Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

martes, 5 de junio de 2012

Las tres anguilas


Había un pescador que una vez durante tres días segui­dos no pudo coger nada más en su red que una anguila por día. El tercer día, al coger la tercera anguila, se enfa­dó y dijo:
-Que se lleve el diablo una pesca tan mala, que no se coge al día más que una anguila.
En eso se puso a hablar una de las tres anguilas y dijo:
-No maldigas así, pobre hombre; tú no sabes lo que has cogido; has atrapado una enorme fortuna; sólo tienes que matar a una de nosotras tres y hacerla en cuatro partes, una se la das a comer a tu mujer, otra a la perra, otra a la yegua y la cuarta la entierras encima de la casa; entonces tu mujer te dará dos hijos gemelos, la perra te pari­rá dos cachorros, la yegua dos potros y encima de la casa te brotarán dos sables de oro.
Obedeció el pescador a la anguila e hizo todo lo que ella le había dicho y todo se le cumplió al primer año: parió su mujer dos geme­los, la perra dos galgos, la yegua dos potros y encima de la casa le brotaron dos sables.
Cuando los hijos se hicieron mozos, uno de ellos dijo a su padre:
-Padre, veo que eres un hombre pobre y que no nos puedes dar de comer, así que voy a coger un caballo, un perro y un sable y me voy por el mundo; soy joven, aún estoy verde, allá donde me hallo está mi sustento.
Tras hablar con el padre se fue a su hermano y le dijo:
-¡Adiós, hermano! Me voy por el mundo, cuida de la casa y saca provecho a tu trabajo, respeta a padre; toma este frasquito lleno de agua, llévalo siempre contigo y, cuando veas que se enturbia el agua, sabrás que he muerto.
Dicho esto, emprendió el camino.
Andando por el mundo llegó a una gran ciudad y mientras pasea­ba por ella lo vio la hija del zar que se enamoró perdidamente de él y le dijo a su padre, el zar, que lo invitara a casa, el padre accedió.
Cuando el joven entró en el palacio del zar y cuando la doncella lo miró mejor y vio el sable, el perro y el caballo, y que todos eran de lo mejorcito del mundo, entonces se enamoró aún más y le dijo a su padre:
-Padre, yo quiero casarme con este joven.
No tuvo inconveniente el zar ni al joven le pareció mal, conque se pusieron de acuerdo y se casaron como Dios manda.
Una tarde, mirando con su mujer por la ventana, vio no muy lejos de la casa una montaña grande que ardía en medio de enormes lla­mas; preguntó a su mujer qué era aquello y ella le respondió:
-¡No me preguntes, mi señor! Aquélla es una montaña prodigio­sa que durante el día relampaguea y durante la noche arde y el que a ella se acerca para verla, al instante se queda mudo y no puede moverse del sitio.
No quiso escucharla, se montó en su caballo, se ciñó el sable, se llevó su perro y se marchó a la montaña. Al llegar a la montaña vio sentada en una peña a una vieja que tenía un bastón en una mano y unas hierbas en la otra. En cuanto vio a la vieja le preguntó por qué aquella montaña era así y ella le dijo que se acercara y se ente­raría. Se acercó y la vieja lo condujo a un patio cercado por huesos de hombres valerosos y todo el patio estaba lleno de gente muda e inmóvil. Apenas hubo entrado en el patio, él y su caballo y su perro se quedaron mudos y petrificados en el sitio en donde se encon-traban.
En aquel mismo momento a su hermano se le enturbió el agua del frasquito, conque anunció a sus padres que su hermano, el hijo de ellos, estaba muerto y que se iba a buscarlo; de un lugar a otro, de ciudad en ciudad, hasta que lo llevó la suerte a la misma ciudad y delante del palacio del zar. Al verlo, el zar fue a darle las albricias a su hija y le dijo:
-¡Aquí tienes a tu marido!
Salió corriendo y, al ver a su cuñado, que era igualito que su her­mano -como las dos mitades de una naranja- y viendo el mismo caballo, el mismo perro, el mismo sable, se le acercaron los dos, el zar y la hija, empezaron a besarlo y se lo llevaron a casa pensando el zar que era su yerno y la hija que era su marido. El mozo se extrañó de tantos amores, luego se acordó de que lo estaban tomando por su hermano y empezó a comportarse como si fuera el marido de ella y yerno del zar.
Cuando llegó la noche se fueron a acostar y la mujer creyéndolo su marido lo llamó para que se acostara con ella, pero él, en cuanto que se acostó, sacó el sable y lo puso en medio de los dos. Ella le pre­guntaba sorprendida qué le pasaba y él le dijo que se le había ido el sueño, se levantó y se asomó a la ventana, entonces vio aquella mon­taña prodigiosa y preguntó:
-Pero, dime, esposa mía, ¿por qué está ardiendo esa montaña?
Ella le respondió:
-Por Dios, ¿no te dije la otra noche lo de la montaña?
-¿Cómo era? -insistió él, y ella le respondió:
-Que el que va allí se queda mudo e inmóvil, y bien asustada que estaba pensando que te habías ido allí.
Al oírlo él, se acordó de lo que había pasado y estaba impaciente por que llegara el día. Cuando amaneció, se montó en su caballo, se ciñó el sable, se llevó el perro y se puso en camino hacia la montaña; al ver a la vieja sacó el sable, la embistió con el caballo y le azuzó el perro sin decir ni una sola palabra. La vieja se asustó y gritaba que no la matase.
-¡Suelta a mi hermano! -gritaba él.
Entonces la vieja le llevó a su hermano y le devolvió el habla y el alma.
Cuando los hermanos se encontraron y por su salud se pregunta­ron, luego a casa se marcharon. En el camino, el hermano que había estado petrificado dijo:
-¡Ah!, hermano, por amor de Dios, juntemos nuestras fuerzas para salvar a aquella gente que está hechizada como lo estaba yo.
Así lo hicieron: entre los dos cogieron a la vieja, le quitaron la hier­ba y se pusieron a frotársela a aquella gente hasta que todos empe­zaron a hablar y a moverse. Cuando devolvieron la vida a todos los que allí estaban hechizados, mataron a la vieja, los dos hermanos se fueron a casa del zar y los otros a las suyas.
¡La mentira oída, la mentira contada y tu fatiga aliviada!

090. Anónimo (balcanes)

No hay comentarios:

Publicar un comentario