Un joven occidental viajó
al Tíbet. ¡Llevaba tantos años soñando con poder desplazarse hasta aquellas
tierras y captar toda su Sabiduría! Nada más llegar comenzó a indagar sobre los
eremitas más sabios y que pudieran transmitirle la más sublime enseñanza para
el desarrollo interior. Se enteró de que no había nadie tan sabio como un
ancianísimo ermitaño cuyos cabellos blancos se confundían con la bruma del Himalaya.
Vivía en una minúscula gruta y se alimentaba de ortigas. El joven, después de
varios días de esforzada marcha, llegó hasta el sabio y le pidió instrucción
mística. Ante su sorpresa, el sabio comenzó a decir toda suerte de
frivolidades. No había en su cháchara ni una palabra sobre la Enseñanza espiritual o
sobre las técnicas de autocono-cimiento. ¡Era increíble! Durante horas el sabio
no hizo otra cosa que charlotear sobre trivialidades.
Abatido, el joven se
despidió del sabio y se retiró él mismo a una gruta. Permaneció abismado en sí
mismo durante semanas, en busca de su realidad interior. Su motivación era
genuina, aunque no lograba avanzar interiormente y la paz espiritual quedaba
muy distante. Después de un tiempo, decidió volver a visitar al anciano
ermitaño. Se presentó ante él y le pidió instrucción mística. El eremita se
expresó con inmensa e inefable sabiduría y le dio al joven importantes claves
e instrucciones para el verdadero desarrollo interior. Después, el joven
occidental, extrañado, comentó:
-Señor, ¿por qué cuando
vine a veros la primera vez os perdisteis en tantas frivolidades?
Y el eremita explicó:
-Muy simple: no estabas
preparado para otra cosa. Hablé a tu nivel. Ahora tu nivel es otro y estás
maduro para recibir la
Enseñanza. Eso es todo. Por lo tanto, vuelve a tu país, con
los tuyos, y sigue practicando sin tregua. Colabora en la felicidad de todos
los seres.
El Maestro dice: Según tu madurez interior y grado de entendimiento,
hallarás una «enseñanza» o una Enseñanza.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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