragón. En el palacio la hermana atendió y agasajó al hermano y cuando iba a ano­checer le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón del fuego enfurecido y arro­jando llamas por la boca, quiero protegerte para que esa fuerza no te queme, venga, escóndete.
Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo que come él?
Entonces su hermana lo llevó a otro aposento, y hete allí un buey asado, una hornada entera de panes y una arroba de vino. “Esto es lo que él come», le dijo su hermana y Póstumo, en cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó de un salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le dijo su hermana:
-Ahora el dragón lanzará su maza delante de casa para que sepa­mos que vuelve.
No bien lo hubo dicho, cuando la maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanto ímpetu por encima del dragóñ que llegó a otro pueblo. Al ver eso el dragón se extrañó: «¡Qué fuerza arremete desde mi palacio!». Volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando llegó frente al palacio salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en el palacio?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces dijo el dragón enfadado:
-¡Bah!, no ha venido para verte sino para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto que lo vio, se pre­cipitó contra él y Póstumo lo esperó, se agarraron y pelearon cuer­po a cuerpo. Una vez Póstumo derribó al dragón y sujetándolo le dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis rodillas como tú me tienes a mí, sí sabría qué hacer.
Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y lo soltó.
Entonces el dragón lo tomó de la mano, lo llevó al palacio y dio una fiesta que duró una semana. Terminada la fiesta, preguntó Póstumo al dragón por los otros dos cuñados, los dragones del fuego, y el dragón le explicó adónde tenía que ir para encontrar la ciudad en la que estaba el palacio del segundo dragón y le dijo que allí se enteraría de cómo encon­trar al tercero. Luego se preparó Póstumo para el camino, se despidió de su hermana y de su cuñado y se marchó en busca del otro dragón.
Viajando viajando llegó a las proximidades de una ciudad y fren­te a la ciudad encontró una fuente a la que todos iban por agua. Pós­tumo bebió agua, se echó a la sombra para descansar y se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que no le picaran las moscas. Pasó un rato y hete aquí a una señora que viene por agua. En cuan­to vio a Póstumo con el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua sin quitarle la vista de encima y cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin moverse de allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstu­mo se dio cuenta y le preguntó:
-¿Por qué miras así, mi señora? ¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo porque lo bordé con mis manos.
Entonces se levantó Póstumo y en seguida le descubrió que era su hermano, y le contó que había estado con su otra hermana. Ella, al saber que era su hermano, abrazándolo se echó a llorar. Luego se cogieron de la mano y se fueron al palacio del dragón. En el palacio la hermana atendió y agasajó al hermano y cuando iba a anochecer, le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón del fuego enfurecido y arro­jando llamas por la boca, quiero protegerte para que no te quemes con esa fuerza, venga, escóndete. Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo que come él?
Entonces su hermana lo llevó a otro aposento, y hete allí dos bue­yes asados, dos hornadas enteras de panes y dos arrobas de vino. «Esto es lo que él come», le dijo la hermana a Póstumo, y él, en cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó de un salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le dijo su hermana:
-Ahora desde otro pueblo vendrá a caer delante de la casa una maza para que sepamos que vuelve el dragón.
No bien lo hubo dicho, cuando la maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanta fuerza que llegó tres pueblos más allá. El dragón, al ver eso, se extrañó: ‹<¡Qué fuerza arremete desde mi pala­cio!». Volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando llegó frente a la casa, salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en casa?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces le dijo el dragón enfadado:
-No ha venido para verte sino para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto que lo vio, se precipi­tó contra él y Póstumo lo esperó, conque se agarraron y pelearon cuer­po a cuerpo. Al final Póstumo derribó al dragón y sujetándolo le dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis rodillas como me tienes tú, sí que sabría qué hacer contigo. Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y lo soltó, luego el dragón lo tomó de la mano y se fue al palacio con él, allí estuvieron de fiesta durante una semana.
