Un anciano yogui estaba
meditando a la orilla de un río sagrado. Otro yogui más joven quería impresionarlo.
Le gritó desde la orilla opuesta del río y comenzó a cruzar caminando sobre las
aguas, hasta llegar junto al anciano, que ni siquiera se inmutó.
-¿No te he dejado
boquiabierto? -preguntó el joven.
-¿Cómo has conseguido
este poder? -preguntó a su vez el anciano.
El joven anacoreta dijo:
-En verdad, te lo
confieso, no ha sido fácil. He tardado doce años. He practicado mantras muy
secretos, poderosos ejercicios de visualización, penitencias sin limite y una
gran austeridad. Durante doce años he seguido una rigurosa ascesis en los Himalayas.
A veces he estado durante una semana apoyándome sobre una sola pierna o he
mantenido un brazo en alto durante días.
-No dejas de sorprenderme
-dijo el anciano.
-Luego te sorprendo,
¿verdad? -comentó lleno de arrogancia el joven. Ya sabía yo que te asombraría.
-Si, amigo mío, me
asombra que hayas hecho tantos esfuerzos durante doce años cuando hay una barca
que nos cruza de un lado a otro del río por una rupia.
El Maestro dice: Si toda la energía que ponemos al servicio
de nuestro ego, la enfocásemos hacia el Ser, nos iluminaríamos en menos de un
año.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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