Terminada la fiesta, preguntó Póstumo al dragón por el tercer cuñado y el dragón le explicó adónde tenía que ir para encontrar la ciudad en la que estaba el palacio del tercer dragón. Luego se prepa­ró Póstumo para el camino, se despidió de la hermana y del cuñado y se marchó en busca del tercer dragón. Anda que te anda llegó de nuevo a las proximidades de una ciudad y delante de la ciudad encontró una fuente a la que todos iban por agua. Póstumo bebió agua de la fuente, se echó a la sombra para descansar y se cubrió la cara con uno de los tres pañuelos para que no le picaran las moscas. Al poco, hete aquí a una señora que viene por agua. En cuanto vio a Pós­tumo con el pañuelo, suspiró; luego se puso a coger agua sin quitar­le la vista de encima y, cuando hubo llenado el cántaro, seguía sin moverse de allí, siempre con los ojos puestos en él. Póstumo se dio cuenta, conque le preguntó:
-¿Por qué miras así, mi señora? ¿Es que hace mucho que no has visto a un hombre o es que reconoces algo?
Y ella le respondió:
-Hermano, conozco tu pañuelo porque lo bordé con mis manos.
Póstumo, al oír eso, se levantó y en seguida le descubrió que era su hermano y le contó que había estado con las otras dos hermanas. Ella, al saber que era su hermano, abrazándolo se echó a llorar. Luego se cogieron de la mano y se fueron al palacio. En el palacio la her­mana atendió y agasajó al hermano; cuando iba a anochecer, le dijo:
-Hermano, ahora llegará el dragón del fuego enfurecido y arro­jando llamas, quiero protegerte para que esa fuerza no te queme, venga, escóndete.
Pero Póstumo le respondió:
-Hermana mía, dime, ¿qué es lo que come él?
Entonces su hermana lo llevó a otro aposento, y hete allí tres bue­yes asados, tres hornadas enteras de panes y tres arrobas de vino. «Esto es lo que él come», le dijo la hermana a Póstumo, y él, en cuanto lo vio, se sentó y se comió hasta las migas, luego se levantó de un salto y dijo:
-¡Ah, hermana, ojalá hubiera más!
Después de tan opípara cena, le dijo su hermana:
-Ahora desde tres pueblos más allá vendrá a caer delante de la casa una maza; ésa es la señal de que viene el dragón.
No bien lo hubo dicho, cuando la maza silbó por encima de la casa y Póstumo salió corriendo para no dejarla caer en el suelo, sino que la cogió y la lanzó con tanta fuerza que llegó cuatro pueblos más allá. El dragón, al ver eso, se extrañó: «¡Qué fuerza arremete desde mi pala­cio!», conque se volvió por la maza, y vuelta a casa. Cuando llegó fren­te a la casa, salió a recibirlo la hija del zar y él le gritó:
-¿A quién tienes en el palacio?
Ella le contestó:
-A mi hermano.
El dragón volvió a preguntar:
-¿Y por qué ha venido?
Y ella:
-Ha venido a verme.
Entonces le dijo el dragón enfadado:
-No ha venido para verte sino para llevarte.
Póstumo estuvo escuchando esta conversación desde el palacio, así que salió frente al dragón y éste, en cuanto que lo vio, se precipitó contra él y Póstumo lo esperó, se agarraron y pelearon cuerpo a cuerpo. Una vez Póstumo derribó al dragón y sujetándolo en el suelo le dijo:
-¿Y ahora qué?
El dragón le respondió:
-Si yo te tuviera bajo mis rodillas como tú me tienes a mí, sí sabría qué hacer.
Póstumo le dijo:
-Pues yo no te voy a hacer nada -y lo soltó.
Entonces el dragón lo tomó de la mano, lo llevó al palacio y allí se estuvieron de fiesta durante una semana. Una vez que estaban pa­seando vio Póstumo en el patio una gran madriguera que continua­ba por debajo de la tierra, así que dijo:
-¿Qué es esto, cuñado? ¿Cómo toleras tal desnivel en tu propio palacio? ¿Por qué no lo rellenas?
El dragón le respondió:
-¡Ay!, cuñado, me da vergüenza decirte de qué se trata. Hay un zar de los dragones y a menudo estamos en guerra con él, dentro de poco tendremos que pelear de nuevo; siempre que combatimos él nos vence a los tres y el que se escapa por este agujero consigue salvarse.
Entonces le dijo Póstumo:
-Venga, cuñado, vamos a pelear con él ahora que estoy yo aquí y os puedo ayudar, y así lo aniquilaremos.
Replicó el dragón:
-Yo no me atrevo antes de que se cumpla el plazo acordado.
Viendo Póstumo que ellos no se atrevían a combatir, cogió y se fue solo a buscar al zar de los dragones. A fuerza de preguntar logró encontrar el palacio, se acercó y vio que había una liebre en el teja­do. Preguntó a los cortesanos qué es lo que hacía una liebre en lo alto de palacio. Los cortesanos le respondieron:
-Si hubiera alguien que quitase de ahí la liebre, ella se mataría, se desollaría a sí misma, se cortaría en pedazos, se pondría al fuego y ella sola se cocinaría; pero nadie se atreve a hacerlo para no perder la cabeza.
Al oír eso Póstumo, salió volando en su caballo y quitó la liebre; la liebre al instante se mató, se despellejó, se puso al horno y se asó. Entonces salió Póstumo al mirador del dragón y se tumbó a la som­bra, los cortesanos, cuando vieron lo que había hecho, empezaron a aconsejarle que huyese:
-Huye, valeroso muchacho, hacia donde te guíen tus ojos antes de que venga el dragón, porque lo pasarás mal si te encuentra aquí. Pero Póstumo les contestó:
-¿Qué se me da a mí de vuestro dragón?, pues cuando venga que se harte de liebre.
Y al poco hete aquí al dragón. Nada más llegar reparó en que no estaba la liebre y gritó a los cortesanos:
-¿Quién lo ha hecho?
Ellos se lo dijeron.
-Ha venido un joven intrépido que quitó la liebre y helo allí arri­ba en el mirador.
Conque les dijo el dragón:
-Id y decidle que salga de mi palacio, pues como vaya yo no le va a quedar ni un hueso sano.
Salieron al mirador los cortesanos y le comunicaron lo que había dicho el dragón, pero Póstumo vociferó:
-Id y decidle al dragón que si le da pena la liebre que me desafíe.
Cuando se lo dijeron, el dragón empezó a chillar y a arrojar lla­mas, luego salió volando hacia el mirador. Póstumo lo estaba esperando y se enzarzaron en una pelea; ni podía el dragón con Póstumo ni Póstumo con el dragón. Al final le dijo Póstumo al dragón:
-¿Cuál es tu nombre?
Y el dragón le dice:
-Mi nombre es Benjamín.
Entonces Póstumo le dice:
-Y yo también soy el hijo menor de mis padres -conque se sol­taron, se hermanaron y se juraron vivir siempre en fraternidad.
Después de algún tiempo le dice Póstumo al dragón:
-¿Por qué esperas a aquellos dragones que huyen por la madri­guera? Vamos a combatirlos antes de que se cumpla el plazo.
Accedió el zar de los dragones y se fueron juntos a luchar contra los dragones. Cuando aquellos tres hermanos dragones se enteraron de que Póstumo se había unido al zar de los dragones y ahora ambos venían contra ellos, se asustaron, reunieron un enorme ejército y les salieron al encuentro, pero aquéllos se enfrentaron a todo el ejército, lo vencieron y lo dispersaron, sólo los tres dragones se escaparon por la madriguera. Entonces estos dos fueron corriendo y llenaron de paja la madriguera, luego le prendieron fuego y así acabaron con los tres dragones.
Cuando estuvieron listas las tres hermanas, tomó Póstumo el teso­ro de los tres dragones, cedió a su hermano el dragón los palacios y tierras de aquéllos y con sus hermanas se puso en camino hacia su reino adonde llegaron felices y su madre le cedió el reino, así que gobernó durante muchos años.

090. Anónimo (balcanes)

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